Por Paula Frederick M.
Una obertura, dos actos, un intermedio y un epílogo. Desde su estructura narrativa hasta los créditos del inicio y la extraordinaria música de Daniel Brumberg, El Brutalista de Brady Corbet hace una ambiciosa declaración de principios: todo lo que estamos por ver, será colosal. Como una ópera wagneriana, contenedora de varios tópicos que han marcado la historia humana: la fatalidad del destino, la búsqueda del sentido de pertenencia y esa oscilación constante entre ascenso y caída, gloria y desgracia. Además, fue filmada en Vistavisión, formato creado para generar una experiencia visual descomunal, en desuso hace 60 años. Después de un rodaje que duró solo 33 días, Corbet entrega una obra titánica y vertiginosa, cuyas auto expectativas están puestas en lo más alto y que, aunque dure 3 horas y 40 minutos, nunca se desploma.
Lo más grande e indestructible de El Brutalista, quizás sea la actuación de Adrien Brody (favorito para obtener el Oscar 2025 a Mejor Actor). Como si fuera una continuación de su personaje en El Pianista de Roman Polanski, donde también usa el arte como arma de supervivencia, Brody brilla en los zapatos de Lázló Toth, arquitecto húngaro judío de la Escuela de Bauhaus que, tras sobrevivir al Holocausto, llega a Estados Unidos para construir una vida nueva. La brutalidad, así como el fatalismo de esta odisea, está determinada desde la primera escena, cuando Lázló avanza hacia la luz en un barco atiborrado de gente, una suerte de campo de concentración navegante, para tener su primera visión de “América”: la Estatua de la Libertad, cabeza abajo. Un anticipo gráfico y deliberado del hilo que atravesará el relato.
Después de un breve paso por Nueva York, Lázló se encuentra en Filadelfia con su primo Atilla (Alessandro Nivola), y su esposa Audrey (Emma Laird), quienes dirigen un negocio de muebles con el nombre ficticio de “Miller & Sons” porque “aquí la gente prefiere los apellidos católicos”. Lázlo se queda con ellos bajo la mirada suspicaz de Audrey, hasta ser contratados por Harry Lee Van Buren (Joe Alwyn), quien quiere renovar la biblioteca de su padre, el empresario Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce). Luego de una serie de desencuentros, Harrison le encarga a Lázló un trabajo de grandes proporciones, además de ofrecerle refugio y ayuda para traer a Estados Unidos a su esposa Erzsébet (una extraordinaria Felicity Jones) y su sobrina, Zsófia (Raffey Cassidy). Así, se inicia una relación simbiótica entre ambos que se mueve entre la necesidad, la dependencia y el abuso de poder. El personaje de Guy Pearce se vuelve entonces una encarnación del “mito americano”, con lo atractivo de sus luces y la oscuridad de su lado más siniestro.
El sufrimiento intrínseco de la postguerra, así como la decadencia del sueño americano, son temas reiterativos en el cine norteamericano. Como si fuera una revisión de conciencia constante, que analiza y gráfica sus deficiencias, pero al mismo tiempo enaltece su propio sistema fundacional. El Brutalista toma esta dinámica e incorpora temas circulares como el antisemitismo, la inmigración y sus secuelas definitorias, el arte como reflejo inequívoco de las ambiciones humanas y su necesidad de perpetuarse en el tiempo. Así, vuelve a la espectacularidad y la ambición de las películas titánicas al estilo Nuevo Hollywood, sin miedo a los excesos ni la grandilocuencia, dispuesto a agotar los recursos para deslumbrar al espectador.
Más allá de los temas canónicos, la película es una obra de arte en el más amplio sentido de la palabra. El legado de la Escuela Bauhaus, las referencias al cine de King Vidor, Eric von Stroheim y Fritz Lang o a la epopeya trágica del Andrej Rublev de Tarkovsky. Paradojalmente, todo muy “antiamericano”. Y como dice su nombre, evoca el Brutalismo, movimiento arquitectónico surgido en los 50’s tras la Segunda Guerra Mundial, cuyo nombre viene de hormigón en bruto (béton brut en francés) y que apostó por las formas austeras y funcionales para reconstruir un país luego de su destrucción tras la guerra. En la película, la génesis de esta corriente adquiere un nuevo significado, al transformar los edificios enormes, perfectamente simétricos e impolutos, en edificaciones frías, al borde del derrumbe y siempre a medio terminar. La representación gráfica de un renacer inconcluso, de apariencia inquebrantable pero siempre en riesgo, que no es más que una fotografía en blanco y negro, que se pasa de largo en una revista. Una obra de arte que nunca se termina.
Como sobreviviente de la destrucción, Lázló encarna en cierta forma esta idea: un cuerpo cinematográfico que es juzgado por su fachada, que se debate entre permanecer erguido y caer, que busca encajar como dos piezas de hormigón que no son compatibles. Que recibe aplausos y al mismo tiempo la hostilidad de quienes lo ven como un infiltrado. La arquitectura, como el propio cine, se transforma en una manera de traspasar los límites del tiempo y permanecer, como los edificios que lograron quedar en pie después de la guerra. La forma que tiene el arte de burlar nuestra intrínseca finitud.
Ficha técnica
Título original: The Brutalist
Dirección: Brady Corbet
Guion: Brady Corbet, Mona Fastvold
Reparto: Adrien Brody, Guy Pearce, Felicity Jones, Joe Alwyn, Raffey Cassidy, Alessandro Nivola, Stacy Martin, Isaach de Bankole, Emma Laird, Jonathan Hyde
Distribución: Andes Films Chile
País: Estados Unidos
Duración: 215 minutos
Año: 2024
Disponible en salas