Por Paula Frederick
Lia (Mzia Arabuli) es una maestra retirada de 60 años, que vive sola en Bitumi, Georgia. Su rostro es duro, su mirada lejana, como si estuviera perdida en el pasado más que enfocada en el presente. Acaba de perder a su hermana, quien le dejó un último encargo antes de morir: averiguar qué le pasó a Tekla, su sobrina transexual, de quien perdieron el rastro hace mucho tiempo. Gracias a la conversación con su joven vecino Achi, Lia descubre que Tekla podría haber emigrado a Estambul, luego del repudio familiar y social en su Bitumi natal. El viaje se hace inevitable: Lia se embarca en esta aventura junto a Achi, un compañero de viaje improbable, decidida a encontrar a su sobrina y traerla de vuelta al hogar. Ahí se encontrarán con Evrim (Deniz Dumanli), abogada transexual y defensora oficial de los perseguidos, quien les tenderá una mano, generando una red de apoyo fuera de todo lo predecible.
El resumen de Caminos cruzados, del director sueco de ascendencia georgiana Levan Akin, suena a una fábula que anticipa un final feliz. La descripción de una road movie, de ese viaje definitivo que ocurre no solo en una movilidad geográfica, sino que también interior. La película es eso, sin duda. Pero muchísimo más. Es un retrato de un momento en el espacio tiempo, donde confluyen distintas personas en un encuentro improbable que les entrega mucho más de lo que esperaron. El director de la nominada al Oscar Solo nos queda bailar, ganadora de la Queer Palm en el Festival de Cannes, nos incluye de lleno en su viaje, al ser un espectador respetuoso y silente, pero a la vez escogiendo fragmentos de realidad que conmueven, generan empatía y contemplación sin apuros. El manejo de los tiempos es una de las virtudes del realizador, que sigue el ritmo del relato de manera orgánica, respetando los tiempos de cada personaje y aquellos momentos que hablan por sí mismos.
Inspirada en parte en hechos reales, Caminos cruzados es un relato crudo e inspirador, cuyas protagonistas recuerdan a actrices icónicas del cine italiano como Anna Magnani, sus roles en Roma, ciudad abierta de Roberto Rossellini o Mamma Roma de Pier Paolo Pasolini. La dureza de sus gestos, la calidez en la mirada, esa entereza del espíritu y determinación al caminar que las transforma en una fuerza de la naturaleza.
Mientras la búsqueda de Lia sigue adelante, la protagonista descubre muchas cosas que se revelan al salir de la zona de confort: una realidad subterránea inmersa en una ciudad tan bella como hostil, que se oculta detrás de los edificios viejos y enrejados de Estambul, lejos de la afluencia turística; el sentido comunitario y el poder de su alcance; la verdadera esencia de Achi, su compañero de viaje, un joven de apariencia superficial y distraída que carga con una pena silenciosa, que solo quiere ser querido y vivir la mejor vida posible. Además, Lia descubrirá los espacios escondidos de sí misma, su feminidad de apariencia dormida, su poder para atraer a otros, la belleza y energía de la etapa de la vida en la que está y, sobre todo, la potencia del perdón.
Estambul es una ciudad poderosa, llena de conexiones y posibilidades, pero también un lugar para esconderse y nunca más ser encontrado. Aquí es retratada con discreción y elegancia por la directora de fotografía alemana Lisabi Fridell, tanto la majestuosidad de sus edificios, mezquitas y las imponentes vistas desde el mar de Mármara, como los recovecos oscuros, la precariedad, los muros roídos y sucios, la marginalidad condensada en barrios olvidados por el mundo. En el contraste de estas dos perspectivas, está la riqueza del relato cinematográfico propuesto, que pone a Estambul como un personaje más. Incomprendido, admirado, observado por muchos, pero a la vez abandonado a su suerte.
Así como la ciudad turca, los personajes abandonarán sus prejuicios y abrazarán nuevos comportamientos y creencias, al principio por sobrevivencia, luego por convicción. La cámara de Levan Akin retrata con virtuosismo esa transición, así como el cruce y el perdón entre generaciones, cuyas desconfianzas y actos de desprecio se mueven más por temor e ignorancia, que por malas intenciones. Además, pone como como telón de fondo la intolerancia a la libertad sexual, un “delito” que es castigado mucho más severamente por la propia familia y dentro de los muros del hogar. Las dinámicas de encuentro entre lo íntimo, lo privado y la vida urbana a pleno sol, que construyen un fresco de lo que somos como humanos. En Estambul, en Georgia o en cualquier parte del mundo.
Ficha técnica
Título original: Crossing
Guion: Levan Akin
Reparto: Mzia Arabuli, Lucas Kankava, Deniz Dumanli
Fotografía: Lisabi Fridell
País: Suecia
Año: 2024
Duración: 106 min.
Disponible en salas. En Mubi, desde el 30 de agosto