Crítica de cine “Bird”: Realismo social o realismo mágico

Por Juan Marín

Andrea Arnold, la cineasta inglesa conocida por retratar las clases marginadas británicas desde una perspectiva femenina de profunda compasión y empatía, ha sabido ganarse un lugar destacado en el cine contemporáneo. Desde sus primeros trabajos, Arnold ha sido un fiel reflejo del espíritu del movimiento del «Free cinema» y del realismo social británico, que tiene a grandes nombres como estandartes, por ejemplo: Ken Loach y Mike Leigh. En Bird, la cineasta mantiene su característico enfoque sobre las difíciles realidades de las clases bajas, pero esta vez lo combina con un toque de realismo mágico que transforma la narrativa en una experiencia única.

La historia de Bird sigue a Bailey (Nikiya Adams), una niña de 12 años que vive con su padre Bug (Barry Keoghan) y su hermano Hunter en una modesta casa en el corazón de la pobreza británica. Bug, un padre ausente, no tiene tiempo ni espacio para cuidar de sus hijos, dejando a Bailey, quien se encuentra en la transición hacia la pubertad, en busca de nuevas aventuras y formas de conectar con el mundo. Esta búsqueda la lleva a una curiosa amistad con un misterioso vagabundo interpretado por Franz Rogowski, que es el que le da el nombre a la película, una relación que abre un abanico de posibilidades narrativas que van más allá de la cruda realidad.

Lo que hace a Bird una de mis películas favoritas del 2024 es su capacidad para fusionar dos mundos aparentemente opuestos: el realismo social de figuras como Ken Loach y el realismo mágico de autores como Gabriel García Márquez. Arnold, como siempre, demuestra una sensibilidad inigualable para capturar la vida de las clases bajas británicas, sin caer en la manipulación emocional ni el sentimentalismo. Cada escena está impregnada de una honestidad desgarradora, y, al mismo tiempo, la película logra ser profundamente emotiva. La directora ha sabido equilibrar la dureza de la realidad con una magia que transforma lo cotidiano en algo extraordinario, creando una obra que no solo retrata, sino que también invita a la reflexión sobre los límites de la esperanza y la conexión humana.

La cineasta inglesa sigue explorando con maestría los temas recurrentes que han marcado su trayectoria: los marginados en el Reino Unido, las familias desestructuradas y la supervivencia adolescente. Estos temas, que ya hemos podido apreciar en sus grandes obras como Fish Tank, American Honey e incluso en su cortometraje ganador del Oscar Wasp, adquieren una nueva dimensión en su más reciente proyecto. En esta ocasión, Arnold, al adentrase en un estilo más fantástico, amplia su registro narrativo mientras mantiene su mirada crítica sobre las realidades sociales.

El cine de Arnold se nutre, en gran medida, de experiencias personales. Creció en un barrio de clase baja en Dartford, en la localidad de Kent, el mismo entorno donde transcurre la película Bird. Allí, integró una familia disfuncional: su padre abandonó el hogar cuando ella era una niña, y aunque su madre estaba presente, también tuvo que enfrentar sus propios desafíos, lo que hizo que, en muchos aspectos, la figura materna no pudiera ofrecer el apoyo emocional que hubiera sido necesario. Estas dificultades económicas y de convivencia probablemente influyeron en su visión del mundo, al igual que en la forma en que se adentra en las relaciones familiares y la adolescencia en sus películas, que a menudo se presentan sumidas en el caos y la negligencia parental.

El relato de Bird se configura como un coming of age cargado de belleza en sus imágenes y en sus ideas, pero sin dejar de lado la crudeza de la realidad que describe. La cinta se convierte en un reflejo sincero y agrio de la lucha por encontrar un camino en medio del abandono y la pobreza. Es un cine que actúa como altavoz de aquellos que, como los personajes que crea Arnold, están marginados por el sistema. Al mismo tiempo, la película ofrece un mensaje de resiliencia y de lucha por escapar de las dificultades impuestas por el entorno social y económico. En definitiva, Bird es una obra conmovedora, que transmite la fuerza de quienes, a pesar de todo, siguen buscando un consuelo.

Las actuaciones son otro factor destacable en esta película. Barry Keoghan hace un trabajo excepcional, y su interpretación pasó completamente desapercibida en las premiaciones, lo cual es una verdadera lástima. Su rol como el padre de Bailey es impresionante, pues logra combinar carisma y humor, pero al mismo tiempo, se presenta como un padre negligente, lo que genera un personaje ambiguo y mucho más humano. A mi parecer, Keoghan se encuentra entre los mejores actores del momento. Por otro lado, el actor alemán Franz Rogowski también brilla como el vagabundo de tono infantil que se convierte en amigo de Bailey. Su personaje parece representar el lado fantasioso y mágico de la historia, ese refugio en el que Bailey hace volar la imaginación y sirve como un escudo para escapar de la dura realidad, transformando el dolor en amabilidad. Esto me recuerda a lo que Terry Gilliam planteó en Tideland (2005), una película en la que la fantasía actúa como protección frente a las adversidades. Rogowski, quien ya nos ha impresionado en películas como Great Freedom (2021) y Passages (2023), demuestra nuevamente su talento en esta producción. Sin embargo, la gran revelación llega con Nykiya Adams, quien interpreta a Bailey. Su actuación es realmente impactante. El papel de una adolescente en plena pubertad, rebelde y enfrentando una madurez acelerada por las circunstancias que la rodean, le permite brillar con fuerza. Descubierta por la directora de casting de la película, Adams se perfila como una gran promesa para el futuro del cine.

La película también está llena de escenas melancólicas que evocan algo similar al efecto de Aftersun (2022) de Charlotte Wells, en las que la música juega un papel fundamental. En Aftersun, una escena protagonizada por una canción como Under Pressure de Queen y David Bowie, se transforma en un momento profundamente triste durante un baile entre padre e hija. En Bird, hay dos momentos clave con canciones que también resuenan con fuerza. El primero es con Yellow de Coldplay, donde el personaje de Keoghan pone música supuestamente sincera a un sapo amazónico para que libere un químico alucinógeno. El segundo es una versión de The Universal de Blur, cantada por Keoghan en una boda. Esta escena es tan entrañable como emotiva, y se convierte en una de las más conmovedoras del film.

Me sorprende que esta película haya pasado tan desapercibida el año pasado. Aunque se estrenó en el Festival de Cannes y fue una de las favoritas de la crítica, no obtuvo ningún premio en una competencia que contó con miembros del jurado como Greta Gerwig, Juan Antonio Bayona y Hirokazu Koreeda. A pesar de ello, Bird es una encantadora historia dirigida por una de las cineastas más interesantes del cine inglés contemporáneo. Afortunadamente, gracias a la distribución del Centro Arte Alameda, podremos disfrutarla en pantalla grande. Un cine necesario.

Ficha técnica 

Título original: “Bird” 

Duración: 119 min

Año: 2024 

País de origen: Reino Unido 

Dirección: Andrea Arnold

Guion: Andrea Arnold 

Reparto: Nykiya Adams, Barry Keoghan, Franz Rogowski, etc.

Distribución: Centro Arte Alameda

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