Crítica de cine “El tesoro”: Una búsqueda eterna

Por Juan Pablo Iglesias

Dos anónimos vecinos se aventuran en una bizarra empresa: encontrar un tesoro escondido en el patio de la casa de los abuelos de uno de ellos. Lo que parte como una humorada se convierte en algo tan serio que los llevará a tratar con las autoridades locales. La película dirigida por Corneliu Porumboiu mezcla humor y drama en una historia ambientada en Rumania post era comunista.

La historia rumana del último siglo ha sido caótica: reyes, dictadores, nazis, soviéticos, revoluciones, una nación cambiante en su rumbo, en constantes crisis que han atentado contra su desarrollo en todo ámbito. Uno desde esta parte del mundo puede inferir que todos esos hechos que se citan en la misma película, forjan la identidad y modo de ser de los protagonistas de esta historia: Reservados y toscos en el trato al otro, que avanzan con cuidado y cautela, y en este caso, buscando la oportunidad de asegurar el presente por miedo a un incierto futuro.

Es en este contexto cuando conocemos a Coti, el principal protagonista de El Tesoro, eso sí, nuestro primer encuentro con él, es en un lugar protegido, con su hijo, el único espacio donde siente la seguridad para ser vulnerable, es aquí cuando la historia y dibujos del libro de Robin Hood que leen, se vuelve en un hilo conector entre ellos y una ventana a un mundo distinto, lleno de ideales y aventuras por recorrer. Pero fuera de este refugio es donde transcurre gran parte de la historia: Todo comienza cuando un vecino en apuros económicos, le hace una propuesta difícil de rechazar, pues a de ser exitosa, es un escape rápido a la realidad actual, la propuesta consiste en que si él financia un detector de metales, ambos pueden ser socios en la búsqueda de un tesoro, que previo a la guerra fue enterrado por sus abuelos en la vieja casa familiar. En esta Rumanía tan estancada, por muy disparatada que suene la idea, esta búsqueda basada en un rumor, en incertezas, es la oportunidad más concreta para que ambos cambien su futuro. Es así, donde luego de sortear las trabas económicas que implican el emprendimiento, ambos dejan Bucarest para llegar a una casa en ruinas y recorrer el patio con la esperanza de detectar el lugar, donde bajo tierra se esconde el cofre, que de existir, les dará una nueva vida.

Es aquí, donde en vez de la aventura que puede premonizar la búsqueda de un tesoro, nuestros protagonistas pierden todo posible glamour heroico asociado a una expedición de este tipo, y se ven entrabados en enemigos a vencer que no son más que maquinarias difíciles de interpretar y burocracia estatal. Es así que acompañamos a los protagonistas, en un literal paso a paso, en el demoroso proceso de cubrir y recorrer una gran extensión de terreno en búsqueda de una pista para detectar el lugar donde cavar.

La película avanza lenta y a ratos se vuelve eterna, con escasos momentos relevantes en los diálogos, si sumamos que la cinta carece de una banda sonora en la mayor parte de ella, los silencios incómodos entre estos dos casi desconocidos, acompañados solo por el ruido ambiental propio del campo, como el viento y las aves, un sonido pacífico que se ve interrumpido por un muy molesto chillido de la máquina detectora de metales, que en momentos se vuelve insufrible, provocando una sensación de desagrado que desvía la atención del desarrollo de la trama, de alguna manera al igual que la propia Rumania, la historia se ve constantemente interrumpida de manera violenta.

Desde la perspectiva del espectador lejano, hay una sensación de vacío en la presencia visual de Rumania, ya que la fotografía no aporta mucho, las imágenes que acompañan la historia son neutras, podrían ser locaciones en una ciudad o campo de cualquier país del mundo. Y al no ser éste un relato universal, por la trama y sus guiños a la historia propia del país, se genera una sensación de falta de sabor local, de que algunos ingredientes están, pero que falta un plato donde servirlo.

A pesar de todo esto, si el espectador es curioso y sobrevive a la búsqueda, ésta nos entrega de premio un final dulce, como de cuento de hadas, donde en la vuelta al refugio de su hogar, Coti cual personaje de libro entenderá que el poder simbólico de un tesoro, puede valer su peso en oro.

Así como hay reuniones que podrían haber sido un email, esta película podría haber sido un corto.

Título: El tesoro

Año: 2015

País: Rumania

Dirección y Guion: Corneliu Porumboiu

Fotografía: Tudor Mircea

Dirección de arte: Arantxa Echeverría 

Elenco: Cuzin Toma, Adrian Purcarescu, Corneliu Cozmei, Cristina Toma, Nicodim Toma.

Duración: 89 minutos

Productora: 42 Km Film

Distribución: Arcadia Films

 

 

 

 

 

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