Crítica de cine “El tema del verano”: Terror, comedia y sátira entrecortados

Por Álvaro Guerrero

Pablo Stoll formó junto al desaparecido Juan Pablo Rebella una dupla fantástica para el cine hispanoparlante que, a principios de la década de los dos mil, impactó al sub continente con una obra mayor llamada Whisky (2004). El fenómeno era aún más sorprendente dado que se trataba de su segunda película, tras el debut el 2001 con 25 Watts, y de que su origen venía de un país, Uruguay, no muy reconocido por su amplia oferta cinematográfica propia. Whisky era un drama muy triste en el fondo, pero también en el fondo una comedia muy negra, acotada a tres seres y una ciudad de Montevideo pálida, lacónica, un poco oxidada. Como en el cine de los hermanos Dardenne, es solo intuible lo que esos personajes piensan, y como sus gestos son acotados, puntuales, la acción transcurre por delante de ellos, en una tensión con su deseo no expresado a no estar solos, y detrás, con pasados de los que igualmente no sabemos sino muy pocos datos, suficientes quizá, para trazar un destino esperable. A pesar de eso, hacia el final puede haber algún gesto humano profundo o más bien desligado de estrategias e intereses de intercambio. Lo que en el mundo contemporáneo que El tema del verano quiere de algún modo atrapar, podría hacerlo encajar incluso en la categoría de “autodestructivo”, o inadaptado.

Veinte años después de Whisky, Pablo Stoll en solitario viene a estrenar una película totalmente distinta, y no solo en un género tan dado al horror como a la parodia, el de zombies, sino en la apertura al desmadre colectivo, a la galería de personajes y acciones y reacciones aceleradas: hay tres bonaerenses veinteañeras que se dedican a embaucar a millonarios a través de su atractivo físico, para luego drogarlos y robarles todo lo que puedan. Ese camino las lleva por las carreteras uruguayas de la costa del este atlántico hasta la mansión de Ramiro, donde, en vez de encontrarlo, son recibidas por una pareja, que a medida que transcurren las horas, va mostrándose cada vez más extraña y plagada de secretos que incluyen el auténtico paradero del dueño de casa. Paralelamente, otro joven de aspecto algo torpe que las ha conducido en bote hasta allí, se oculta en una cabaña aledaña, mientras intenta componer una canción que pegue como hit en el próximo verano. Todo esto sucede durante la primera mitad del filme, y aquí Stoll usa abundantes primeros planos, a pesar de que ninguno de los personajes se revela muy carismático o atrapante, y va definiendo rápidamente su estética de cortes rápidos, abruptos, que tal vez buscan generar tanta ansiedad como temor, pero decantan más hacia lo efectista.

En la mitad exacta del metraje aparece un personaje del que se esperaba una revelación importante, pero que va a marcar de inmediato los defectos de los que El tema del verano adolece en su segunda parte: la acentuación de las referencias pop en un producto que busca ser entrecortadamente “cool”, en la misma medida en que cada aspiración a decir algo que la película se propone es interrumpido por la acción truculenta, cada vez más gore y absurda, quedando sin desarrollo. Si en la primera parte al menos la película se mantiene relativamente “apretada” gracias a la intriga, a la hora en la que llegan las sorpresas lo que emerge burbujeante son muertes y resurrecciones, en un plan que ambiciona lo bizarramente jocoso e inesperadamente reflexivo, pero parte mal en ese ejercicio de perturbación social, derivada de la representación de una pandemia que allá afuera está acabando con el mundo, apocalípsis de las creencias y mínimos valores humanos. El eje anecdótico de la aparición de Ramiro, que no resulta tan divertido ni extraño como se espera, no logra dejar una huella en la narración posterior.

El tramo final ya evidencia la falta de norte del proyecto en el atropello de las ideas centrales tras la película: la crisis del capitalismo tardío, la pandemia como control social, la cuasi completa falta de humanidad (en plan de sátira) de diversos e incluso políticamente antagónicos personajes, la risa brutal que sobrevuela todo este panorama, tan sangriento como sinsentido, y el dinero y la sobrevivencia como únicos elementos aglutinadores de voluntades. Los gestos de real amistad que puedan colarse entre todo este griterío estentóreo ya no alcanzan, no solo a desarrollarse dentro de la historia, sino a significar algo más que otro acto de humor al que le cuesta alcanzar el nivel de comedia, afincado nueva y finalmente en el refrito pop del sub género, y orientado al pesimismo social. Ahí donde personajes como el protagonista de Whisky, veinte años atrás, no alcanzaría a aceptar ni entender una humanidad así, en la que el fin del mundo no se vivifica ya en un proceso lento de decadencia y melancolía, sino que se muestra como un espectáculo vacío de algún tipo de sacrificio auto asumido. No era una mala idea, pero no resultó bien.

Ficha Técnica 

Título original: El tema del verano

Dirección: Pablo Stoll

Guion: Pablo Stoll, Adrián Biniez

Reparto: Azul Fernández, Malena Villa, Débora Nishimoto, Daniel Hendler, Agustín Silva, Sebastián Iturra

Fotografía: Manuel Rebella

Duración: 91 minutos

Género: Comedia, zombies, sátira

País: Uruguay

Estreno: 4 de junio

Distribuidora: Centro Arte Alameda Distribución          

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