Por Magdalena Hermosilla
Anselm (Anselm: Das Rauschen der Zeit) es la última película documental dirigida por Wim Wenders, que narra el arte del pintor y escultor alemán Anselm Kiefer. Esta película de cine autobiográfico, está protagonizada por el mismo Kiefer y cuenta con las interpretaciones de Daniel Kiefer como Anselm joven y de Anton Wenders como Anselm niño.
La película es un proyecto audiovisual experimental e inmersiva que utiliza el trabajo, obra, trayectoria vital, inspiración, proceso creativo y las fascinaciones del artista para difuminar los límites entre lo documental y la ficción, el cine y las artes visuales, el pasado y el presente.
Wim Wenders es un reconocido guionista, productor, actor y director de cine alemán que también ha tenido un prolífico trabajo en los Estados Unidos. El cineasta es ampliamente considerado como una de las figuras fundamentales del género de las “Road Movies”, pero ha indagado en todo tipo de lenguajes, géneros y técnicas cinematográficas. Desde inicios de los 70 hasta la fecha, Wenders ha realizado más de 50 películas, entre cortometrajes, películas de ficción y documentales, siendo los más reconocidos: El Estado de las Cosas (1982), París, Texas (1984), El cielo Sobre Berlín (1987), ¡Tan lejos, tan cerca! (1993), Más allá de las nubes (1995), Buena Vista Social Club (2000) y La sal de la Tierra (2014), entre otras.
Habiendo nacido en una época en la que Alemania comenzó a girar hacia la cultura estadounidense para olvidar su propio pasado, Wenders tiende a explorar en sus películas la presencia estadounidense en el inconsciente europeo, o más concretamente, la americanización de la Alemania de posguerra. A su vez, la gran mayoría de los documentales que ha realizado hasta la fecha, ponen su foco central en artistas de todo tipo, directores de cine, productores, diseñadores de moda, coreógrafas-bailarinas, etc. mostrando los procesos productivos de sus obras y los acontecimientos que los han forjado en ellas. Anselm sigue esta misma línea.
No creo que se podría hablar, en este contexto, sobre Anselm simplemente como una película de Wim Wenders que muestra a Anselm Kiefer, sino -me atrevería a decir- que es una co-creación entre ambos artistas. No es una película tanto sobre el artista sino, con el artista. Es una reflexión y recorrido de su historia personal y profesional, mediante sus obras más recientes, la conexión con la mitología, la poesía y el juego de temporalidades que unen el pasado con el presente.
Una de las cosas más interesantes del filme, es que responde a una tendencia del cine contemporáneo que nos lleva a borrar los límites que separan los diferentes géneros, técnicas y lenguajes de expresión que pueden conformar una película. Anselm es claramente un documental, pero que está pensado narrativa y estéticamente en términos de ficción, con momentos de recreaciones de la vida de Kiefer, en los que se introducen material de archivo, animación, sobre posición de planos o doble exposición. Es un documental experimental, que juega entre abstracción de la imagen, lo sinestésico del sonido y lo poético del lenguaje.
Aunque el documental como género suele conllevar registros de lo real no planificado y por más que aquí pareciera haber una amalgama de distintos elementos que podrían caer en el caos, es muy claro al momento de ver la película que no hay un azar o una aleatoriedad en su construcción, está todo muy bien pensado en términos de evocaciones sensoriales y sentidos de la expresión subjetiva. Todos los planos de figuración y pistas de sentido que puede tener el cine como lenguaje, son trabajados y desarrollados dentro de esta experimentación y difuminación de los límites.
En pos de esta función, considero importante destacar la dimensión sonora, que se desprende en lo intra y extra-diegético de forma muy consciente, creando una atmósfera. Escuchamos el silencio del bosque y luego el estridente sonido industrial del taller, escuchamos las palabras de un poema leído por un Anselm niño, al mismo tiempo que un Anselm Adulto, se crea un ambiente sonoro que responde a la experimentación y abstracción del filme.
Podemos ver, por ejemplo, en una de las primeras escenas de la película, unos vestidos enyesados puestos en sus respectivos bustos de costura y con elementos diversos puestos donde iría la cabeza de las mujeres. Uno de ellos, el primero que nos muestran, está en medio de un bosque, con pequeñas posas de agua que parecen haber quedado después de la lluvia, luego entramos a un gran galpón de fábrica lleno de ellos. Es una de las últimas obras de Kiefer y trae consigo varias reflexiones interesantes que se va hilando a medida que avanza el filme.
Cada vez que salen los vestidos en escena, son acompañados de sonidos de respiraciones profundas, susurros y cantos que se van introduciendo progresivamente, casi imperceptibles al comienzo. Es un sonido envolvente y sinestésico que genera en los espectadores una rara sensación de presencia y ausencia al mismo tiempo, una alegoría de la reminiscencia. Mujeres sin rostro, pero que hablan y cantan.
Es una imagen que bordea lo fantasmal, pero de eso se trata, hay algo en estas mujeres que no vemos y que nos susurran que “seguimos aquí, no hemos sido olvidadas”, algo que se complementa con las imágenes de archivo de mujeres durante la segunda guerra mundial y la lectura de un poema sobre la madre de Kiefer, algo que nos permite introducirnos al gran tema recurrente con el que trabaja esta película: la memoria, el recuerdo y la difuminación de los límites de la temporalidad lineal.
Esta tesis de la temporalidad que plantea la película y que va avanzando y enredándose orgánicamente entre los diferentes momentos de la vida y carrera de Anselm Kiefer, nos lleva también al tema más recurrente en la obra del artista: El nacismo alemán, la segunda guerra mundial y el holocausto.
Kiefer fue una figura muy controversial en los años 70 con sus pinturas matéricas y expresiones fotográficas que constantemente hacían alusión a una de las partes más oscuras del pasado de Alemania. Inspirado en los poemas de Paul Celan y la filosofía de Martin Heidegger (dos figuras contrapuestas en esta disyuntiva) y siendo un aficionado a la mitología y la historia, Kiefer fue uno de los principales artistas alemanes que acusaban el silencio y la política del olvido en la Alemania de la posguerra.
Quizás este factor fue uno de los cuales acercó a Wenders a la obra de Kiefer, habiendo nacido ambos en Alemania en 1945, vivieron y fueron testigos de la ley del olvido, creciendo en un contexto donde se toma la decisión consciente de guardar silencio. Ambos, cada quien desde su propia disciplina y dirección, trabajaron desde una mirada crítica el contexto pos-guerra en Alemania, decidiendo romper este silencio.
De cierta forma, en esta película, ambos reconstruyen también esa parte de la historia donde el pasado de su país, vuelve también a su presente, por medio de un lenguaje poético, tanto en lo narrativo como en lo estético, donde mientras escuchamos La Fuga de la muerte de Paul Celan, vemos materiales de archivo de este periodo de la historia, que se entrelaza con las pinturas de Kiefer.
Y con esto hay otro análisis estético interesante de abordar, los materiales de archivo mostrados en película nunca están descontextualizados, siempre se muestran proyectados en alguna superficie o desde algún aparato. De cierta forma, esto también responde a esta narrativa de ficcionalizar lo documental, construirlo en función de la trama y de hacer visible la confluencia entre lo pasado y el presente. Lo interesantes es, además, que los lugares en los que se proyecta el material de archivo, es decir, los lugares en los que está grabada la gran mayoría de la película, tienen también esta cualidad.
La película se mueve en una serie de talleres. La estructura se divide y va introduciéndose desde diferentes fábricas abandonadas que fueron espacios renovados por Kiefer para convertirlos en talleres. Lo vemos desde el primero en Hördt, Alemania, hasta su taller más icónico -el actual- en Barjac, Francia. Estos talleres, fábricas abandonadas, a veces a medio demoler, son espacios que encapsulan físicamente todas las esferas poéticas que componen la película, está el recuerdo y las ruinas de la posguerra, está la memoria, el pasado y su vínculo con el presente y aquello orgánico e inorgánico cohabitando en el mismo plano.
Lo orgánico e inorgánico también es un tópico que es utilizado tanto desde lo narrativo como lo técnico-estético. La gran mayoría del trabajo de cámara utiliza travellings circulares, fluidos y tomas aéreas que trabajan en la misma dinámica, es como si la cámara danzara entre en el espacio, recorriendo las obras de Kiefer como si fuera una hoja impulsada por la brisa.
En contraposición a ello, también tenemos largos planos fijos, bloques de tiempo, que se muestran en la quietud de la narrativa. En una película que habla constantemente en clave de la confluencia de las contraposiciones y del lugar donde se encuentran dos opuestos. Estas decisiones técnicas permiten generar en el espectador esta sensación de fluidez y encuentro, una cierta calidad onírica, una dimensión cinematográfica que trasciende su propia forma.
En la primera escena de la película -que es en las afueras del taller de Kiefer en Barjac donde se muestra el vestido enyesado- se ve el bosque, la luz entrando por el follaje de los árboles, el pasto tierno con gotas de rocío, las pozas de agua de lluvia en la tierra. Esta imagen se contrapone con la indumentaria y estética propia de lo industrial, de lo urbano, de la civilización que viene de la mano con las fábricas reapropiadas que hacen de talleres de Kiefer. Hay en ello una poética de la imagen y de la narración que hablan desde la transición, y el encuentro de lo que podría ser percibido como dos ideas contrarias, pero que no son más que dos planos coexistentes en el mismo espacio.
Quizás por esto no es casualidad que luego de transitar durante todo el desarrollo de la película en lugares más fundamentalmente industriales, las últimas escenas vuelven al bosque, al agua del río, al sol asomándose entre las copas de los árboles. Tiene una cualidad poética, una cualidad que habla de que el comienzo y el final también de unen eventualmente. Es por esto que la escena que le antecede, es el momento más claro en que esta metáfora de la liminalidad se corporeiza.
Es la escena en la que Kiefer va a la pieza de su infancia, se recuesta en la cama y cierra los ojos, la secuencia cambia de color a blanco y negro y se escucha a Anselm niño (interpretado por Anton Wenders) quien está sentado al lado del artista en la cama, leyéndole sus libros de mitología y poesía que siempre le fascinaron y forjaron tanto de su trabajo posterior. Aquí, en este plano de lo onírico, El pasado y el presente se encuentran al final.
Con esta escena de Kiefer acostado -como la figura central de la gran mayoría de sus dibujos y pinturas- entramos en un surrealismo y tonalidades expresionistas que son parte de su trabajo también. Se vuelve el personaje de la película, protagonista de su obra y Wenders lo integra como tal. Por lo que, cuando Anselm aparece mirando el río en el bosque con el pequeño Anton Wenders sobre sus hombros, como si fuera él mismo, no nos parece extraño como espectadores. Nos han dicho durante todo el filme que ahí está la clave, en esa intersección, en este espacio donde se juntan el documental y la ficción, el cine y lo pictórico, el pasado y el presente. Todo ocurriendo en simultáneo.
Quizás la pista más clara sobre que la película pretendía jugar con esta temporalidad, está en su título Das Rauschen Der Zeit que significa “La prisa del tiempo”. La historia y la facturación del filme se mueve constantemente en función de esta disyuntiva, de intentar alcanzar la prisa del paso del tiempo, de doblegar su linealidad. La escena final en la que Kiefer solo desaparece, al lado de su escultura que hace alusión al mito de Ícaro, pareciera entonces ser muy propicia para concluir el filme. Al fin y al cabo, la figura del artista simplemente se difumina hasta hacerse una con el espacio, de la misma forma en la que se difuminaron todos los límites en su obra.
Ficha técnica:
Título: Anselm (Anselm, Das Rauschen Der Zeit)
Duración: 93 minutos
Año de estreno: 2023
País de origen: Alemania
Director: Wim Wenders
Reparto: Anselm Kiefer
Coordenadas
Ciclo Cine alemán
Sala K
Goethe-Institut Chile
Fecha de Estreno: 15 de mayo 2024