Por Romina Burbano Pabst
te guardo entre mis manos,
frágil acontecer
-déjate caer-
Endless, déjame caer no es tan solo una obra de danza contemporánea, sino una invitación a entrar en nuestra propia vulnerabilidad: a preguntarnos hasta qué punto podemos sostenernos – o sostener al otro – sin quebrarnos. Es una pieza que aborda la fragilidad como condición esencial de lo humano: existir es, siempre, una forma de vulnerabilidad. Aquí el cuerpo cristaliza aquello que normalmente escondemos y convierte la pregunta en un gesto vivo: ¿cómo habitamos la vulnerabilidad?
La obra abre un espacio donde la pregunta se despliega en el cuerpo y la voz, invitándonos a sumergirnos en un mar de afectos, resonancias y transformaciones. Creada por la dupla Mayo Rodríguez Baeza y Carla Romero, junto con la composición musical y ejecución en vivo de Carolina Holzapfel, la experiencia propone un mirar hacia adentro, una posibilidad de vernos a los ojos a través del movimiento.
la cercanía se vuelve distancia
y la distancia se agita
se expande
Entré al anfiteatro del MAC y lo primero que noté es que los asientos del público rodeaban el espacio escénico: una perspectiva 360° que abre la mirada y desmonta cualquier distancia. Me senté mientras las miradas del público entrante se cruzaban con la mía, y en ese simple gesto ya había algo de vulnerabilidad. La luz natural entra con suavidad, expandiendo el espacio; su dimensión y circularidad resultaban acogedoras de una manera casi sublime. Desde esa primera impresión, se comprende que la obra no busca representar la vulnerabilidad sino habitarla.
Los intérpretes fuera del espacio, permanecen en los bordes– detrás del público- casi disueltos entre las columnas y las luces LED. Dependiendo de dónde estoy, veo solo a algunos de ellos; otros aparecen apenas como un escorzo o un reflejo en el rabillo del ojo. A mi lado, una intérprete comienza a rozar el espacio con las manos, como si tocara algo que solo ella pudiera percibir dentro suyo. Se toca la piel, la siente, la escucha: una vulnerabilidad calma, íntima, que explora en su cuerpo sin juzgar.
En el extremo opuesto, otro cuerpo tiembla, sostenido por una tensión que parece nacer desde el centro de su columna. Más allá, otro intérprete se mueve desde la lentitud como si su cuerpo fuese a quebrarse si se provocaba un movimiento abrupto o como si cada articulación necesitara tiempo para recordar cómo continuar. Y así, uno a uno – César Avendaño, Mayo Rodríguez Baeza, Alex Soprano, Constanza Morales, Tomás Romo Olivares, Carla Romero y Gabriela Suazo- van abriendo camino, desplegando una constelación de fragilidades singulares.
Aquí no hay una sola forma de vulnerabilidad, cada cuerpo cristaliza la suya, su propio modo de agitar, de caer, de sostener, de abrazar. La escena se vuelve un tejido de sensibilidades que conviven sin jerarquía, el espacio y el cuerpo se convierte un territorio donde lo vulnerable no se esconde: se manifiesta en su debido tiempo.
¿cuánto puedo sostener(me)?
¿cuándo me dejo caer?
Cuando los intérpretes comienzan a acercarse unos a otros, la escena se transforma en una coreografía colectiva donde cada quien sigue habitando su propio mundo interno. No se anulan entre sí: coexisten y sus danzas se convierten en canal de relación. Sus movimientos se entrelazan sin perder la particularidad de cada vulnerabilidad, como si cada cuerpo conservara un pulso íntimo que late incluso dentro del grupo.
En esta dinámica aparece algo interesante: el acto de dejarse caer. Surge primero como un gesto mínimo, casi tímido. Una rodilla cede, un torso se inclina, un brazo se suspende. Y entonces, entre el peso que va cediendo y la nostalgia de levantarse, aparece el otro: no como salvador, sino como presencia, como cuerpo disponible, atento. Quien es sostenido también sostiene; lo hace con una delicadeza que no corrige ni repara, sino que acompaña y entiende. Ese acto de sostener es un abrazo suave que no aprisiona, que no impone estabilidad, sino que ofrece un suelo momentáneo donde soltar.
-trazo-
sobre la capa fina del espacio
donde todo se desarma
y se reconstruye
Cada caída parece ser una pregunta, un afecto que se expande y quiere ser escuchado. Hay algo profundamente conmovedor en observar cómo un cuerpo se entrega a otro con total confianza, como si el cuerpo supiera – antes que la mente- que no cae al vacío, sino hacia una presencia que lo recibe. Aquí el cuidado no se presenta como un gesto técnico es, en el sentido que propone Merleau-Ponty, un modo de estar con el otro desde el propio cuerpo, desde la sensibilidad compartida donde mi movimiento nunca es solo mío, sino siempre un tejido con el mundo.
Dejarse caer y sostener es reconocer la fragilidad del otro porque también la he sentido en mi propio cuerpo, en mi experiencia de ser vivo. Cuidar, entonces, es percibir que la vulnerabilidad de los otros resuena con la mía. Los cuerpos danzantes no buscan proteger ni controlar: sus cuerpos se encuentran en una atención profunda, una escucha silenciosa que reconoce que somos cuerpos expuestos, permeables, en contante transformación. Los intérpretes no invaden, no exigen, simplemente están y coexisten. En su danza esta atención se vuelve casi instintiva, cuerpo a cuerpo escuchan lo que el otro necesita. Es allí – en ese intercambio tan simple y tan humano- donde la danza nos devuelve algo esencial: sostener y ser sostenido no son opuestos, sino impulsos que brotan de la misma trama sensible que nos atraviesa. En ese breve acto de entrega, algo se desarma y se reconstruye al mismo tiempo: el yo, el otro, el entre.
allí donde alguna vez dolí,
te recojo
te abrazo
con ternura e inocencia
Endless, déjame caer se vuelve una experiencia vital que todos deberíamos observar y escuchar alguna vez. Trae devuelta la atención al cuerpo, a los detalles sutiles. Reconocemos la vulnerabilidad habitándola en ese espacio, en ese momento, con cariño y sin juicio. El trabajo de esta obra y quienes la componen, logra construir un tejido sensible que toca y conmueve. Quien lo presencia sale distinto: queda revoloteando cada gesto, cada caída compartida, cada respiración que permite habitar la vulnerabilidad como un territorio común.
Quizás esa sea la fuerza profunda de la pieza: recordarnos que el cuerpo – su fragilidad, su temblor, su entrega, su delicadeza- también es un modo de decir aquí estoy, de ofrecernos, de dejarnos caer y ser sostenidos. Es allí, en ese espacio donde la fragilidad descansa donde surge la posibilidad del encuentro, del cuidado, de la comprensión. La vulnerabilidad no quiebra, nos vuelve cuerpos sintientes, vivos.
Solo quien acepta su propia vulnerabilidad puede realmente abrirse al otro.
Ficha Técnica
Título: Endless, Déjame caer
País: Chile
Concepto, Dirección Artística y Coreografía: Mayo Rodríguez Baeza y Carla Romero
Danza y Co-coreografía : César Avendaño, Alex Soprano, Constanza Morales, Mayo Rodríguez Baeza, Tomás Romo, Carla Romero, Gabriela Suazo.
Diseño de Arte, Iluminación y Vestuario: Eduardo Cerón.
Composición musical y ejecución en vivo: Carolina Holpzapfel
Diseño sonoro: Guillermo Eisner
Técnica sonido: Matías Espinoza
Producción creativa: Elisa Torres
Diseño gráficas: Jesús Videla
Diseño fanzine: Mutantezine
Proyecto financiado por el Fondo Nacional de Fomento y Desarrollo de Las Artes Escénicas, CONVOCATORIA 2024, Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
Colaboran: Museo de Arte Contemporánea MAC, Centro Cultural Estación Mapocho, Aiquia Espacio Creativo
Coordenadas
COORDENADAS ENDLESS
Duración: 60 min
Edad: +12 años
GRATIS, con posibilidad de aporte voluntario
https://www.passline.com/sitio/endless
29 y 30 octubre
Miércoles y jueves, 19.30 hrs.
Nave Central
Estación Mapocho
15, 22 y 23 de noviembre
Sábados, 18:30 hrs. Domingo, doble función. Mediodía y 15:30 hrs.
MAC Quinta Normal
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