OSCAR 2022 Crítica de cine «Dune»: La perfecta alquimia entre la industria de Hollywood y el cine de autor.

Por Gabriela Bravo desde París

El libro de ciencia ficción de Frank Herbert, Dune, pareciera que acarreara una maldición que solo toca a los cineastas que desean adaptarla a la pantalla. El primero en sucumbir fue Alejandro Jodorowsky, quien en los años 70 había imaginado una faraónica y mística adaptación del libro que contaría con la participación del dibujante H.R. Giger, Pink Floyd, Salvador Dalí, Mick Jagger y Orson Wells, entre otros. La película nunca vio la luz ya que los estudios de Hollywood la encontraron muy descabellada y decidieron no financiarla.

En los años 80, el proyecto pasa a las manos del director David Lynch, con un presupuesto de 40 millones de dólares. Dune de David Lynch termina siendo un fracaso de taquilla –pese a contar con estrellas como Sting-, tijereteada por los estudios para que no durara tanto. El director finalmente renegará de su obra argumentando que el resultado final no estuvo en sus manos.

Teniendo estos antecedentes, es normal que uno vaya al cine con una cierta aprehensión cuando se anuncia con bombos y platillos el nuevo blockbuster del año: Dune del director canadiense Denis Villeneuve. Y déjenme decirles que la maldición se ha roto por el momento.

Lo primero que llama la atención de Dune de Villeneuve es que la cinta se nos presenta como un viaje sensorial. Desde las primeras escenas salta a los ojos el meticuloso trabajo de arte que envuelve a esta película en todos los sentidos: la elección de la paleta de colores dependiendo del universo que se quiere describir, el vestuario, el maquillaje, la iluminación, todo está presentado de manera sublime, pero siempre al servicio de la narración.

Y es que Villeneuve entendió lo que Dune necesitaba: tiempo. No se podía mostrar en solamente 2 horas y media el libro completo, por lo que decidió solo contar una parte. La cantidad de información que hay que digerir es demasiado grande para hacer una pasadita de pincel sobre cada planeta y sus personajes. Es una narración que necesita tiempo, pausas, planos largos, inmensidad y, al mismo tiempo, es una historia que reclama que nos acerquemos, es ahí donde Villeneuve cierra los planos, detalla, enfoca para crear angustia y adrenalina en el espectador. Aquí donde radica la genialidad de esta adaptación, ya que si Herbert utilizó las palabras con maestría, Villeneuve tradujo ese lenguaje en imágenes.

Para los que no están familiarizados con el libro, Dune es una novela de ciencia ficción que se centra en la historia de Paul Atreides, el joven heredero de la Casa Atreides, que por orden del Emperador debe trasladarse junto a sus familia al planeta Arrakis, más conocido como Duna. Este planeta es rico en un mineral llamado «especia» y que ha sido explotado durante años por diferentes casas, reduciendo a su población aborigen, los Fremen, a vivir en el desierto, un territorio hostil, donde viven gusanos gigantes que devoran todo a su paso. La trama se desarrolla en torno a la lucha de poder y estrategias de las diferentes casas por obtener el control de Arrakis y, por supuesto, de su riqueza.

El papel de Paul recae en la estrella ascendente de Hollywood Timothée Chalamet quien asume de manera sorprendente un rol intrincado y exigente: un joven heredero atormentado por sus sueños y visiones del futuro y que ha sido iniciado en las artes ocultas por su madre. Mientras que Rebecca Fergusson encarna a Jessica, la madre de Paul, una mujer desgarrada entre la fidelidad a su orden y su instinto maternal. Un papel muy complejo que Fergusson endosa magistralmente.

Pese a que gran parte de la película reposa en los frágiles hombros de Chalamet, Villeneuve supo rodear a su protagonistas de actores de gran calibre como Javier Bardem, Josh Brolin, Charlotte Rampling, Oscar Isaac, Jason Mamoa, Stellan Skarsgard y, por supuesto, Zendaya.

Un casting que refleja exactamente lo que es esta cinta, una mezcla entre las grandes figuras de los blockbusters de Hollywood y actores que están acostumbrados a los festivales de cine del mundo. Una combinación que pareciera imposible, pero que en definitiva funciona. Y es que no hay une estrella que quiera brillar más que otra, sino que todos juntos tienen que hacer brillar la narración, todos están llamados a construir el universo de Dune.

Parte de este universo tiene una relación directa con el diseño de sonido, en las manos de Theo Green, que invita al espectador a entrar en un mundo sensorial, llegando incluso a perturbarnos debido al lugar que toma en la narración. Todo esto acompañado por la banda sonora creada por Hans Zimmer, quien rechazó hacer la música de Tenet solo para poder consagrarse a Dune.

Un rol mayor lo juega la escenografía y el uso de efectos especiales, ya que Villeneuve rodó la película casi completamente en escenarios naturales, utilizando el fondo verde solamente cuando fuera indispensable. Jordania, Abu Dabi, Hungría y Noruega son los lugares escogidos para representar la diversidad de los paisajes que caracterizan a Dune.  Esto le entrega un realismo a la imagen indispensable para creer en el relato. A diferencia de muchas cintas de gran presupuesto, los efectos especiales solo vienen a sostener la narración, a acentuar ciertos aspectos, pero en ningún caso se transforman en un protagonista.

Creo que el atributo más grande que se le puede conceder a Dune es el respeto que tiene por su público. Por un lado, todo el despliegue artístico y creativo, puesto al servicio de la historia y, por otro, la indiscutible impronta del director, que nos saca de los moldes establecidos de los blockbuster, sin por ello quitarle dinamismo y entretención a la historia. Una alquimia que pocas veces tenemos la suerte de ver en la pantalla grande.

Ficha Técnica

Título: Dune

Género: Ciencia ficción

País: Estados Unidos

Año: 2021

Duración: 156 minutos

Director: Denis Villeneuve

Elenco: Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Oscar Isaac, Zendaya

Estreno: 14 de octubre

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