Por Coté Álvarez Franco
Adjetivos rotundos como “repulsiva” y “mala” saltan de inmediato en la cabeza ante la mención de “bruja”. Sin ir más lejos, una de las acepciones que le asigna la RAE —y seguramente la más cercana a la que navega en nuestro inconsciente colectivo— es: “En los cuentos infantiles o relatos folclóricos, mujer fea y malvada, que tiene poderes mágicos y que, generalmente, puede volar montada en una escoba”. No es coincidente que el significado más asentado de la palabra sea tan caricaturesco; el término es, en efecto, ficcional.
Acusando recibo y remangándose la blusa para ponerse manos a la obra, la realizadora británica Elizabeth Sankey dio vida a Brujas (2024), un documental autobiográfico que agarra el concepto y lo disecta en pedazos que permiten transparentar la ignorancia, injusticia y misoginia que lo mantiene vivo adentro. Para esto, la directora establece un vínculo entre las características de su oscura experiencia tras convertirse en madre y las que históricamente la cultura popular ha achacado en la figura de la bruja.
Sankey no descubre la rueda trayendo a colección la fuerte evidencia de este vínculo. La investigación histórica nos ha enseñado que la motivación medular detrás de la persecución de las supuestas brujas, sin mencionar su invención en primer lugar, estaba enraizada en al afán de controlar a las mujeres. No por nada las víctimas solían ser aquellas que de alguna u otra forma escapaban del estándar tradicional impuesto y aceptado por las instituciones patriarcales y aplicado en la cotidianidad dentro del entorno familiar y en el roce comunitario; piénsese en personas solteras, conocedoras de secretos curativos fuera del alcance de los hombres de ciencia, con alguna malformación física, con comportamientos inconformistas, etc.
En lo que sobresale la propuesta de la película es su hipótesis que se delimita a las patologías mentales que han sufrido las madres primerizas. De esta forma, la directora y protagonista expone un ensayo cuya columna es la depresión y ansiedad posparto en la que cayó prontamente después del nacimiento de su pequeño hijo y que la dejó internada en un hospital psiquiátrico. Desde su posición, recibe los testimonios de otras personas que han tenido vivencias similares para deslizar que su traumático caso no es aislado, ni menos producto de poderes diabólicos y/o sobrenaturales.
El filme es brutalmente franco explicando este paralelismo —algunas de las confesiones son siniestras— honestidad que es su mérito principal y que se agradece, aunque sea algo chocante. Es que no es común, ni ligero, ni mucho menos socialmente aceptado, que una mujer confiese haber tenido fantasías homicidas en las que la víctima es su bebé. El tabú no es infundado: estamos de acuerdo con que el contenido de semejante fantasía es de un nivel de maldad inconmensurable. Pero, es a propósito de esa misma gravedad que la cinta se atreve a abordarlo. Es un problema que no se puede seguir barriendo bajo la alfombra.
Ilustrando su discurso con un compilado de escenas dedicadas a la hechicería, posesión y paganismo extraídas de títulos populares que incluye a El bebé de Rosemary (1968), Las brujas de Eastwick (1987), Jóvenes brujas (1996), Hechizo de amor (1998) y La bruja (2015), Brujas satisface en su fin de informar, humanizar y entretener al mismo tiempo. No obstante, estos distintos flancos desde los cuales Sankey plantea su documental, que van y vienen entre la exposición, el collage y la reflexión, acaban por desprofundizar el real sentido de una propuesta que, a lo mejor, pudo haber calado mejor desde un tratamiento más acabado y preciso. Nada que, sin embargo, afecte lo interesante que es su visionado y la necesaria discusión que genera.
Ficha Técnica
Título original: Witches
Año: 2024
País de origen: Reino Unido
Directora: Elizabeth Sankey
Duración: 90 min.
Plataforma: MUBI