Por Juan José Jordán
Una familia se dirige a un pueblo costero a pasar el finde semana. La pareja había ido hace muchos años, antes del nacimiento de sus dos hijos, esta será la primera vez que regresan después de tanto tiempo, ahora con el padre ocupando un importante cargo en una empresa petrolera. Cuando llegan se sorprenden con lo abandonado que está el pueblo. El hotel del que tenían tan buenos recuerdos, ahora parece casa embrujada. Y así, sin escuchar el sentido común, se quedan y van a un restorán para decidir que harán pero la compañía petrolera llama al padre para que vaya inmediatamente a hacer una visita de inspección al yacimiento de la zona. Se da cuenta que no tiene sentido poner peros y se dirige al muelle, donde lo espera una lancha, pero antes le pide al tipo del restorán que cuide a su familia, lo que no servirá de mucho. Desde acá se generará un punto de inflexión en donde todo irá cada vez peor.
Lo que distingue esta película de otras sobre bestias marítimas es que la amenaza va más allá del hábitat acuático del animal. Todo el pueblo está contagiado por una atmósfera siniestra, casi diabólica. Por todas las paredes se ve un dibujo de un dios azteca al que los habitantes le rinden culto para que los proteja del demonio. Pero no del que el espectador puede tener en mente; una especie de tiburón del tamaño como de 10 Costanera Center que pareciera odiar a la humanidad.
Pero el estado de abandonado en que está el pueblo tiene una causa concreta: los enormes daños ambientales que ha provocado el yacimiento. A la compañía le avisaron reiteradamente que había diferentes problemas, pero siempre fueron ignorados y quien firmó los documentos de visto bueno fue la misma persona de camisa vino tinto que ha llegado con su familia después de tanto tiempo. Si bien la película trata con la materia fantástica, la razón del malestar del pueblo es más real y concreta.
Esto le da originalidad a la película, agregando algo distinto a la archiconocida historia de la mítica bestia marina de dimensiones colosales, pero al mismo tiempo hace que la historia se disperse. Se tocaron muchos temas, sin profundizar mucho en nada. Al final lo interesante es saber si podrán superar la amenaza y son pocas las escenas de amenaza y enfrentamiento real con el tiburón.
No hay complejos en recurrir a los arquetipos, con una narración convencional en donde todo es claro como el agua. Pero si la película ya estaba intentando explorar algo distinto, con la incorporación del elemento mítico azteca y la relación con el tema ambiental, podría haber tratado de desarrollar personajes de tres dimensiones, que no dieran la impresión de ser una pura fachada de cartón.
Las actuaciones cumplen. Fernanda Urrejola hace un buen papel, puede pasar rápidamente a estar cómoda, en una situación de relajo, a tener que defenderse con lo que encuentra a mano, como cuando un desagradable borracho le acaricia el brazo a su hija en el restorán. Se nota en Urrejola un abanico de herramientas, que ojalá podamos ver en películas en donde las pueda explotar mejor.
Ficha técnica
Título: Demonio negro (The Black Demon)
Director: Adrian Grunberg
Guionista: Boise Esquerra
País: EE.UU
Duración: 100 minn
Elenco: Josh Lucas, Fernanda Urrejola, Julio Cedillo, Héctor Jiménez, Raúl Méndez, Venus Ariel, Jorge A. Jiménez, Edgar Flores, Omar Patin, Arturo Duvergé, Luis del Valle.
Distribución: Diamond Films