Crítica de cine “Barbie”:  La verdadera “vida en rosa”

Por Paula Frederick

Por estos días, el fenómeno Barbenheimer tiene al mundo revolucionado. La confluencia del estreno de dos de las películas más esperadas del año (Barbie de Greta Gerwig y Oppenheimer, de Christopher Nolan), ha teñido de rosado la historia del creador de la bomba atómica, y le ha dado una inusitada seriedad al mundo plástico de la célebre muñeca. Probablemente, no existan dos películas más distintas. Pero la magia del marketing rosado y el poder de las redes sociales, todo lo pueden. Por ahí, he escuchado la siguiente deducción: Barbie es para los escapistas, que quieren un rato de risas y evasión. Oppenheimer, para los que buscan reflexión y un golpe de realidad. Y es ahora donde me detengo en la película que nos convoca. La osada entrega de la gran Greta Gerwig (Frances Ha, Lady Bird, Mujercitas) podrá ser muchas cosas: plástica, comercial, rosada, exacerbada. Pero liviana, no es. De hecho, sacar adelante con dignidad las aventuras de la icónica muñeca y no morir en el intento, es una tarea aún más titánica que contar un hecho histórico que cambió la humanidad.

Aplausos entonces para Greta Gerwig. Una cineasta joven, osada y que rompió las murallas del cine de nicho independiente, para saltar a las grandes ligas del marketing y el blockbuster, sin perder el hilo conductor que ha caracterizado sus películas: la mujer en el centro, en todas sus formas, con su lucha y reivindicación constante. Porque al final de cuentas, Barbie (una espléndida Margot Robbie) también es mujer. Una joven de aparente perfección que tiene sus demonios internos y una lucha esperándola en el camino, aunque su existencia en la dimensión plástica de Barbieland sea color de rosa. Cada mañana, Barbie estereotipo (ese es su “apellido”) despierta espléndida, saluda a sus vecinas perfectas, disfruta la leche de una taza vacía y se ducha con la temperatura perfecta, pero sin agua cayendo de la regadora. Todo es falso, sintético, pero a la vez lleno de música, colores y luz. Luego de la rutina mañanera, siempre es día de playa. Risas y armonía con su grupo de amigas, todas las versiones posibles de Barbie: deportista, doctora, científica, presidenta, trans, talla grande, embarazada y hasta Premio Nobel. Mientras, el sintético Ken (Ryan Gosling en su máxima genialidad) la observa, admira e intenta infructuosamente transformarse en su novio, sin darse cuenta de que es solo parte del telón de fondo, del engranaje perfecto que rodea a la heroína. Que solo existe a medida que Barbie existe.

Los días transcurren así, como en la matrix, un espacio donde Barbie y todas sus variaciones viven en la ignorancia, convencidas de una verdad, para ellas, absoluta: en el mundo real, las mujeres son igual de libres, respetadas y felices. Todo gracias a la influencia de la muñeca en sus vidas. Lo que desconocen, es el lado oscuro de la Luna: para muchas, Barbie es un ícono de opresión, sexualizado y machista, que ha condicionado a miles de niñas desde los años 60 y representa todo lo que está mal en el mundo. Como se trata de una fábula (narrada por Helen Mirren, además), un buen día el status quo se romperá. Así, surgirá un portal entre ambas realidades, y Barbie comenzará a sentir en carne propia destellos de humanidad: pies planos, celulitis, pensamientos de muerte y oscuridad. Entonces, comienza el viaje de la heroína, la “elegida”, que a partir de su propia crisis deberá cambiar el curso de los acontecimientos, abrirle los ojos a su pueblo y restablecer la armonía. O quizás, instalar un nuevo modo de vivir.

En Barbie, confluyen todos los mundos posibles. Los clásicos del cine (notables los guiños a 2001, odisea del espacio, El Resplandor y Matrix), el imaginario pop, los relatos clásicos, el patriarcado, el abuso, los movimientos sociales, los #Metoo, los #NoesNo. Los tópicos que hoy movilizan a la sociedad se tiñen de rosado, se vuelven de plástico, pero no por eso tienen menos valor. Solo adquieren una forma distinta y se manifiestan desde otro lugar, legitimados en el mundo creado por Gerwig. El humor y la ironía se transforman en las mejores armas de lucha de la directora, con un brillante guion escrito con su pareja, el cineasta Noah Baumbach. Una narración que regala momentos desternillantes, especialmente gracias al Ken de Gosling, su performance estilo comedia demencial y su hilarante epifanía sobre el patriarcado y los caballos.

Quizás, volviendo a la narrativa clásica (Barbie es como Alicia, que viaja al otro lado del espejo para descubrir su verdad), la magia está en el sombrero del conejo. En el factor inesperado que sorprende, rompiendo los prejuicios inevitables que pueden surgir antes de ver la película: ¿Cuál puede ser el aporte de Barbie, más allá de pasar un buen rato y alimentar la nostalgia? ¿Qué profundidad puede ofrecer una barbie que está siempre sonriente y no tiene ningún defecto?

Lo cierto es que la película ofrece diversión, risas y nostalgia. Pero a corto andar, eso pasa a segundo plano. El engranaje plástico de Barbie adquiere un nuevo valor cuando la propuesta de Gerwig despliega sus verdaderos colores que, aunque siempre sean en tonos rosados, no tienen nada de iluso ni inocente. Son los destellos de inseguridad en Barbie y su constante búsqueda de una identidad propia, lo que llena de brillo el relato y le da una consistencia cada vez más potente. Así, la protagonista se mueve entre la liviandad de un musical, el meta cine (con voces en off y miradas a la “cuarta pared”, estilo Nouvelle Vague), la comedia demencial e incluso el género gore. Además, Barbie se siente perdida en el reflejo de todas sus “versiones”, esa variedad interminable de barbies posibles que se despliega como un caleidoscopio, donde toda imagen puede ser la original, o el reflejo ficticio de otra cosa.

El empoderamiento y las redes afectivas de mujeres como única forma de salvar el mundo son los postulados principales de Barbie, cuya bandera rosada se alza y flamea a todas sus anchas. Salir de la caja rosada, romper el plástico y ver el mundo, será el acto más doloroso que nuestra protagonista podrá realizar. A su vez, esta acción adquiere ribetes épicos, pues como buena “heroína”, no se trata solo sobre su salvación, sino que de toda la comunidad que la rodea. También la de las espectadoras que disfrutan la película, muchas vestidas de rosado para la ocasión y que, seguramente, jugaron con alguna de esas barbies en su infancia.

Con su afán de abarcar el mundo entero en dos horas de metraje, Barbie es sin duda un proyecto ambicioso. Esa pretensión a veces le juega en contra, cuando se intenta incluir todas las problemáticas y luchas actuales en cada una de las escenas, lo que a ratos produce un cierto mareo, un exceso de causas por resolver. Pero al final, lo que queda es una suerte de despertar. Una ola rosada que te agarra, te da vueltas y te bota en la orilla, mucho más lucida que antes. Así como ocurre en Barbieland, donde la capacidad de asombro, la curiosidad, las preguntas acerca de la realidad, el escepticismo y el pesimismo, están completamente anuladas, hasta que el “sacrificio” de Barbie despierta todos los sentidos. Un viaje donde descubrimos que la verdadera “vida en rosa”, es poder hacerse preguntas, tener conciencia de lo que somos y absoluta libertad.

Ficha técnica
Titulo original: Barbie
Dirección: Greta Gerwig
Guion: Greta Gerwig, Noah Baumbach
Reparto: Margot Robbie, Ryan Gosling, America Ferrera, Kate McKinnon
Música: Mark Ronson, Andrew Wyatt, Dua Lipa, Billie Eilish, Karol G
Fotografía: Rodrigo Prieto
Distribuidora: Warner Bros.
País: Estados Unidos
Año: 2023
Duración: 114 minutos
Estreno en salas: 20 de julio

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