Por Julio César Olivares
De un tiempo a esta parte, la conversación sobre las películas ha tenido menos que ver con lo que pasa dentro de la pantalla que con factores externos, muchas veces asociados al aspecto del negocio: cuánto costaron, cuánto recaudaron, si el estudio va a pasarlas directamente al streaming o enterrarlas para ahorrar impuestos. Así ha pasado con cintas como Jurado #2, Mickey 17 o Megalópolis, por nombrar unas cuantas.
Si algo puede dejar en limpio esa aburrida conversación -más allá del deseo latente de apreciar el arte desde la perspectiva de un ejecutivo que tiene parte de la audiencia- es que el espacio para las películas hechas por y para adultos se ha reducido a tal punto, que parecen estar en extinción.
No hablo de blockbusters ni de cintas independientes, sino de lo que está justo en el medio: presupuestos moderados (de decenas de millones de dólares), con una visión autoral detrás y, especialmente, con oficio: guiones atractivos, encuadres planificados, una iluminación que haga lucir el aspecto visual de un arte que, por definición, no debería olvidar que el punto está en las imágenes. No es que no las haya, es que los espectadores parecieran estar mirando hacia otros lados y terminan quedando en tierra de nadie.
En ese contexto, Código negro, el más reciente estreno de Steven Soderbergh, aparece para recordarnos aquello que no se debe perder. El director estadounidense -que ganó la Palma de Oro a los 26 años, el Oscar a Mejor director a los 37, contribuyó a la revolución del cine independiente a principios de los noventa con Sexo, mentiras y video, y trabajó con estrellas de la talla de Julia Roberts, Brad Pitt o Matt Damon en cintas de vocación popular como Erin Brockovich, la saga Ocean o Magic Mike- lleva al menos década y media en una senda sumamente prolífica, con estrenos casi todos los años, jugando con diferentes géneros tanto en cine como en TV y experimentando con los formatos.
Si la semana pasada estrenó en salas Presencia, una película de terror contada desde la perspectiva del fantasma con un presupuesto de apenas 2 millones de dólares, acá en Código Negro va por un camino sumamente distinto, que solo tiene en común el oficio, el buen gusto y la excelencia detrás de la cámara.
Este thriller sigue a George Woodhouse, un refinado, eficiente e íntegramente monógamo agente de inteligencia británico interpretado por Michael Fassbender, que recibe una lista con los nombres de cinco colegas y debe descubrir cuál de ellos es un traidor, en un complot que podría causar una catástrofe global. El problema: uno de esos nombres es el de su esposa, Kathryn St. Jean (Cate Blanchett). A partir de entonces, Woodhouse tendrá que mirarla con sospecha y vigilar cada uno de sus pasos, algo inusual en una pareja de agentes que siempre ha tenido sus secretos y temas confidenciales (“Código negro” es aquello de lo que no se habla), pero que nunca han dudado del otro.
Por esos senderos transcurre la trama, que podría tener tanto de Señor y señora Smith como de las novelas de John le Carré. No obstante, el guion de David Koepp –que ya había colaborado con Soderbergh en la agorafóbica Kimi- se basa en los enredos emocionales y lujuriosos de su elenco antes que en el espionaje o en la acción, que está muy medida y tiene un efecto trepidante cuando aparece.
Entre medio hay, por supuesto, dobles o triples intenciones, secretos que se esconden bajo la alfombra y ese tipo de clichés que se pueden esperar del género, pero contados con galanura, buen ritmo (se agradece la hora y media de duración) y privilegiando una “tensa calma”, una intriga contenida.
En Código negro aparecen personas altamente competentes que intentan superarse entre sí con ropas hermosas, mientras la luz prácticamente se dobla antes su belleza y sus bromas. Es puro poder estelar de intérpretes como Fassbender y Blanchett, afirmado por una serie de decisiones de dirección y producción tan meticulosas como electrizantes, que animan lo que, en otras manos, pudo ser un thriller genérico con momentos de acción olvidables.
Este es un buen ejemplo de una película valiosa, no por tocar temas relevantes o plantear un punto políticamente agudo, sino porque se eleva a través de esas decisiones de la dupla Soderbergh-Koepp: encuadres pensados, escenarios estilosos, diálogos finos y rápidos que confían en la inteligencia del espectador, sin tener que recurrir a sobre explicaciones.
La historia de agentes casados con sus trabajos se despliega con tal elegancia y sensualidad que se eleva por sobre la media de su género y especialmente sobre la media del cine moderno. Además de los roles estelares, en Código negro destacan los secundarios que completan la lista de sospechosos, con Naomie Harris, Tom Burke, Regé-Jean Page y, probablemente la mayor revelación de la cinta, Marisa Abela, destilando carisma, química y energía a una cinta sumamente entretenida.
Así, con este thriller de espías, conspiraciones y parejas se demuestra una vez más que todavía se pueden contar historias así. Que las películas de temáticas adultas, presupuestos medianos y propósitos sencillos todavía están vivas. La pregunta es: ¿existe aún una audiencia dispuesta a verlas? Por el bien del cine, espero que sí.
Ficha técnica
Título original: “Black bag”.
Duración: 94 minutos.
Año: 2025.
Género: Thriller.
País de Origen: Estados Unidos.
Director: Steven Soderbergh.
Guion: David Koepp.
Reparto: Michael Fassbender, Cate Blanchett, Naomi Harris, Regé-Jean Page, Tom Burke, Marisa Abela y Pierce Brosnan.
Distribución: Andes Films Chile.
Estreno en salas: 20 de marzo de 2025.