Por Juan Marín
La directora Kelly Reichardt es una de las figuras más destacadas del cine estadounidense contemporáneo. Su estilo de slow cinema, contemplativo y minimalista, le ha otorgado un lugar privilegiado entre los grandes referentes del cine independiente. Así lo ha demostrado con películas como Wendy and Lucy o Certain Women. Junto a cineastas femeninas como Chloé Zhao y Jane Campion, Reichardt ha redefinido el género del western, subvirtiendo sus temáticas tradicionales y cuestionando la figura del clásico héroe masculino. En títulos como First Cow y Meek’s Cutoff, ha convertido el paisaje en un ejercicio de minimalismo visual, aportando una mirada fresca y crítica.
Ahora, con The Mastermind, Reichardt aplica esa misma lógica para abordar el cine de atracos desde una perspectiva completamente distinta. Alejada de los lugares comunes del género, la directora lleva la historia a su propio terreno, centrando la atención en las emociones y consecuencias humanas.
Ambientada en el Massachusetts de los años 70, la película narra la historia de JB Mooney, un carpintero desempleado que se convierte en ladrón de arte. Junto a dos cómplices, Mooney organiza un atraco en un museo, en el que planea robar cuatro obras del pintor abstracto Arthur Dove.
The Mastermind se acerca más al universo de Melville que al de Soderbergh o Bigelow. Así como hizo con el western, Reichardt desmonta los códigos tradicionales del heist movie. Aquí no hay robos perfectos, persecuciones trepidantes, tensión ni tiroteos. En cambio, la historia se enfoca en las secuelas del crimen y en lo que implica cargar con el peso del fracaso. El resultado es una película pausada, centrada en los diálogos y las inquietudes, que curiosamente se siente como una de las obras más dinámicas dentro de la filmografía de Reichardt.
Antes de The Mastermind, Reichardt ya había explorado el mundo del arte desde otra perspectiva con Showing Up, protagonizada por Michelle Williams, su actriz fetiche y amiga cercana. Aunque ambas películas giran en torno al arte, son radicalmente diferentes. Showing Up es una comedia ligera sobre una escultora frustrada, mientras que The Mastermind se trata de otro género, aunque comparte con ella el hilo conductor de la insatisfacción de sus protagonistas. No sabemos si Reichardt planea una trilogía sobre el arte, pero lo cierto es que ambas películas funcionan perfectamente por sí solas.
La cinta está protagonizada por Josh O’Connor (Challengers) como Mooney y Alana Haim (Licorice Pizza) en el papel de su esposa. O’Connor brilla interpretando a un hombre atrapado en su propio fracaso, un padre de familia en crisis. Su papel como ladrón le sienta especialmente bien y recuerda su actuación en La Chimera de Alice Rohrwacher, donde interpretaba a un saqueador de tesoros de tumbas. En ambas películas, transmite con naturalidad el proceso de transformación de un hombre común hacia una vida fuera de la ley.
El diseño de producción es impecable, recreando con detalle los Estados Unidos de los años 70, marcado por la guerra de Vietnam y las tensiones sociales. Estos elementos funcionan como un telón de fondo político que se deja ver en carteles de Nixon o en noticias de radio que ambientan el relato. La música, compuesta por Rob Mazurek e inspirada en el jazz, con sonidos de trompeta y percusión, complementa perfectamente la atmósfera del film y evoca con precisión la época.
Aunque quizá no se encuentre entre las obras maestras de Reichardt, The Mastermind es una película de atracos fiel a su estilo, y eso ya es mucho decir. Es una cinta cálida, cuidada y con mucho corazón. A veces, solo hay que entregarse al talento de una gran directora como ella.
Ficha técnica
Título: The mastermind
Duración: 110 min
Año: 2025
Directora: Kelly Reichardt
Guion: Kelly Reichardt
Reparto: Josh O´Connor, Alana Haim, Hope Davis, Bill Camp, John Magaro, Gaby Hoffman
País: Estados Unidos
SANFIC 21 (distribuye MUBI)