Crítica de cine “Springsteen Deliver Me From Nowhere”: Elegante y melancólica

Por Álvaro Guerrero 

Este es el biopic de un breve pero tormentoso periodo en la vida del cantautor Bruce Springsteen. Se podría decir que el nombre del cantante no requiere presentación previa, está anclado a la memoria colectiva, a pesar de gustar o no. Para el caso del cine, el estadounidense compuso hace más de treinta años un álbum dedicado a las canciones de la película Filadelfia, odisea sentimental y legal por los caminos del Sida y la amistad masculina. Springsteen es ícono de la cultura pop, un artista y rock star que ha mezclado inusualmente los rasgos varoniles de un primer Elvis, camionero del rock and roll, con la tradición de la trova folk en el trabajo de las líricas, desde Woodie Guthrie a Bob Dylan. Un escritor argentino alguna vez definió de forma sarcástica al “jefe”, como una mezcla de Dylan con Sylvester Stallone

En esta película, el músico se muestra particularmente taciturno, ensimismado en un torrente de emociones bajas, con recurrencia de flashbacks que lo llevan a la infancia, su madre, y en especial a la presencia de un padre alcohólico, frustrado y contradictorio, muchas veces violento. Nos dejan bien en claro de que el protagonista es un poeta sensible que pasa por un momento verídicamente depresivo, que no logra salir de su marasmo y confusión. En medio de ese túnel, Springsteen toma la decisión de grabar en su pieza una serie de canciones nuevas con un equipo de lo más básico, algo que traerá problemas después, al intentar traspasar la pureza que el músico ve en esa cinta de casette al trabajo en estudio. El álbum resultante será Nebraska, clásico introspectivo, y un quiebre dentro de su estilo hasta entonces. Al mismo tiempo comienza a salir con la hermana de un ex compañero de la escuela, una mujer agradable, sencilla, que trabaja de camarera y tiene una hija pequeña. Es alguien que en un momento cree poder quedarse con la estrella, vivir un cuento de amor real sin que nunca se nos insinúe ningún complejo de cenicienta, o algo por el estilo.

Todos estos procesos, donde se remarcan los gestos, donde hay un dramatismo acechante, un fondo que parece alejarse de los personajes o volverse muy oscuro, están grabados a la pantalla con un ritmo lento, una visualidad latente, crepuscular a veces, casi entroncando con una dimensión existencial de la deriva de su actor protagónico, Jeremy Allen White (The Bear), alguien de una presencia contenida para una actuación que demandaría mayor sustancia en el desarrollo del drama de Springsteen consigo mismo. Porque la película está filmada con cierta “clase”, pero muchas veces dejando en duda la necesidad de lentitud, o de algún gesto de intimidad incuestionable que debería revelarse como único y precioso, tan latente y único como las decisiones de cámara, pero que a veces es recurrente, simplemente se repite y pierde naturalidad.

Lo de Bruce con su novia es algo que parece inevitablemente destinado al olvido casual, pero a la vez es interpretado como una última conexión humana con su origen de pueblo, justo antes de algo que el mismo desconoce pero que se avecina y se vislumbra: el estrellato mundial con Born in the Usa, álbum de 1984, el salto ya a otra liga que comienza a pavimentarse antes, con la idea de mudarse a vivir a Los Ángeles, California, con mansión y Hollywood cerca.

Por otra parte el vínculo de Springsteen con su padre tiene a relativizarse tanto, que parece debilitarse como fuerza motora de la evolución y lucha del cantautor por sobrevivir a su propio dolor. El punto más interesante de esta última temática del filme radica en la constatación, más allá de los méritos de la película al hablar sobre ello, en la presencia de una masculinidad tradicional sujeta a los matices, valóricos, de personalidad, de gestualidad misma, que en la desesperación suelen aflorar más que nunca. Algo de eso ya había en The Smashing Machine, el otro biopic del 2025 que aborda el mito y la masculinidad desde la fragilidad y la camaradería, no desde algún parámetro satírico.

En la segunda mitad comienza a erosionarse la interioridad que uno espera tras el montaje de imágenes elegantes, con actuaciones concentradas, espontáneas. Es un tema de guion donde el futuro mito en crisis, el artista disociado justo en un momento de transición y exigencia de desapego, deberían acompañarse de un mejor desarrollo de la interioridad del personaje y por ende de su medio ambiente. Es como si la película se reiniciara en su segunda mitad, apelando a un tono aún más dramático y depresivo.

Allen White tiene un magnetismo especial, también Jeremy Strong, en el rol de su amigo y manager de siempre, y Odessa Young, como la novia enamorada de un hombre fantasma, dotan de emoción fidedigna el atractivo torrente de escenas que lamentablemente en algún punto, comienzan a repetirse como un puzle que se volvió a rehacer.

Springsteen: música de ninguna parte, está en la encrucijada de ser un acompañamiento visual, bello a ratos, de la escucha del álbum Nebraska, haciendo hincapié en las líricas que Springsteen vinculó de forma muy personal a su vida y recuerdos, o a ser una biografía seria, melancólica y pausada en un conflictivo año en la vida de alguien que se presume profundo y sensible. No lo resuelve bien, pero permite vislumbrar al menos a trechos, pedazos de vida y otros pliegues de lo que podría haber sido una mejor película, y con aún más música.

Ficha Técnica 

Título original: Springsteen: Deliver Me From Nowhere 

Dirección: Scott Cooper

Guion: Scott Cooper, Warren Zanes

Reparto: Jeremy Allen White, Jeremy Strong, Odessa Young, Stephen Graham, Paul Walter Houser, Gabby Hoffmann

Música: Bruce Springsteen, Jeremiah Fraites

Fotografía: Masanobu Katayanagi     

Duración: 120 minutos

Género: biografía, drama, música

País: Estados Unidos

Estreno: 30 de octubre

Distribuidora: Cinecolor

Loading

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *