Por Javier Salah
La historia gira en torno a Shadi y su papá, Abu Shadi y muestra la tensa relación de ambos. Abu Shadi es un profesor que vive en Palestina, fue abandonado por su mujer y debe quedare a cargo de sus dos hijos, Shadi y Amal. Amal ha decidido casarse y para esto debe cumplir con las tradiciones palestinas, pero también con las de su padre. Para esto, Shadi, quien ha vivido los últimos años en Italia, vuelve a Palestina para ayudar a su padre y hermana en los preparativos.
La película, entonces, los encuadra en un eterno viaje en auto, mientras deben entregar las invitaciones para el matrimonio a cada uno de los invitados, en sus casas, tal como indica la tradición en Nazaret. Esta ruta marca el encuentro entre Shadi y su padre, pero también lo enfrenta a sus recuerdos sobre su país natal, del que en realidad salió por conflictos políticos.
Al volver, encuentra una ciudad congelada en el tiempo. Este es uno de los grandes aciertos de la película, ya que sin decirnos explícitamente el año en el que está ambientada, entendemos que es una película contemporánea, a pesar de los autos antiguos y las tradiciones eternas, esas que conectan con la familia y nunca pasan de moda.
Durante la repartición de invitaciones, Abu Shadi y Shadi se van topando con diferentes personajes: los amigos de toda la vida, la familia extendida -esa que ha sido un soporte en su vida- e incluso una vieja amiga, que le hace pensar a Abu Shadi en una segunda oportunidad para rehacer su vida. Él es un profesor de una escuela de la ciudad y su máxima (y noble) ambición es ser director de ese colegio. En la calle, todos lo reconocen y le agradecen por algún consejo antiguo o favores sensatos hechos en el pasado. Así es como logramos empatizar tanto con el padre. Se mueve con una nobleza genuina por la ciudad y cada paso es conmovedor. De mirada triste, es de esa generación que, a pesar de vivir en un país en conflicto, prefiere morir ahí.
Shadi, en cambio, ha vivido muchos años en Europa. Viste una camisa ondera, chaqueta de cuero y pantalones rojos. No entiende cómo la vieja Palestina ha persistido, con sus calles sucias, edificios antiguos llenos de cables (una postal muy recurrente para describir Palestina) y las nulas ambiciones del pueblo para salir a buscar una vida mejor. Por eso su empatía con la madre, quien es un a antagonista ausente, y su rabia con el padre. A pesar de la nobleza del papá, siente un poco de vergüenza por su hijo; anhela que vuelva pronto a vivir de forma permanente a Palestina y dice que se fue a Europa a estudiar medicina, cuando en realidad él es arquitecto, aunque dice que es diseñador o que “construye edificios” para que los amigos de su padre entiendan a qué se dedica. Además, le preguntan cada cierto rato sobre cómo es la vida en América, dando cuenta que al resto de los personajes les da lo mismo en qué continente Italia realmente.
En el viaje se muestra no solo el trayecto en auto, sino también el viaje interior de ambos. Alcanzamos a percibir sus luces y sombras. A medida que avanza la historia, el círculo de los personajes se va cerrando cada vez más, hasta llegar a los familiares y personajes con los que tienen los vínculos más íntimos, como la hermana o la mamá. Este es otro acierto de la película, ya que se hace tremendamente interesante la referencia a los personajes, sobre todo los que están, pero no están.
Parten desde amigos lejanos, familiares, la novia y luego la madre. Finalmente, cuando explota el conflicto, vemos a un padre e hijo más bien contenidos. Y este eterno viaje de repartición de invitaciones se hace un poco monótono ya que es el eterno anuncio de un clímax que está por venir. Ambos factores, la contención del padre e hijo y el eterno conflicto son una mala mezcla ya que hacen ver que a la historia le falta fuerza y se convierte, en realidad, en una secuencia de varias escenas y situaciones pegadas. Una buena idea para algunos minutos, pero que resiste apenas hasta el final del filme.
A pesar de eso, logra conmover y conectar por sus detalladas ambientaciones y la bondad de los palestinos. Esas tradiciones que se basan en compartir café y dulces. Y de sobrevivir como puedan en el contexto que sea, tal como lo hace Abu Shadi. A pesar de una ciudad que se cae a pedazos, él sigue de pie, preparando el matrimonio de su hija.
Esta película es escrita y dirigida por Annemarie Jacir, cineasta palestina que se convirtió en la primera mujer en hacer una película en su país. Invitación de boda es su tercer filme fue estrenado en el 2017 y participó en los festivales de Toronto y Locarno. Actualmente se exhibe en Cinemark como parte del ciclo “Hecho por mujeres” organizado por Arcadia Films.
Título: Invitación de boda (Wajib)
Género: drama, road movie
Directora: Annemarie Jacir
Elenco: Saleh Bakri, Mohammed Bakri, Maria Zreik, Tarik Copty, Ossama Bawardi, Lama Tatour, Ruba Blal
Duración: 96 minutos
País: Palestina, Colombia, Francia, Alemania, Noruega
Año: 2017
Distribución: Arcadia Films
Ciclo «Hecho por Mujeres»
Estreno: 23 de septiembre
Disponible en Cinemark