Por Paula Frederick
Hay películas que entretienen. Otras te distraen de la realidad o te transportan, aunque sea por un par de horas, a un mundo fascinante e imposible. Están también las que emocionan, las que remueven de la cabeza a los pies, las que te marcan para siempre. Y después, está El ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica. O Ladri di biciclette, para que suene más romántico. Ver esta película, es un privilegio. Escribir sobre ella, una obligación. Por eso, comienzo este humilde homenaje haciendo un llamado a todos los amantes del cine, los aficionados, los que aprecian el arte y la vida, que aún no han tenido el placer de verla. Esta obra maestra, parte del imaginario social y cultural de varias generaciones, se encuentra disponible en la plataforma Qubit y espera por ustedes.
Tal como dice su nombre, el clásico de Vittorio De Sica te roba el alma. Pero en el mejor de los sentidos. El 24 de noviembre de 1948, cuando fue estrenada en las salas de cine italianas, se transformó en un reflejo, no solo del movimiento cultural europeo de aquello época, sino también de un mundo precario y herido, golpeado por la posguerra, que buscaba entre las ruinas algo a qué aferrarse para volver a ponerse de pie. La historia de un padre desempleado en una Roma desolada, cuya única esperanza es conseguir una bicicleta para poder trabajar, representó de manera magistral el pulso del momento. Además, consiguió captar la naturaleza humana de la manera más simple, fluida y directa. Sin adornos ni recursos emotivos. Pura y dura realidad.
La película ha sido considerada uno de los emblemas del Neorrealismo italiano, movimiento narrativo y cinematográfico que surgió en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, en busca de captar la realidad de manera más auténtica y humana. Atrás quedaba el estilo cinematográfico exacerbado y fantasioso de la Italia fascista, para dar paso a las propuestas de Roberto Rossellini, Giuseppe de Santis, Luchino Visconti y, por supuesto, Vittorio De Sica. Quizás, de todos ellos, su cine sea el más personal. El mítico cineasta comenzó su carrera como actor de comedias románticas, hasta dar un giro impensado hacia la dirección de dramas brutales y llenos de emoción que, aún apegados fielmente a la más cruda realidad, siempre lograban destellos de magia y esperanza. El ladrón de bicicletas fue la primera de otras fábulas reales como Umberto D, El limpiabotas o Milagro a Milano, que forjaron un imaginario inconfundible para la cinematografía italiana y mundial.
Pero volvamos a la película que nos convoca. Nadie como De Sica retrató de manera tan íntima y natural la angustia de un padre frente a su hijo, no solo por no poder darle lo básico para subsistir, sino sobre todo por el temor de desmoronar la imagen de hombre intachable, de buen ciudadano, de héroe. Quizás no haya nada más universal que la admiración intrínseca de un niño a su padre, esa que muy pocas circunstancias pueden destruir. Así, las escenas donde Antonio y Bruno, Lamberto Maggiorani y Enzo Staiola (ambos actores no profesionales) deambulan por una Roma convulsionada en busca de una simple bicicleta, se transforman en imágenes imperecederas. Fotografía en blanco y negro de un momento eterno, que despliega en una simple acción un sinfín de búsquedas, carencias e inconformismos humanos. Una historia sencilla de seres con almas gigantes, que De Sica vuelve un manifiesto sobre la resiliencia y los destinos infames que, a veces, tocan a quienes no debería.
No podemos hablar de De Sica sin mencionar al guionista Cesare Zavattini, cuya colaboración indisoluble deconstruyó en pantalla la esencia del sufrimiento popular italiano, la reconstrucción de un país, la separación de clases, la crisis de la figura masculina como centro de la sociedad y la imagen de la mujer como potencia irrefrenable. En El ladrón de bicicletas, esta unión alcanza su máxima potencia, al observar de manera aguda el aislamiento del ciudadano común, abatido por una sociedad arrolladora que no se detiene a procesar los cambios, sino que obliga a recurrir a métodos extremos para seguir adelante.
Documento histórico y crucial, El ladrón de bicicletas absorbe las huellas y heridas de una época, reconstruyendo también ritos de la vida cotidiana de ese entonces: juntas vecinales en bodegas abandonadas, agitaciones sociales, encuentros políticos clandestinos, aglomeraciones en busca de una oportunidad laboral y la inoperancia de la ley, todo en medio de una ciudad abatida que erguía con orgullo los restos de su pasado glorioso. Es como si De Sica, a pesar de contar una de las tantas historias tristes que lo rodeaban, hubiera querido aferrarse a un destello de humanidad, buscando la belleza de lo precario, de lo simple. La magia de hombre cuyo único triunfo posible es hacer sentir orgulloso a su hijo.
“El ladrón de bicicletas es uno de los primeros ejemplos de cine puro. Con este filme, De Sica y Zavattini han conducido definitivamente el Neorrealismo desde la resistencia a la revolución”. Las palabras del crítico y fundador de Cahiers du Cinema André Bazin, hoy resuenan con más fuerza que nunca. Un cine que no teme apelar al espectador y tocar la fibra más profunda, sin caer en exacerbaciones ni sentimentalismo. Un cine que confía en sí mismo y en sus protagonistas, como un padre y su hijo, que a pesar de todas las adversidades nunca se sueltan la mano, mirando siempre hacia adelante.
Título original: Ladri di biciclette
Dirección: Vittorio De Sica
Guion: Cesare Zavattini, Vittorio De Sica, Gherardo Gherardi, Suso Cecchi d’Amico, ver 4 más
Música: Alessandro Cicognini
Fotografía: Carlo Montuori
Reparto: Lamberto Maggiorani, Enzo Staiola, Lianella Carell, Gino Saltamerenda, Vittorio Antonucci, Giulio Chiari, Fausto Guerzoni, Elena Altieri, Sergio Leone
Productora: Produzioni De Sica
Año: 1948
Duración: 93 min.
País: Italia
Plataforma: https://cl.qubit.tv/