Crítica de danza “Rito de Primavera”: Éxta(géne)sis del ritual corpóreo

Por Romina Burbano Pabst

marchitarse es ceder a la eternidad

transfusión de vida

decimos río—

decimos también que corre—

eso que llamamos tiempo.

Tomo la mano de quien está frente a mí; la otra, la sostiene firme una persona del equipo de producción. “No se suelten en ningún momento”, advierte una voz que queda suspendida en el aire antes de que comencemos a caminar. Las telas negras se apartan y la oscuridad nos envuelve, densa, como si contuviera el aliento de cada uno de nosotros. Una oscuridad que ciega la mirada en una calma incomprensible. Mis pies descalzos se hunden y acarician la tierra fría, y cada paso es una caricia que despierta la piel con tal suavidad que roza la ternura primitiva. Avanzamos despacio, guiados más por el roce de los pies con la tierra y el pulso de los cuerpos cercanos que por la vista. Las/os/es intérpretes apenas insinuados como formas en la penumbra, guían nuestros cuerpos desorientados; y de ellos brotan voces y cantos que se derraman y se entrelazan tejiendo un aire cargado de espiritualidad, tan espeso que parece posible tocar el sonido.

Rito de Primavera, regresa al Centro Cultural GAM tras doce años, trayendo consigo la intensidad de un rito que desborda lo coreográfico y lo sonoro. La obra, dirigida por el coreógrafo chileno José Vidal, es una reinterpretación contemporánea de La consagración de la primavera de Igor Stravinsky, creada junto al compositor Jim Hast y Andrés Abarzúa. Más que un espectáculo de danza contemporánea, la obra se inscribe en una invitación a atravesar una experiencia sensorial única y colectiva donde el espectador deja de ser testigo para convertirse en parte del tejido vivo del rito.

Inspirada en la idea ancestral y dionisiaca de la coreomanía – aquella “epidemia del baile” que en la Edad Media hacía que grupos enteros bailaran hasta el agotamiento absoluto –, Vidal traslada ese trance físico y espiritual a un presente cargado de urgencia. En escena, 47 cuerpos guían a quienes ingresan descalzos a la sala por un territorio de texturas y sonidos, temperaturas y movimientos que nos sumerge en un estado ritual onírico. No se trata solamente de observar lo que se quiere decir con el cuerpo y la voz, sino también de entregarse sin juicio alguno al éxtasis, la pasión y el decante que propone esta pieza, tratando de dejar que el pulso colectivo atraviese el cuerpo.

Desde sus primeros movimientos y cantos entonados, la composición original de Stravinsky se aborda a través de loops que mantienen su viaje evolutivo y ritual, mientras que la música reversionada se entrelaza con elementos de danza urbana como el reggaetón, el hip-hop y el house, sumando texturas electrónicas que dialogan con el cuerpo, el espacio y la voz orgánica. En este sentido, cabe destacar la importancia del canto en la obra: no solo acompaña, junto a los pies tocando la tierra, abre la experiencia sensorial hacia un estado liminal, donde el tiempo y nuestra persona parecen suspenderse. Es un canto que acaricia y sacude al mismo tiempo, capaz de encaminarnos en una calma densa o elevarnos hacia un vértigo luminoso. El trabajo de cada intérprete para hacerlo posible revela, sin lugar a dudas, la pasión y la entrega que sostienen cada instante de la obra.

traza su sentencia la reflexión

—que es gemido—

siempre sobre tierra

allí donde nos fue legado el fuego.

La pieza retoma una línea que conecta con las exploraciones de Pina Bausch, coreógrafa y bailarina alemana que hizo del rito, el cuerpo(s), la teatralidad y la experiencia sensorial el corazón de su creación. Aquí, esa influencia se siente en la construcción de un mundo escénico dinámico, en constante transformación, donde la danza no solo es coreografía, sino un estado del ser, un pulso compartido que cautiva profundamente al espectador. La obra logra, como en Bausch, que lo ritual y lo cotidiano convivan, desdibujando los límites entre lo que pertenece a la escena y lo que vive fuera de ella. En un presente marcado por la automatización y la lógica de la digitalización, esta obra nos recuerda que es el cuerpo – su fragilidad, su fuerza, su presencia – lo que nos devuelve a lo esencial de la experiencia humana.

En Rito de Primavera, los cuerpos se toman su tiempo para aparecer, brotando y multiplicándose como corrientes de un mismo río: diversos, simultáneos, a ratos calmos y otras veces completamente desbordados, siempre con una tensión contenida bajo la superficie. Cada desplazamiento parece nacer desde el centro del cuerpo, expandiéndose con cada respiración hacia el afuera. Hay una aparente dispersión que coquetea con el caos, así mismo, con los límites del cuerpo, pero algo invisible –la respiración– mantiene a todos en una armonía secreta. Son cuerpos que vibran, que saltan como si la tierra se fuera calentando, que giran dejando estelas de aire; cuerpos que colapsan y se reconstruyen, cuerpos que son seducidos y seductores, que se mueven entre lo suave y lo intenso, lo lento y lo precipitado, encarnan una multiplicidad de danzas en sus gestos –originarias, clásicas, contemporáneas, urbanas–. No pretenden representar: son. Aparecen y se desvanecen en el instante mismo de su existencia, siendo el presente vivo del rito: un organismo colectivo donde cada intérprete (y espectador) se entrega hasta la última gota de sudor.

lo azaroso hila su costura en mi pecho

y, sobre la tumba de mi escarcha

se erige un paraíso.

El rito siempre avanza, crece, nos envuelve. Hay que entregarse por completo, abrirse a la experiencia sin resistencias. La frontera entre la escena y el público se disuelve, se evapora; los asientos ya no nos contienen ni nos separan. La energía acumulada nos atraviesa, nos interpela y nos sacude en lo más profundo. Nos impulsa a movernos, a sentirnos parte de esa comunidad efímera que en su intensidad parece detener el tiempo en un éxtasis orgánico. De pronto, dejamos de ser observadores pasivos y somos absorbidos por el cauce catártico del rito: nos despojamos y convertimos en un cuerpo más dentro de ese entramado de goce y liberación, donde el placer primitivo emerge y expulsa todo aquello que guardamos – miedos, dolores, vergüenzas, alegrías, inhibiciones – para dar paso a una apertura, un respiro colectivo que se siente eterno y sagrado.

tejemos verdad en el encuentro

crece maleza en el jardín

así como el sol con el mar

más allá del borde, embarrado en ti

—aun sigan cayendo bombas—

florece mi ser en colores de amor.

Rito de Primavera es más que una función: es una experiencia vital que todos deberíamos vivir alguna vez. El trabajo de José Vidal, de cada uno de los intérpretes, junto al equipo creativo y técnico, logra construir algo que roza lo mágico y conmovedor. Quien lo presencia no sale siendo el mismo: queda resonando, como si aún bailara por dentro mucho después de que todo se haya desvanecido.

(En esta crítica, se entrelazan los fragmentos poéticos de Sebastián que acompañan la reflexión sobre rito y cuerpo)

Ficha Técnica

Título: Rito de Primavera

País: Chile

Director y Coreógrafo: José Vidal

Performers: Francisca Wastavino,  Daniella Santibañez,  Agustín Mella, Alejandro Ferreira, Alicia Pizarro, Ámbar Khalia, Andi León, Andrés Escobar, Antonio Rivas, Camila Ortiz, Catalina Avaria, Catalina Cano, César Avendaño, Cristián Lizana, Delfina Torres, Esperanza Vega, Flor Torres, Gabriela Suazo, Gustavo Castillo, Javier Calderón, Joao Domínguez, Jorge Olivera, Joshua Leyton, Lena Strüetzke, Lucas Sáez, Lucas Ortega, Macarena Del Río, Maira Aldana, Marahui Cárdenas, Marcel Torres, Mariel Bracamontes, Matias Castro, Matthias Chacón, Mónica Casanueva, Natalia Bakulic, Niba Manríquez, Nicolás Cancino, Odeth Moreno, Pablo Díaz, Paula Monares, Rommy Rojas, Valentina Fajardo, Valentina Vilches, Victor Bolzmann, Melissa Briones, Yanara Salinas.

Producción Ejecutiva: Catalina Avaria

Producción General: Antonia Cea

Asistencia Coreográfica: Alejandro Ferreira, Andrés Escobar, César Avendaño, Daniella Santibáñez, Marcel Torres, Natalia Bakulic, Nicolás Cancino, Yanara Salinas.

Dirección Vocal: Silvia Vivanco

Asistencia Dirección: Rommy Rojas

Asistencia Producción: Jorge Olivera, Yanara Salinas

Jefe Técnico: Matías Trujillo

Diseño Lumínico: Antonia Peón- Veiga- Julio Escobar

Operador Lumínico: Ignacio Trujillo

Música: Jim Hast, Andrés Abarzúa | Incluye un track del dúo (ab)², conformado por Felipe Bribbo y Andrés Abarzúa

Vestuario: Carolina Ocampo

Escenografía: Yanara Salinas, Carlos Mangas, Matías Trujillo

Comunicaciones: Maira Aldana, Natalia Ramirez

Co- Produce: GAM, Jose Vidal & Compañía

Colabora: Goethe Institute, Checoeslovaquia, LAB

Pasantes: Catalina Godoy, Daniela Rivas, Esteban Vivalda, Mayra Eltit, Maria Paz Rojas, Millaray Barra, Sofia Riveros, Valentina Núñez, Florencia Vermehren.

Agradecimientos: Enrique Díaz Lazkao- Francisca Las Heras- Mario Carreño- Raúl Miranda- Camila Díaz.

Edad: +14 años

Duración: 80min

Esta obra es una experiencia sensorial. El ingreso es a través de un túnel oscuro con piso de tierra de hojas, a la cual se accede con pies descalzos. Al ingreso habrá un espacio para dejar el calzado.

Coordenadas

Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM)

Del 8 de Agosto al 30 de Agosto (Temporada Agotada)

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 277, Santiago, Chile

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