Por Romina Burbano Pabst
Elefantes, jirafas,
perros y gatos.
Leones, flamencos,
cisnes y libélulas.
Tortugas, ballenas,
mantarrayas y medusas.
El Carnaval de los Animales es un escenario que no pertenece a la selva ni al mar. En él habitan seres del territorio de la imaginación. Así, cada animal surge como una aparición fugaz, resultado de la precisión corporal y el juego con los objetos, evocando la naturaleza que llevamos inscrita en nuestra memoria visual. En este sentido, la obra no propone la imitación, sino la evocación que habita en el imaginario del público.
La reconocida obra de la compañía hispano-chilena de teatro visual y de objetos La Llave Maestra, vuelve a los escenarios – esta vez de Corpartes – con su inconfundible lenguaje escénico donde la materialidad, las texturas, el cuerpo se entrelazan. Aquí los animales toman la escena en un viaje hipnótico de formas y gestos, aparecen y desaparecen despertando en el espectador la nostalgia y el asombro de volver a mirar a estas criaturas como si fuera la primera vez.
Su propuesta combina elementos del teatro físico, máscaras, clown y el movimiento corporal para crear espectáculos familiares poéticos y lúdicos que desarrollan en escena universos imaginarios y surrealistas, incitando al espectador a dejarse llevar por su imaginación conectando con su contemplación.
Monumental y delicado. Los intérpretes logran que materiales aparentemente simples – telas, maderas y vestuarios – adquieran una presencia gigantesca, dando cuerpo al humor y la majestuosidad de cada animal. Cada movimiento se transmite con intensidad, una fuerza que recae en la ternura, revelando cómo la transformación escénica surge de la precisión corporal y de la imaginación desbordante. Como espectadores, se nos invita a abrirnos y dejarnos fluir con lo que acontece sobre el escenario.
Lenta, paciente, capaz de enseñarnos otro tiempo. La obra nos invita a la pausa, a contemplar la escena con atención y a percibir los detalles: la textura de un objeto, el deslizamiento de un cuerpo en cuatro apoyos. La lentitud se convierte en un ritmo poético que expande la percepción: no es el animal en sí, sino la manera en que cuerpo y objetos transitan y se articulan para dar vida a ese ser.
Los intérpretes – Edurne Rankin, Marcela Burgos, Magdalena Lecaros, Diego Acuña, Juan Pablo Neira – muestran una precisión y sensibilidad admirables; su trabajo combina fuerza y delicadeza, transformando cada gesto, cada manipulación de los objetos, en un acto de creación constante. Es gracias a su dedicación al detalle y cuidado que los animales cobran forma y carácter, que permite al espectador sumergirse en este mundo donde cuerpo, objeto y música están en constante transformación.
Delicado y elegante, un estallido poético en movimiento. Aquí la danza y la gestualidad se funden con la música para crear distintos mundos de expresividad, donde se genera un puente entre lo humano y lo animal, entre lo sonoro y lo visible. La fluidez, la transparencia y la ligereza emergen de la combinación de sombras, luz y movimiento. La sutileza del movimiento y el manejo de los materiales logran suspender el tiempo en un imaginario donde cada aparición es efímera, pero inolvidable.
Los intérpretes se muestran como verdaderos alquimistas del teatro: combinan cuerpos y objetos para dar vida a nuevos seres, transformando telas, cajas o piezas de cartón en criaturas que respiran, flotan o saltan. La plasticidad de sus cuerpos y su creatividad es sorprendente, la dedicación se nota en cada uno de sus gestos y la habilidad para sincronizar movimientos, música y luz hacen que la escena se convierta en un concierto visual.
Es interesante pensar en el cruce entre lo humano y lo no-humano y cómo éste se percibe en cada instante del carnaval: un brazo que se convierte en el cuello de un ave, unas piezas que se convierten en canguro, un andar lento que sugiere el andar de la tortuga. Esta metamorfósis constante no solo provoca asombro, a su vez, demuestra la destreza y creatividad de los intérpretes, quienes logran que la obra sea tanto visual como emocional, un juego donde lo poético y lo plástico conviven de manera armónica.
El carnaval llega a su fin con un recorrido que deja al espectador – adulto o infante – lleno de asombro y maravilla. El escenario que fue testigo de un espacio de juego, de imaginación, desaparece sin previo aviso; donde cada aparición – elefante, cisne o medusa – nos recuerda la magia de la creación escénica. La importancia de creaciones como ésta que apuntan a un público familiar radica en no solo ofrecer entretenimiento: es abrirles la puerta a experiencias sensoriales y estéticas, a la capacidad de asombrarse y dejarse habitar por la fantasía.
El teatro se convierte así en un hábitat posible, donde todos lo animales – reales o inventados – encuentran su lugar, y donde la mirada infantil puede descansar sin juicio, explorar y maravillarse. El Carnaval de los Animales es un recordatorio de que el arte no solo se mira, sino que también se siente, se experimenta y se lleva consigo.
Ficha Técnica
Elenco: Edurne Rankin, Marcela Burgos, Magdalena Lecaros, Diego Acuña, Juan Pablo Neira.
Asesoría coreográfica: Esdras Hernández
Diseño integral: Edurne Rankin y Álvaro Morales
Realización escenográfica: Gabriela González, Antonia Arriaza, Andrés Moreno, La Llave Maestra.
Realización máscaras: Gabriela González, Antonia Arriaza, Nicole Salgado.
Realización vestuarios: Sergio Aravena, Edurne Rankin, Javiera Labbe.
Idea original diseño gráfico: Álvaro Morales
Diseño gráfico: Liza Retamal.
Producción general: La Llave Maestra
Coproduce: Orquesta de Cámara de Valdivia, Espacio Checoeslovaquia
Auspicia: Ministerio de las Culturas las Artes y el Patrimonio de Chile
Coordenadas
Sábado 23 de agosto a las 19 horas y domingo 24 de agosto a las 18 horas.
Teatro CA660
Fundación Corpartes
Rosario Norte 660, Piso -2, Las Condes – Santiago, Chile