Crítica de cine «130 hermanos»: Amor sin sangre y lazos de corazón

Por Pablo Troncoso

La Fundación Kumelen trae este largometraje documental, llamado 130 Hermanos que aborda la discusión pública sobre el destino de los niños, niñas y adolescentes (NNA) sin hogar. Aquí conocemos la familia de Melba y Víctor que en los últimos 40 años no ha parado de crecer, pues a medida que iban trayendo al mundo hijos biológicos, los únicos 6, poco a poco iban adoptando niños hasta llegar a la cifra de más de 130 adopciones.

Los hilos temáticos que aborda el documental fueron precisos, y, viendo la cantidad de NNA también se destaca la estructura de ésta, en donde las historias dramáticas particulares de los jóvenes ganaron protagonismo en la obra. Tópicos como el embarazo adolescente, las dificultades económicas, el miedo significativo que conlleva llegar a una nueva familia, la educación, y la concepción de infancia eran indispensables para el desarrollo de este film, y este último en particular le trae al espectador ese matiz de la vida que cada día vamos dejando atrás, el hecho de ser niño donde tus últimas preocupaciones eran jugar, reír y salir con tus hermanos o primos, pues trayendo las enseñanzas de este documental la familia se elige, y en tanto las escenas de los niños jugando en el patio o llorando y siendo consolados por los hermanos mayores iban transcurriendo, se transmitía la más pura sensación de nostalgia.

Ahora bien, poco a poco el documental nos trae una realidad atípica, por supuesto, donde vemos a Melba organizar y ser la líder del hogar, y, carismáticamente hablando vemos que dentro de su universo de preocupaciones está la intención de adoptar a quién lo necesite, lo cual no la pareciera abrumar ni un poco. El documental y el hogar de la familia tienen un aspecto en común: el orden, pues a pesar de la agobiadora idea de lo que podría conllevar tener a más de 100 menores de edad bajo tutela, en ningún momento se pierde el hilo conductor del relato, ni el estilo de vida que se ve reflejado en la cinta: tenían sus horarios según la edad de cada uno, y así, iban ayudando con los quehaceres de la casa. Imagino que el trabajo de producción esencialmente tuvo que ser organizado para lograr una hazaña así.

Por otro lado la fotografía es sublime, basta con detener el documental para darte cuenta que, cuadro por cuadro, las imágenes transmiten más que mil palabras, donde las problemáticas sociales son palpables, las composiciones son orgánicas y los retratos  geniales. Un aspecto desfavorable es que algunos planos están quemados, es decir, se notaba un color blanco brillante al fondo causado por la luz del sol, pero creo que se rescatan porque estaban condicionados por factores que no podían controlar, como el clima y el horario de grabación, y aún con ello en contra obtienen imágenes espectaculares dentro de la mayoría de la historia.

El cuidado sonoro me pareció interesante por dos aspectos principales; en primer lugar, porque al contrario de otros documentales, donde el dramatismo es guiado por la música -usualmente con un violín y piano – acá no recurrieron a ello y sentí que en vez de exaltar el drama, simplemente respetaron la realidad tal y como es, intensa, sí, pero no por ello con la intención de inducir emociones a través de este tratamiento. Lo segundo es el dominio del ruido ambiente por sobre el aislamiento de un entrevistado. Este punto fue demasiado bien pensado, ya que lógicamente no se le podría haber dado protagonismo simultáneamente con un micrófono a cada niño, así que se optó por una omnidireccionalidad en cuanto a la recepción de audio, lo que trajo como consecuencia una inmersión con el ambiente infantil.

El documental es un retrato colectivo de la sensibilidad de la niñez que aprovecha la instancia para mostrar que, a veces, y solo a veces, la osadía de las decisiones tan radicales como la de tener una familia de más de 100 personas es acompañada por la suerte, cuando se tiene un corazón tan enorme como el de esta familia. Es por ello que este documental es bellísimo, porque no solo pareciera que el corazón de Melba eclipsa a toda la población chilena, sino porque también instala la ética de cómo debería abordarse la infancia en el mundo, con empatía, cuidado y amor.

FICHA TÉCNICA

Título: 130 Hermanos

Duración: 70 minutos

País: Costa Rica

País productor: Chile

Guion: Ainara Aparici y Susana Quiroz

Dirección de fotografía: Eduardo Guaita

Productores ejecutivos: Daniela Camino, Ainara Aparici, Eduardo Guaita, Gonzalo Carracedo

Montaje: Rosa Ordoñez

Sonido: Iván Muñoz

Música original: Eduardo Svart

Casas Productoras: Mimbre Producciones, Fundación Kumelén, Atómica SpA, Al Jazeera

Producción Asociada: Sputnik Films, Kuter Films

Productores: Daniela Camino, Ainara Aparici

 

 

 

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