Por Valeria Jauré
¿En qué momento exacto de nuestras vidas nuestra imaginación es dejada a un lado para darle espacio a otras aptitudes consideradas más adultas o funcionales, respecto de lo que la sociedad requiere de nosotros? Puede que esta sea, entre otras varias, que se pierden en el proceso, una de las cuestiones a resolver por la película El príncipe olvidado dirigida y escrita por Michel Hazanavicius, quien fuera premiado con un Oscar por The Artist, en el año 2011. En esta ocasión se une el mundo imaginario de una niña y el lugar que su padre ocupa en él, y cómo en el paso a la adolescencia el rol del padre se va disolviendo.
Es así, que la película nos presenta la vida de un viudo, Djibi, interpretado por Omar Sy (Intocable), en que toda su existencia gira alrededor de su pequeña hija, Sofía. En ella piensa todo el día, incluso durante su trabajo inventa sonidos y saca ideas para crearle cuentos, que le narra antes de dormir. Se crea, entonces, momentos de intimidad entre padre e hija donde viven aventuras maravillosas. Pareciera que el mundo real se podría venir abajo y aun así ellos estarían a salvo y felices mientras ese otro mundo de ensueño se mantuviera en pie. Sin embargo, la niña crece, comienza a volverse a adolescente, por lo que ya no quiere escuchar cuentos antes de dormir, no quiere que la vean junto a su padre y cree que necesita mentir para encajar en su grupo de amigos. Entremedio aparece una nueva vecina, interpretada por Bérénice Bejo, nominada al Oscar por The Artist, quien le muestra las posibilidades al viudo de dejar crecer a su pequeña.
Estamos ante una película familiar, que nos habla de cómo evolucionan los lazos familiares, pero centrada en el mundo imaginario de la niña, que recuerda a ratos a películas como Intensamente de Pixar, y acá aunque parecen no molestar el CGI (las imágenes generadas por computadora): con la presencia de personajes y mundos de fantasía que se contraponen al real, parece quedarse limitado, como un mundo pequeño y cerrado, que no ofrece las mismas posibilidades introspectivas o, al menos, la idea de que existe un universo fuera de campo que no alcancemos a explorar. Por lo que, aunque es imaginación, esta es limitada, pareciéndose más al interior de la cabeza de un adulto que la de una niña.
Se desaprovechan varios momentos que podrían haber tenido una mayor fuerza emotiva, o que dieran cuenta con mayor delicadeza del mundo interior de una pequeña que se va transformando de a poco en una mujer, por ejemplo, el recuerdo de su madre fallecida solamente se diluye en un rápido encuentro con el padre en el lugar de las cosas olvidadas, o este mismo lugar, que parece una simple colección de juguetes tipo Toy Story, pero puede ser otras muchas cosas, ya que no se hace cargo ni de los malos recuerdos ni de las pesadillas o monstruos que por uno u otro motivo todos desarrollamos en la infancia.
No obstante, es un relato que fluye de la mano de un protagonista encantador, y que trae varios momentos divertidos y conmovedores, basados en la relación padre e hija, en donde vemos cómo ella se va transformando en un sujeto distinto al padre, gracias al paralelismo entre el mundo imaginario y el mundo real, en donde él ya no tendrá la fuerza de un príncipe en cuento de hadas, pero sí se volverá en un ser real de apoyo y que le brinda toda la confianza que pudiera necesitar. Es una fábula sobre el crecer que permite reconciliar a padres e hijos en momentos decisivos y difíciles, como lo es el volverse un adolescente, aunque claramente está dirigido a una audiencia bastante menor en años.
La película se estrenó el jueves 5 de noviembre a través de Cining en Cinemark Online https://www.cinemark.cl/cineonline
Título original: Le prince oublié
Año: 2020
Duración: 101 minutos
País: Francia
Dirección: Michel Hazanavicius
Guion: Noé Debré, Michel Hazanavicius y Bruno Merle
Reparto: Omar Sy, Bérénice Bejo, François Damiens, Oudesh Rughooputh y Maxence Huet