Chile en el Festival de San Sebastián

por Valeria Jauré

 

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Entre el 21 y 29 de septiembre en España, se realizó como cada año el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, en que  se firmó la Carta por la Paridad y la Inclusión de las Mujeres en el Cine, que es una iniciativa presentada por el colectivo 5050×2020, que tiene por objetivo transparentar la información sobre los proyectos cinematográficos liderados por mujeres. De esta manera, se une al Festival de Cannes, que ya en su versión anterior habría firmado la misma carta.

Este año la Concha de oro, principal premio del Festival, se lo llevó la película española «Entre dos aguas», dirigida por Isaki Lacuesta, que narra la historia de dos hermanos gitanos que se reencuentran en la isla de San Fernando. Y que es a su vez una continuación tras doce años del film La leyenda del tiempo, del mismo director, en que nos cuentan la adolescencia de estos personajes.

 

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Por otro lado, en lo que respecta a las producciones chilenas, el cortometraje «El verano del león eléctrico» de Diego Céspedes recibió el Premio Encuentro Internacional de Estu

diantes de cine, Premio Panavisión. Que en sus veinte minutos de duración nos cuenta un momento en la vida de Alonso junto a su querida hermana Daniela, que están escondidos en una casa lejos de la ciudad. Ella espera para convertirse en la séptima esposa de El León, un profeta que (según dicen) te electrocuta cuando lo tocas.

Este cortometraje tuvo un premiado estreno en el Festival de Cannes, se haexhibido en Guanajuato (México), Molisse (Italia), Sarajevo (Bosnia) y, recientemente, en su premiere chilena fue premiado con la Mención Especial del Jurado a Mejor Dirección en SANFIC.

Otra presencia nacional, pero esta vez en una producción argentina, es la del actor Alfredo Castro, quien participa en «Rojo» dirigida por Benjamín Naishtat (Historia del miedo, 2014), que ganara la Concha de Plata a mejor dirección y premio del jurado a la mejor fotografía. Este film ambientado en los años setenta narra la historia de un extraño hombre que llega a una tranquila ciudad de provincias. En un restaurante, y sin motivo aparente, comienza a agredir a Claudio, un reconocido abogado. La comunidad apoya al abogado y el extraño es humillado y expulsado del lugar. Más tarde y camino a casa, Claudio y su mujer, Susana, son interceptados por el hombre extraño, quien está determinado a cobrarse una terrible venganza.

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Otras producciones cinematográfica chilenas que fueron presentadas en la versión número 66 de este certamen fueron el largometraje «Enigma», de Ignacio Juricic (Locas perdidas), en la sección de Horizontes Latinos.
En esa misma sección compitió «Marilyn» del argentino Martín Rodríguez, que es una coproducción entre Argentina y Chile producida por Giancarlo Nasi de Quijote Films (Chile) que tuvo su estreno en la competencia Panorama de la Berlinale.
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En la sección Zabaltegi-Tabakalera dentro de las dieciocho películas en competencia  participaron dos filmes chilenos. Uno fue el largometraje de animación stop-motion «La casa lobo», de Cristobal León y Joaquín Cociña, que ha sido seleccionada y premiada en múltiples festivales internacionales como Berlín y Annecy. Nos cuenta la historia de María, una joven que busca refugio en una casona tras escapar de una secta de fanáticos religiosos alemanes en Chile. Inspirada en el caso de Colonia Dignidad, esta cinta aparenta ser un cuento de hadas producido por el líder de la secta para adoctrinar a sus seguidores.
El segundo filme es «Sobre las cosas que me han pasado», de José Luis Torres Leiva, quien en el año 2016 ya había participado con El viento sabe que vuelvo a casa y en 2017 con El sueño de Ana. Este cortometraje está basado en el libro del escritor Marcelo Matthey, que narra su propia vida: constantes paseos por calles, casas y playas son volcados en anotaciones de lo que vio, sintió o pensó durante esos momentos, pero rescatando solo los momentos en los que ocurren las cosas y que pasan por la cabeza.
La participación en este y otros festivales de cine de renombre alrededor del mundo no hace sino hablar de la calidad de las producciones nacionales, las mismas que a su vez, deben esperar una buena recepción en el extranjero, en este tipo de instancias, para que dicho reconocimiento les permita abrirse las puertas para su exhibición comercial en este mercado tan cerrado y pequeño como lo es nuestro país.

 

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