Por Javier Salah
Hay algo del cine argentino que es muy seductor. Quizás la iluminación, los silencios incómodos que afortunadamente están ausentes, el humor negro tan inteligente. O la forma de tratar los temas.
En Empieza el baile hay un recorrido por una diversidad enorme de temas: el viaje, el amor, por supuesto, la vejez, el éxito y el fracaso, el olvido, la nostalgia. Un baile de dar y tomar, un perfecto equilibrio. Un tango perfecto.
Empieza el baile cuenta la historia de Carlos, un ex bailarín de tango que se ve enfrentado al olvido, aunque aun vive de su éxito pasado. Tiene una buena vida, dinero, aun las agencias lo buscan para actuar. Una linda casa, una señora que se preocupa por él (y al que también controla) y una hija resuelta, que conoce hasta qué punto se puede involucrar en los temas de sus padres. Eso es todo lo que alcanzamos a saber de su familia, y está perfecto así.
Carlos se traslada de entorno, tanto geográfico como familiar; un viejo amigo, Pichuquito (Jorge Marrale), le avisa que su compañera de tango de toda la vida ha muerto. Margarita vivía en el olvido, en la pobreza y en el recuerdo. Esta pareja, Darío Grandinetti y Mercedes Morán, cargan sus personajes de forma muy elegante. Un lujo verlos en pantalla.
Carlos viaja de Madrid a Buenos Aires al funeral de Margarita, de “flores artificiales” como dirá Marga luego, porque claro… no estaba muerta. Entre recuerdos y reencuentros entre, entre culpas y olvido, fue un plan entre ella y Pichu para que Carlos volviera a Buenos Aires y así poder contarle una verdad, que sostendrá la tensión durante los 99 minutos que dura la historia. Todo muy argentino, fácil de entrar a la historia gracias a estas geniales interpretaciones.
Esta es una comedia. Pero no para reír a carcajadas como algunos forzosamente intentarán. No es que sea un amargado, pero esta es una historia para contemplar, para reflexionar, para disfrutar en silencio. En esta, que también es una road movie, se habla precisamente del viaje físico, pero sobre todo emocional, el de la vejez. Hay encuadres que son un lujo, como cada vez que la cámara pone en escena en primer plano a los tres personajes, de frente, sin pretensiones ni miedo a las arrugas, a pesar que algunos traten de recordárselos constantemente. Con una mirada irónica en la que podemos hasta interpretar con el acento trasandino.
Otras frases para el recuerdo son cómo los personajes que apoyan las escenas tratan a estos tres viejos, algo como “¿realmente son ustedes?”, diciendo explícitamente que quizás el paso del tiempo no los trató tan bien, que antes estaban mucho mejor o que envejecieron mal.
Lo de road movie, ese viaje en una furgoneta antigua que podría parecer agotador, no satura la historia porque hay un desfile de personajes secundarios muy divertidos, encantadores y misteriosos. Una vieja van de “Los magos del 2×4” que aún funciona con casette, incómoda, pero perfecta para transitar los 12 mil kilómetros entre Buenos Aires y Mendoza.
Empieza el baile es un lujo de guion y no solo está muy bien escrita por sus diálogos que son para repasar una y otra vez, sino que también está muy bien dirigida. Lejos de ser vertiginosa, Marina Seresesky, la directora argentina radicada en España, lleva a la pantalla sin dejar detalles al azar. Un tango perfecto.
FICHA TÉCNICA:
Título: Empieza el baile
Dirección y Guion: Marina Seresesky
Elenco: Darío Grandinetti, Mercedes Morán, Jorge Marrale
País: Argentina, España
Duración: 99 minutos
Género: Comedia, Drama, Road movie
Distribuida por Cinecolor Films