Por Catalina Ojeda
Renacer un episodio que parecía estar en el pasado de Chile no es fácil. Cautivo (lado A), dirigida por Andreina Olivari y escrita por María Gracia Omegna, su primer texto dramatúrgico, toma como punto de partida el libro de investigación periodística Jóvenes pistoleros de Juan Cristóbal Peña. Allí se relata uno de los hechos más trascendentales de los años 90: el secuestro de Cristián Edwards, hijo del dueño de El Mercurio, llevado a cabo por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez – Autónomo en 1991.
La obra toma ese episodio y lo coloca en una casa cualquiera, en un Chile que recién comenzaba a decir que vivía en democracia, aunque en la práctica todavía seguía bajo las reglas y estructuras de la dictadura. El poder judicial, las fuerzas armadas y parte del poder legislativo seguían bajo el control de Pinochet, garantizando impunidad a los crímenes cometidos. Era una democracia pactada, amarrada desde el mismo momento en que Pinochet dejó la presidencia en manos de Aylwin. La persecución a los grupos revolucionarios continuaba, ahora liderada por El Consejo Coordinador de Seguridad Pública, más conocido como “La Oficina”, y el Frente Autónomo, debilitado y con serios problemas financieros, veía en este secuestro un acto desesperado para sostener su causa.
Este contexto no queda como algo secundario en la obra, sino que se hace presente en las conversaciones, en los gestos y en las tensiones entre los personajes. Chile estaba partido en dos, atrapado entre las ansias de justicia social y el peso de la violencia política que seguía existiendo. Hay escenas donde eso se siente con claridad, como la conversación entre Gabriela y Eugenia sobre el concepto de lo que es la pobreza. Y claramente no es un diálogo que quede en la teoría, es un choque de realidades, donde lo que para unas personas es necesidad, para otras es una definición flexible que justifica.
El guion respeta la esencia y los detalles clave del libro Jóvenes pistoleros, pero Omegna le da un giro al incorporar esa comedia absurda. Esto evita que la obra se vuelva asfixiante, sin por ello restar tensión.
La puesta en escena funciona bien. No se limita a ubicar a los personajes en un espacio cerrado. Se siente esa sensación de encierro, logra ese sentimiento que estás dentro de la casa con los personajes y viviendo esa dinámica, entre la tensión, los momentos de claustrofobia y la cotidianeidad que es casi absurda.
La escenografía diseñada por Francisca Correa aprovecha el espacio y transmite muy claramente la época. Todo habla de clandestinidad y vigilancia. El público siente que está dentro de esa casa, atrapado junto con ellos. El uso del espacio crea atmósfera.
Luego están los personajes, que son el eje del dinamismo de la obra. María Gracia Omegna interpreta a Gabriela, el centro de razón: pacífica, segura y con la convicción que mantiene la operación enfocada. Gabriel Urzúa, como el Negro, más joven, vive el secuestro desde la contradicción: una relación amorosa que lo distrae y una sensibilidad que lo acerca al “Muñeco” hasta sentir cierta compasión. Rodrigo Soto, en el papel de Floro, encarna la indisciplina pura, un elemento que rompe el orden. Pablo Manzi interpreta a Emilio, representante de la consigna más radical del Frente: vencer o morir. Andrew Bargsted realiza una doble interpretación: como el hijo de Eugenia, callado y observador, y como Carabinero, generando tensión en momentos clave de la obra. Catalina Saavedra, en el rol de Eugenia, ofrece una actuación impresionante; la dueña de casa aporta humor absurdo que equilibra la densidad del relato. Yair Juri, como el intruso argentino, llega a la casa sumando comedia y, gracias a sus preguntas y su sola presencia, crea un ambiente de tensión constante. Finalmente, Rodrigo Pérez interpreta a Raúl, el mediador que comprende que, incluso en medio del caos, es necesario mantener ciertas reglas.
La química entre ellos es impecable. Se nota la construcción de cada personaje con detalle, en coherencia con el momento histórico y con su trasfondo psicológico. Todo se siente súper humano y cercano. A medida que avanza la obra, se nota este desgaste de convicciones, el choque persistente de ideas y la contradicción de mantener a un secuestrado a pocos metros, mientras se comparten momentos de la vida diaria, como el de servirse un mate, tomar la once, tocar la guitarra y cocinar comida para todos, incluso para Edwards.
Cautivo (lado A) no se limita a contar un secuestro: expone un momento de la historia en el que las certezas se iban con el tiempo y las ideologías se enfrentaban no solo en la calle, sino dentro de las casas. Es una obra que incomoda y provoca, pero también hace reír en los momentos menos esperados. Al salir, no se lleva solo la historia de un hecho puntual: se lleva la sensación de que esas tensiones, contradicciones y preguntas todavía siguen ahí, esperando que las miremos de frente.
Ficha técnica
Título: Cautivo (lado A)
Directora: Andreina Olivari
Asist. de dirección: Javiera Mendoza
Producción: Alessandra Massardo
Elenco: Catalina Saavedra, Pablo Manzi, María Gracia Omegna, Gabriel Urzúa, Rodrigo Soto, Andrew Bargsted, Rodrigo Pérez, Yair Juri
Jefatura técnica, diseño sonoro e iluminación: Alex Waghorn
Diseño escenográfico: Francisca Correa
Diseño vestuario: Francisca Correa, Natalia Rodríguez
Asistencia diseño integral: Génesis Rodríguez
Realización escenográfica: Luciano Henríquez, Marina Torres
Composición musical: Sergio «Tilo» González
Duración: 100 min
Año de estreno: 2025
Coproduce: Cultura Capital y Checoeslovaquia
Colabora: Corporación Cultural de La Pintana.
Coordenadas
Fechas: 15 al 31 ago. 2025
Horarios: Jueves a sábado – 19.30 h / domingos – 18.30 h
Lugar: GAM Sala A2 (Edificio A, piso 1)
Dirección: Av. Alameda Libertador Bernardo O’Higgins 227, 8320275 Santiago, Región Metropolitana
Link entradas: https://gam.cl/teatro/cautivo-lado-a/
$15.000 general
$9.750 personas mayores, estudiantes, personas cuidadoras y personas con discapacidad
$9.000 general cada domingo