Columna de Opinión «Que invocarla no sea en vano»: En recuerdo de la artista Gracia Barrios

 

Por Ana Catalina Castillo

Me dejo atrapar por las palabras que se escapan como de un papel hasta el lienzo y se instalan en medio de los azules y grises en De la Calle 1: “humano, humanismo, humanizar”.

Reviso fotos, busco entrevistas, pero las redes me resultan mezquinas. ¿Dónde está doña Gracia con su pelo tomado y la perenne figura de don José a su lado? Claramente, no en la vorágine de la inmediatez, sino en otro sitio. Tampoco en los datos ni en las fechas. La pintora ya forma parte de un espacio que está más allá: el de los inolvidables e imprescindibles a la hora de contar no solo la historia del arte en Chile, sino también la de tantos hombres y tantas mujeres que circulaban por sus telas, que se nutrían del material humano proporcionado por las luchas de cada día.

La busco e invoco en los trazos fuertes y gruesos, de eco telúrico, que reflejaban las palabras que pronunciaría en 2011 cuando recibía, por fin, el Premio Nacional de Artes Plásticas: “Como artista uno siempre tiene una preocupación recurrente, en mi caso es pensar de forma permanente la vida y la realidad humana”. Y así vivió como artista y maestra de tantas generaciones que hoy la recuerdan y la despiden. Pensando en el país y en el continente, pues como también lo señaló más de una vez, su obra pictórica en constante fusión y fluidez con la vida y sus circunstancias sociales e históricas, tuvo la esencia de lo latinoamericano.

Vuelvo al cuadro, que siempre me ha llamado la atención, y reflexiono en las búsquedas artísticas desesperadas. Aquellas en que se recurre a la mixtura de soportes y lenguajes para dotar de vida a la obra. Y en ese empeño, Gracia Barrios Rivadeneira pasó su larga existencia, pues, como expresó en varias oportunidades, su inspiración era un testimonio de la vida misma, la que se plasmaba en sus cuadros, sobre todo, a través de figuras humanas.

Le gustaba la gente a la pintora, que desde pequeña, según confesó, notaba que en sus dibujos, aunque representaran objetos, se escondían figuras humanas. En solitario, en el sentido más profundo de esta palabra, o formando parte de multitudes, los humanos y la humanidad con sus dolores, carencias y demandas estuvieron en sus pinturas. Algunas tan grandes como la complejidad de la realidad que la preocupaba y que abordaba desde los materiales que casi resultaban una extensión de sí misma.

Volver una y otra vez a la obra de Gracia Barrios será un ejercicio pendiente en un momento histórico en que, a veces, lo que parece más natural se extravía y nos aleja de la ruta que nos puede conducir a cualquiera de los caminos que invoquen, como en un mantra colorido y terrestre: “humano, humanismo, humanizar”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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