Por Victoria Bustos Arancibia
La nueva adaptación al cine del clásico literario Le comte de Montecristo (1844-1845), se presenta como un ambicioso homenaje a esta obra de Alexandre Dumas. Con Pierre Niney en el papel principal y un talentoso reparto de soporte, esta película busca no solo rendir tributo sino también reimaginarla para una nueva generación de espectadores. Con una sensibilidad definitivamente contemporánea, combina acción, drama y suspenso, en un retrato atrapante de la fábula como nunca antes vista.
En esta versión, los conocedores del libro notarán la inclusión y omisión de personajes y eventos. No obstante, es importante recordar que esta cinta se presenta como una reinterpretación y no como una adaptación estricta. Y de todas maneras sigue una idea principal en común: Edmund Dantès ha sido traicionado por un círculo de personas, para quienes tenerlo preso o muerto es un beneficio social, personal o laboral. Dantès iba a casarse y ser capitán, y su felicidad se transforma en amargura cuando es encerrado por años. Tiempo después, libre, poseedor de una gran y misteriosa fortuna, y convertido en el Conde de Monte-Cristo, vuelve a Marsella para imponer su propio sentido de justicia.
El guion se toma algunas libertades con la trama original pero mantiene cierta esencia, nunca olvidando las subtramas de ambición y venganza que la caracterizan. Si bien los puristas podrían señalar que estas adaptaciones son un sacrilegio, es innegable que este largometraje fluye con fuerza y dinamismo, se pasan volando las casi tres horas frente a la gran pantalla y aún así, en todo ese tiempo logra cumplir con el gran esfuerzo que comprende resumir un libro tan grueso. La narrativa se beneficia de giros inesperados y un ritmo que mantiene al espectador pendiente de todos los movimientos del enigmático conde. Aunque no se adhiere estrictamente al material de origen, captura la intensidad emotiva y el estudio sobre la naturaleza humana que el relato propone.
Desde el primer fotograma es evidente que la producción ha puesto un énfasis notable en la calidad visual. La fotografía es deslumbrante, capturando la esencia del paisaje mediterráneo y la atmósfera de la época con una elegancia que envuelve a la audiencia. Las decisiones estéticas, desde el vestuario hasta la escenografía, son excepcionales, creando un universo que se siente tanto auténtico como vibrante. Un efecto en conjunto que crea un entorno tangible pero de ensueño. La banda sonora también merece una mención especial, con música que acompaña cada escena como anillo al dedo, intensificando los minutos de tensión y subrayando las emociones de los personajes, introduciendo incluso momentos de comedia. Esta combinación de imagen y sonido crea un ambiente que eleva la experiencia al nivel de una epopeya o tragedia griega épica.
Pero el verdadero corazón de la película reside en la actuación de Pierre Niney, y la química con los jóvenes actores que interpretan a sus protegidos. Niney encarna perfecto la transformación del ingenuo marinero a un hombre consumido por la venganza. Su entrega es vulnerable y apasionante, exuda una humanidad que permite conectar con el viaje emocional inherente al personaje. Mientras que además se puede observar el vínculo natural que ha establecido con André y Haydée, el cual no se siente forzado.
Algo muy interesante es cómo Dantès es presentado. Edmund personifica un tipo de vigilante al estilo de Batman y no es particularmente una referencia sutil, vive con culpa, contrariedad y una balanza moral que lo estimulan a planear desde las sombras y actuar en el anonimato hacia sus objetivos. Sin entrar en más detalles, tiene el equivalente del siglo XIX a una baticueva, un Robin, una Batichica y el mayordomo Alfred. Estas semejanzas evidencian la atemporalidad de las moralejas en Le comte de Montecristo (1844-1845), al tiempo que demuestra la capacidad de los directores y guionistas de El conde de Montecristo de hacer lugar a un antihéroe antiguo en un mercado de héroes modernos.
Por supuesto, no está ajena a las críticas. Algunos elementos anacrónicos del guion pueden sentirse ridículos e incoherentes dentro de una historia que trata de ser más un drama de época que una fantasía histórica. Sólo algunas veces aparecen esos artilugios que no pertenecen al período en el que se desarrolla la historia. Estos detalles recuerdan más al trabajo del director de la saga Kingsman, Matthew Vaughn, o el de Guy Richie en The Ministry of Ungentlemanly Warfare (2024), y parecen apuntar lejos del estilo que se establece en El conde de Montecristo.
La película es una obra fresca que, a pesar de sus diferencias con el texto original, no podría pertenecer a otro mundo que no sea el de Dumas. Con una dirección elegante y ostentosa, un guion conciso dentro de lo posible, una cinematografía cuidada y actuaciones estelares, esta adaptación se posiciona como una de las mejores que el conde ha tenido. No está particularmente hecha para el gusto de los fanáticos exigentes, más bien ofrece una experiencia emocionante para todo el resto del público, aquellos que se atreven a conocer las intrigantes historias del pasado a través del cine. Merece entonces ser vista con la mente abierta, tiempo de sobra y cabritas.
Ficha técnica
Título original: “Le Comte de Monte-Cristo”
Duración: 178 min
Año: 2024
Género: Drama de época, Aventuras
País de Origen: Francia
Director: Matthieu Delaporte, Alexandre de La Patellière
Guion: Matthieu Delaporte, Alexandre de La Patellière
Reparto: Pierre Niney, Anaïs Demoustier, Bastien Bouillon
Distribución: BF Distribution
Estreno en salas: 5 de diciembre de 2024