Por Victoria Bustos Arancibia
En su debut como directora, Rebecca Lenkiewicz, guionista de cintas como Ida (2013), Desobediencia (2017) y She said (2022), adapta la compleja novela homónima de Deborah Levy en una película que, como su título sugiere, hierve a fuego lento. Hot Milk, estrenada en MUBI tras su paso por la Berlinale 2025, no es un relato sencillo ni complaciente, mientras que busca ser un estudio sobre la dependencia, el deseo y la identidad femenina, una especie de drama y thriller psicológico que se difumina en un tórrido verano en el sur de España.
Sofía (Emma Mackey) ha postergado su vida para cuidar a su madre Rose (Fiona Shaw), una mujer tan irónica como posesiva, atrapada en una silla de ruedas por una enfermedad misteriosa, quizás psicosomática. Juntas viajan a Almería, para buscar respuestas y tratamiento de un curandero (Vincent Pérez), pero lo que parece una simple peregrinación médica se convierte en una exploración interna: la de una hija que desea por una vida distinta y un camino propio. El punto de quiebre llegará con Ingrid (Vicky Krieps), una viajera libre, sensual y enigmática, que irrumpe como un espejismo en la rutina asfixiante de Sofía. Su relación no sólo es sexual, sino también simbólica: en Ingrid, Sofía pareciera ver la posibilidad de escapar del yugo materno, aunque esa libertad venga teñida de ambigüedad e irresponsabilidad afectiva.
Lo que distingue a Hot Milk no es su argumento, el cual es relativamente estático, sino su construcción emocional y visual. Lenkiewicz no opta por grandes gestos ni respuestas fáciles, prefiere el detalle insinuado, el silencio elocuente, el plano sostenido. Esa ambientación de la costa árida, los departamentos a medio construir o el mar turbio lleno de medusas, pretende ser un espejo del mundo interior de Sofía, uno donde nada es del todo claro, donde la belleza convive con lo inquietante.
Emma Mackey, en su interpretación más madura hasta la fecha, encarna a una mujer contenida, casi opaca, cuya transformación se da por acumulación de pequeños tropiezos. Su personaje no resulta la típica figura femenina bien delimitada por sus particularidades, más bien en otro mundo ficticio quedaría fácilmente relegada a un rol secundario, aquellos que no tienen demasiado que decir pero sí a qué reaccionar. Fiona Shaw, por su parte, compone a una Rose fascinante en su egoísmo, nunca del todo víctima, pero tampoco completamente antagonista. El vínculo entre ambas está teñido de una tensión que bordea lo simbiótico, lo enfermizo, claramente no se llevan bien, pero interactúan como si de un trabajo se tratara, al punto de que no es tan evidente su estatus de madre-hija al principio del relato.
A ratos, el largometraje parece quedarse atrapado en su propia elusividad, incapaz de hacer plenamente cinematográfica la angustia interna de su protagonista, hasta que Sofía estalla, en secreto a veces, de forma peligrosa otras veces, pero estas escenas no terminan de cruzar el puente entre la represión y la explosión. Por otro lado, el personaje de Ingrid pasa gran parte del metraje en riesgo de convertirse en un cliché: la mujer bohemia que llega para liberar al personaje principal, cual sirena moderna o manic pixie girl. Krieps con su talento logra dotarla de cierta profundidad, o la ilusión de ella, pero la puesta en escena, termina por condenarla a ser una figura mitológica, quien más que nada distrae un rato a Sofía.
La cinta proyecta una contradicción incómoda, que incluso es ilustrada con la inclusión de la canción Gracias a la vida de Violeta Parra, una antítesis de lo que observamos. Se plantean cuestiones sin resolver, y también podríamos asumir que quiere dejarte tan a la deriva sobre el relato como lo está su protagonista. Esa construcción que se queda a medio camino entre lo lírico y lo dramático, podría ser tanto su virtud como su defecto. Es fragmentaria, esquiva, con un ritmo que se arriesga a desesperar. Sin embargo, las preguntas que sugiere, sobre todo aquellas relacionadas con la dinámica entre Sofía y Rose son necesarias y honestas. Uno que otro sobreviviente del encierro pandémico, podrá encontrar algunos atisbos del desgaste emocional de cuidar a otro, incluso algunos otros que vivieron antes o viven ahora en esa posición.
Así, nos encontramos con la primera película como directora de Rebecca Lenkiewicz que, aunque imperfecta, confirma una sensibilidad rescatable y digna de seguir trabajando, especialmente como narradora del ámbito íntimo. Su Hot Milk se entibia bajo el sol europeo, para luego enfriarse de sopetón en su brutal conclusión. Una leche bien tóxica, pero que no te afectará por completo.
Ficha técnica
Título original: “Hot Milk”
Director: Rebecca Lenkiewicz
Guion: Rebecca Lenkiewicz
Fotografía: Christopher Blauvelt
Música: Matthew Herbert
Edición: Mark Towns
Producción: Bonnie Productions, Never Sleep Pictures, HanWay Films, Head Gear Films, Film Four
Reparto: Emma Mackey, Fiona Shaw, Vicky Krieps
Duración: 125 min.
Año: 2024
Género: Drama
País de Origen: Reino Unido
Estreno en la plataforma de MUBI Latinoamérica el 3 de julio de 2025