Entrevista a la directora y la protagonista de “Yo no canto por cantar” Ana L’Homme y Mauricia Saavedra: “Pusimos lo mejor de nosotras”

Por Victoria Bustos Arancibia

Mauricia Saavedra es una cantora campesina y poeta popular cuya voz emerge desde el corazón rural de Chile como un canto de resistencia, sanación y memoria. Desde los doce años abrazó la tradición del canto a lo humano con guitarra en mano. Mujer lesbiana y madre soltera, ha transformado su camino en un acto de creación colectiva, acompañando hoy a otras mujeres rurales que también buscan dignidad a través del canto.

Esa fuerza es la que retrata Ana L’Homme en Yo no canto por cantar, documental que marca el debut en largometrajes en su trayectoria como realizadora enfocada en temáticas de género y derechos humanos. L’Homme, directora y narradora en off de la cinta, nos ofrece una mirada íntima y comprometida con la realidad de mujeres silenciadas en los márgenes del campo chileno. Galardonada en festivales como In-Edit y Fecich, la película se ha posicionado como una obra profundamente humana y trascendental.

Conversamos con Ana L’Homme y Mauricia Saavedra. Esto fue lo que nos contaron.

¿Cuál fue el momento clave en el que dijeron “vamos a hacer una película”? Porque primero trabajaron juntas en un cortometraje.

Ana L’Homme: Cuando vi la oportunidad de poder sumergirme en el mundo de las cantoras. Porque primero fue el periodo en el que fui conociendo a Mauricia, y nos fuimos haciendo amigas. Pero cuando vi que Mauricia me estaba abriendo la puerta hacia el mundo de las cantoras, y empezamos con algunas entrevistas un poco tímidas, por un lado, me impactó ver que este mundo de las cantoras campesinas existía con tanta fuerza como en la época de Violeta Parra, cuando ella iba en busca de cantoras y cantores en los cerros, y fue como decir “Wow, este mundo existe”, no sólo Mauricia como un ejemplar único de cantora campesina, sino que ese mundo está…

Es toda una comunidad.

A.L: Es una tremenda comunidad. Y además son mujeres que tienen voz en el canto pero que además no tienen voz y sentí que era como un privilegio poder estar ahí. Yo creo que decidí que si esto se transforma en un documental puede ser un aporte. Tampoco es que tú puedas decir que hay un antes y un después. Es como un proceso, pero esas fueron las motivaciones profundas, y además entender que eran mujeres que a través del canto transformaban sus vidas. Eso también me impactó mucho, que a pesar de lo que vivían en su cotidiano en términos de machismo, de violencia de género, eran personas que se paraban y educaban a sus hijos, hacían comunidad y eran tejedoras de relaciones. No eran la imagen de víctima que se queda en la casa y que se le acabó la vida. Yo creo que fueron todos esos factores.

Tengo entendido que quedaron historias fuera del largometraje que podemos ver, entonces en algún momento ¿Podría hacerse una serie o una secuela?

A.L: Por el momento no, no lo tengo pensado. Esto tiene suficientes capas para hacer una reflexión sobre el canto campesino, sobre las mujeres resilientes, sobre nuevas formas de enfrentar la violencia que no es desde el resentimiento y la venganza, y más violencia. Por el momento esas capas ya me hicieron trabajar mucho, y a otros también. Puede que se abra la posibilidad en otro momento.

Durante la película tú (Ana L’Homme) nos vas narrando qué es lo que te va pasando con las personas que vas conociendo, las historias que les escuchas, ¿pensaste ponerte también frente a la cámara y ser parte de la cinta?

A.L: Sí, yo estaba desde afuera mirando mujeres que no tenían voz, que sacaban sus dolores a través del canto, pero todo eso te va acercando, la cotidianidad, vivir situaciones con ellas, entonces en un momento capté que la violencia no solamente estaba en el campo, que yo también tenía situaciones no reconciliadas y que las había dejado por ahí, y me dije “¿y si con el documental intento yo también hacer algo que estoy viendo que afuera lo logran hacer?”. Mirar esa herida, aceptarla, y descubrir esa fuerza interior, esa dignidad que sale cuando uno enfrenta su realidad, porque cada vez que niegas o tratas de evitar esas cosas que te generan dolor y, en general, además vienen acompañadas de vergüenza, culpa, y en tu vida eso te come mucha energía, y dije “¿Por qué no voy a enfrentar yo esa situación?”, y ese mismo gesto me hizo tomar conciencia de que, aunque estamos hablando de la violencia del campo, pero en realidad, también en las ciudades tenemos lo mismo, no tenemos esa violencia machista como de siglo IX. Las situaciones que pasan allá también suceden acá. En el fondo, es como que estamos en un sistema violento, que todo lo resuelve con violencia y cada vez más. Los niños chicos están todo el rato en los videojuegos viendo la guerra y matando gente, hoy está súper validada la violencia, así que tampoco nos puede sorprender. Se valida que las autoridades sean violentas, los presidentes son violentos, está super validada la violencia, y dije: “Aunque este sistema sea local, en realidad es universal”.

Ana (L’Homme, la directora) nos va narrando lo que le va pasando casi como las cantoras hacen con su música, tú (Mauricia Saavedra, la protagonista) ¿la ves a ella como una cantora más pero de otro formato?

Mauricia Saavedra: No, no la veo a ella como una gran artista, que tiene una sensibilidad enorme. Hay que ser una artista para hacer el documental que ella hizo de partida, con toda la sensibilidad con que tocó los temas, toda la delicadeza con la que toca los temas, con la fineza con la que va urdiendo una cosa con otra. Siento que ella puso mucho de su ser en el documental, y puede ser que el secreto sea ese: Cada una puso su ser. Cuando tú pones tu ser, pones lo mejor de ti, en el fondo, sacas esa cosa buena que tiene tu alma, lo positivo, lo mejor que hay en ti para ponerlo a disposición de una comunidad, que en este caso es la del canto campesino pero también es la comunidad de la ciudad, la comunidad de todo el mundo, porque como dice Ana, la violencia está muy validada y tenemos que tratar de erradicarla, pero no se erradica con más violencia. Ana tuvo un ojo clínico para el trabajo que hizo en el documental, y pusimos lo mejor de nosotras.

Dices que Ana es una artista, y en la película buscaste marcar las diferencias, destacar que tú (Mauricia Saavedra) eras cantora pero no una artista…

M.S: Ella es la artista. Yo soy una cantora campesina que tiene otra mirada de lo que es el arte en sí. Para mí, el arte es esto de mostrar y lucir alguna cosa. Nosotras (las cantoras campesinas) en el canto no cantamos por lucir, cantamos por sentir, y ahí está clave de Yo no canto por cantar. No es un lucimiento el mío con el canto, es un sentimiento que yo pongo en el canto, y esa diferencia es muy relevante a la hora de definir quién es una cantora. La cantora campesina es aquella que canta, que no tiene voz como dice Ana, tiene voz para cantar, no tiene voz para denunciar tal vez, pero que a través del canto denuncia, y que a lo mejor le cuesta enfrentarse a la violencia diaria que tiene en su casa, pero sí a través del canto lo hace. Conozco a una mujer, una cantora, que es muy particular porque ella cuando pelea con su marido le canta.

¿Durante la pelea?

M.S: Ella dice que ella está enojada o está enojado él, toma la guitarra y le canta, entonces él ve que ella está enojada y sabe, se va a otra parte a hacer otra cosa, y cuando vuelve ella está cantando más calmada y hasta le está cantando canciones de amor. Es muy divertido, porque ella se libera, su rabia la suelta a través del canto, y eso hace que ese sentir del momento sea como esperanzador en el sentido de que no va a tomar el mundo desde el conflicto para violentarse, sino que lo va a hacer para relajarse, así puede liberarse de ese enojo o esa rabia que tiene en el momento, que la violencia surge así: Yo estoy enojada, el otro también está enojado y nos vamos a choque, pero hay que evitarlo.

¿Ustedes creen que les faltaron historias como esas por grabar e incluir en el documental? ¿Qué tanto más podemos conocer de la red de cantoras?

A.L: Esa señora, por ejemplo.

M.S: Esa señora podrías conocer, pero hay muchas, muchos casos. Cada una es un mundo, entonces nosotras aquí encontramos cinco que son como una muestra, pero cada una de ellas es su propio mundo, cada cantora tiene su propio mundo, habría para hacer un documental de cada una pero no se puede, pero sí cada una va a ver reflejado todo esto, cada una puede ver algo reflejado de sí mísma aquí.

A.L: Yo lo que percibí en las proyecciones con otras cantoras, es que en realidad, ellas representan el mundo de las cantoras, y Mauricia, con su entrevista representa el mundo de las cantoras. No sé si es necesario hacer más documentales de lo mismo para reflejar esta situación.

¿Otras cantoras se vieron reflejadas en la pantalla?

A.L: Absolutamente. Era como una sintonía de todas las mujeres que reían, había una empatía con cada historia. Me acuerdo también que Mauricia me decía “¿Sabes qué? Cada una de estas mujeres está contando la misma historia que yo viví” y es verdad. Es decir, toda la tradición oral viene de las abuelas o de las tías, eso es calcado, y si vas a entrevistar a otra es lo mismo, que aprendió el canto de la abuela o desde las tías abuelas. ¿Qué más hay en común? El abandono, porque en general las madres venían a trabajar acá (a la capital) como nanas, entonces son las abuelas las que educaban a los nietos, que es el caso de Mauricia y varias otras que hemos entrevistado. El canto las salva, ese canto que era para sí mismos, eso es interesante porque hay muchos cantos que nadie escuchó porque los cantan para sí mismas, no para otros, son muy íntimos esos cantos. Cada cantora es el reflejo de lo que pasa con muchas mujeres en el campo.

M.S: Con una comunidad entera. Es la comunidad la que se refleja en los cantos, no solo el mundo de la cantora, sino que el mundo de la comunidad, del territorio. El territorio inserta a la cantora en la comunidad, y es el territorio o su comunidad quiénes la reconocen como cantora, no es que yo diga: “oh soy cantora”. Yo cuando he ido a entrevistar, o he ido a buscar cantoras a algún lugar, una calle, callejón, camino al cerro, digo “¿hay alguna cantora aquí?” y siempre sale alguien diciendo “sí, allí en el lomito está la señora…”, y ahí está la cantora, toda la comunidad conoce a la cantora, es un reflejo de su territorio.

Vemos en la película a la guitarra como el instrumento más usado por las cantoras. ¿La guitarra es un personaje más de la película, un dispositivo más para expresar sus voces, es algo que viene del territorio?

M.S: Sí, la guitarra es parte de la cantora. Toda cantora se identifica con la guitarra, y su guitarra es su compañera. Su guitarra es su confidente, la que la acompaña en las tristezas y en las alegrías. Su guitarra es la que la acompaña en las fiestas y en los velorios. Entonces, la guitarra es el instrumento, aparte de su voz, más fundamental del canto de una cantora campesina.

¿Una extensión de ustedes?

M.S: Así es, es una extensión de nosotras.

Y como tal, está súper presente en el documental, aunque también supe que tocas el acordeón, ¿qué otros instrumentos te sirven para cantar?

M.S: En realidad, yo no toco el acordeón. Sólo le enseño a los niños a tocar el acordeón, pero no soy acordeonista. Mi hijo aprendió a tocar el acordeón, yo le enseñé a tocar algunas cosas. Enseño en la escuela algunas cosas básicas de acordeón, pero tocó la guitarra, que es mi instrumento fundamental. No me he dedicado realmente a ningún otro instrumento más que la guitarra. Me gustaría mucho sí, aprender a tocar el rabel. El rabel es un instrumento tipo violín, que tiene tres cuerdas, y es un instrumento de cuerdas frotadas que se tocan, tiene un arco, tiene las tres cuerdas. Búsquenlo como rabel chileno, o rabel también se llama. Se acompaña mucho para las tonadas sentidas o las tonadas tristes, y también sirve para el canto a lo humano y el canto a lo poeta.

Y todas las cantoras del documental presentan una canción o dos, siempre las vemos cantando, ¿esas canciones las eligen ellas, ustedes las ayudaron a elegirlas, o salió natural?

A.L: No, las eligen ellas. En general, si te fijas, la canción está super ligada al relato que cuentan. Esa canción era el desahogo o la sanación de esa situación dolorosa que cuentan, pero también quiero poner el hincapié en que los cantos que surgen no solamente surgen por el dolor, también pueden surgir por picardía, por conquistar a los chicos, como dice María Eugenia, por sentires positivos, no solamente negativos. Lo que pasa es que como nos metimos en el mundo machista y violento de hoy, pero que está invisibilizado totalmente, nos fuimos por ese tipo de registro.

M.S: En el fondo, es lo que salió, nosotros no buscamos ese relato, ese relato salió auténticamente natural. Cada una relató lo que le dolía, en ese momento. No fue que nosotras fuéramos a buscar ese relato, no fuimos a buscar un relato de dolor, pero coincidió que cada una quería relatar lo que le dolía, y eso es lo que está en la película.

¿Cómo fueron esas entrevistas? ¿Hubo visitas anteriores a las cantoras o llegaron y esto es lo que salió así natural?

A.L: María Eugenia tuvo una sola visita, pero en general yo iba con una cámara de investigación y trataba de grabar lo más pulcramente posible, porque en la primera grabación salía con más fuerza ese dolor. Después, cuando ya íbamos con el camarógrafo, el sonidista y el equipo, ahí ellas estaban más preparadas a ser actrices de su propio cuento, entonces muchas veces las filmamos, pero el relato en off es el relato de la cámara de investigación, de la primera vez. El audio que se escucha es en general, lo que grabé en la cámara de investigación de la primera vez, y la imagen es como más lo que…

Lo que fueron a grabar con el equipo completo y la producción.

A.L: Pero no porque nos contara otro cuento, sino que nos contaba el mismo relato pero ya de alguna manera…

M.S: Estaba intervenido.

A.L: Ahí ellas se sentían una actriz de su relato.

M.S: Y están intervenidas por las cámaras, ahí deja de ser natural, entonces también es súper importante esa aclaración que hace Ana, porque lo que está relatado, está relatado desde el alma, no desde la imagen, desde lo que yo veo en la imagen, de que me quiera ver bonita o no sé, como que quiera posar para la cámara, pero no. Está desde las tripas, desde muy profundo, entonces la visita de Amalia fue la única, la de María Eugenia fue la única, la de Fran fue la única, la de Anita Julia…

A.L: No, ahí hubo dos.

M.S: Claro, pero son casi todas a la primera, hagamos lo que sale, y fueron saliendo esas cosas, no había mucho que escarbar.

¿Ven la película como un ejercicio pedagógico, artístico, de memoria, un poco de todo?

A.L: Yo creo que tuvo distintas capas que corresponden al proceso de la película. En un primer tiempo me sentía como compiladora del canto campesino, sólo que lo hacía a través de una cámara y no como Mauricia, que lo hace desde un registro de audio solamente. Así que está la capa de recopiladora audiovisual, pero después al ver las historias, el canto y esas voces acalladas que se están expresando en el campo, toma más la forma que tiene de denuncia de lo que sufre la mujer en el campo, y cuando empecé a ampliar, y entendiendo que la violencia también está en mí y en la ciudad, lo voy viendo en todo el mundo, sobretodo en este momento histórico que es muy cruel y violento. En realidad, yo no diría pedagógico, pero sí me interesó indagar en cómo ellas resolvían su violencia para seguir adelante con sus vidas, para poder educar a sus hijos, para hacer comunidad, porque de alguna manera lo resuelven de una forma novedosa que algunas veces digo que es como una actitud de futuro, porque lo que sí tengo claro es que mantenerse en una postura de víctima y, por lo tanto, como soy víctima estoy resentida, y como estoy resentida quiero la venganza y soy rencorosa, y todo el mundo me cae mal, y estoy envenenada con todo el mundo. Esa postura no sirve para nada, porque no tienes lucidez para pelear por tus causas, no hay fuerza interna para pelear por tus causas. Me parece muy loable encontrar cómo lo logran algunas de ellas. Lo veo en Mauricia, una forma de enfrentar la violencia desde otro lado, y yo esperaría que eso fuera una conducta a futuro. Como “Ok, me tocaron cosas pero no voy a envenenar toda mi vida por eso que me pasó, porque necesito lucidez y necesito la fuerza para poder dar la pelea en otro lado”.

¿Es una forma de ver las cosas que esperas que se contagie?

A.L: Yo creo que, de hecho, se contagia. Yo veo que Mauricia es capaz de contagiarla, en algunas mujeres que tenían como un tono más resentido, el abrirles el futuro, conectar con la dignidad, conectarlas con una fuerza interna les cambia la óptica de lo que les pasó.

Dijiste (a Mauricia Saavedra) que las personas son un mundo. ¿Hay algún otro aspecto quizás de tu vida, de tu activismo, de tu labor en la pedagogía, que creas que da para participar de otro documental, de otra película?

M.S: (Riendo) No gracias. En este momento yo creo que hay tanta documentación sobre tantas cosas, pero en realidad yo creo que me fui entregando a esto porque me venía una inspiración del alto cielo, y agradecer este regalo era como aceptar lo que me estaba llegando, que era un regalo muy maravilloso y no tengo más expectativas con eso, no espero seguir en esto de los documentales. Lo que sí, es mi sueño que el mundo cambie, que las cantoras puedan seguir sanando a través del canto y que puedan seguir haciendo esta conciencia de que son capaces de transformar su mundo. Como cada una es un mundo, que vayan descubriendo ese mundo y lo vayan transformando, y ese es mi sueño.

A partir de esta película ¿Tienes otros proyectos que ya estés pensando para el futuro?

A.L: Sí, absolutamente. Yo acá, en esta película, si la sintetizo desde ahora y no desde el comienzo, porque como ya ves se fue transformando. Acá hago una denuncia del campo chileno y la amplío a una situación de reflexión a la violencia más generalizada, y esto me llevó a otro documental que estoy trabajando que es: Toda esta crueldad que estamos viviendo hoy, que si es cómo que hubiera desaparecido algo que nos animó mucho tiempo y nos protegió como especie, que es esa protección de la vida, ¿Dónde quedó esa protección de la vida? ¿Es hacer comunidad? ¿Proteger los nacimientos? Todos estos valores que durante el paleolítico nos salvó de las glaciaciones, durante el neolítico fueron también un valor. Estuve escarbando y me doy cuenta que por mucho tiempo habían diosas, porque no se conocían los dos principios de los masculino y lo femenino. Antes se conocía el principio desde lo femenino, y la vida surgía desde lo femenino, desde la tierra, desde la hembra y desde las mujeres. Entonces durante miles de años uno estaba conectado con algo sagrado y lo sagrado de la vida venía desde los femenino. Hoy pareciera que estamos en una cultura de la muerte, entonces estoy investigando en qué momento, si es que lo hubiera, desapareció ese sentir sagrado de protección de la vida, que ya no es como una denuncia tan específica sino que son como preguntas más intangibles, pero sobre el mismo tema.

¿Hubo otro título que les habría gustado para el documental o sienten que calza perfecto?

M.S: No, calza perfecto. Nos costó encontrar el título. Pasamos por algunos títulos antes, pasamos por varios que ya no los recuerdo pero cuando escuchamos cantar a Anita Julia el Yo no canto por cantar, nos quedamos con eso. Incluso investigamos el tema, de dónde venía, y claro, está la tradición de hace muchos muchos años, hay muchas tonadas con Yo no canto por cantar.

Más de lo que la gente cree, porque los primeros resultados en internet son Víctor Jara.

M.S: Claro, pero no es de él, es de la tradición. Por lo tanto, el documental tomó el nombre porque esta cantora cantó esa canción, que dice “yo no canto por cantar; ni por tener buena voz; canto para desechar penas que traigo en el corazón”.

A.L: Para terminar quiero invitar a toda la gente a conectarse con Miradoc Chile, porque ahí pueden ver todas las funciones, los días, los horarios, los cines que van a pasar la película. Nos encantaría que vieran la película, que nos hagan comentarios, que nos escriban.

Ficha técnica

Título original: “Yo no canto por cantar”

Dirección: Ana L’Homme

Guion: Ana L’Homme

Fotografía: Patricio Alfaro

Sonido: Delphine Joly, Paula Díaz, Fernando Gaitán

Edición: Ana L’Homme, Sofía Pulido

Producción: León Alado (Chile) – Canal Cultura (Colombia)

Reparto: Mauricia Saavedra, Amalia Céspedes, Francisca Navarro, Anita Julia Rojas, Doralisa Gómez Rojas y María Eugenia Manríquez.

Duración: 80 min.

Año: 2024

Género: Documental musical 

País de Origen: Chile

Distribuye: Miradoc

Estreno en salas de cine: 2 de octubre de 2025

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