Por Coté Álvarez Franco
En el género del terror, debería existir la subcategoría ‘para ver con amigos’. Es decir, películas breves, fáciles y unidimensionales que navegan un miedo inofensivo y que consuman su objetivo de entretener como panorama de fin de semana, permitiendo comentarios varios en voz alta y pausas para ir al baño o recibir la pizza. Si así fuera, Juega o muere encajaría en el subgénero sin pena ni gloria.
La trama economiza el tiempo, con una introducción que va directo al hueso y no da lugar a elementos fundamentales como la generación de atmósfera o brote de misterio. Así, con un clavado olímpico nos zambullimos en la historia de Jo (Benjamin Evan Ainsworth), Marcus (Asa Butterfield) y Billie (Natalia Dyer), trío de hermanos oriundos de Salem, Estados Unidos -ciudad conocida por sus juicios de brujería- que viven con su esforzada y algo sobreprotectora madre soltera y su tío probablemente deprimido, disfuncionalidad que no los hace precisamente populares. En este grisáceo contexto, el menor Jo por casualidad descubre un cuchillo endemoniado que opera poseyendo a su portador, empujándole a instigar juegos mortales.
El dueto debutante de directores Eren Celeboglu y Ari Costa aspiran a contar una metáfora de la herencia del trauma y sinsabor del crecimiento a través de la experiencia de tres hermanos que, solos en casa mientras la madre labura, se les viene encima cual montón de ladrillos la consecuencia de una horrible historia de brujería que, condensada en un cuchillo, amenaza con destruir a su familia. Esto ya que, claro, la maldición del arma blanca responde a sus propios crímenes ligados a una cruenta injusticia ocurrida siglos atrás. Sin una figura cuidadora que les apoye, los protagonistas deben enfrentarse a esta pesadilla por su propia cuenta.
Pues de dobles lecturas ni hablar. Si bien es posible vislumbrar el afán por hacer una alegoría del trauma, en realidad no se esclarece el origen de aquello, falencia que plantea la no menor interrogante de qué se supone se está queriendo decir con esta huella del dolor que recae sobre los hermanos a través del cuchillo. Porque convengamos que el sangriento evento que aconteció hace cientos de lunas atrás, a víctimas ajenas a los personajes, no califica para hacer una conexión coherente. ¿O acaso bastará con tener un padre ausente y vivir en Salem para atar los cabos? Sus creadores así parecen respaldar una tragedia que, a todas luces, se percibe bastante circunstancial.
Lo azaroso de la trama se vale de un cursi tratamiento visual, sonoro y de edición para invocar un terror slasher que, de todas maneras, no deja de ser provechoso. Para su público objetivo, por cierto. Es que Juega o muere, con su inmediatez, efectismo, pinceladas de angustia y humor adolescente, y lozano reparto encabezado por rostros de series famosas como lo son Butterfield y Dyer –de Sex education y Stranger things respectivamente- es un producto que dudosamente marchará sobre ruedas ante el juicio de cualquier espectador que no sea joven, o no conocedor de tendencias, o no demasiado exigente o nomás dispuesto a pasar el rato.
El talento actoral está ahí, así como el dinamismo y las ganas de sacar algo en limpio, factores que suman lo bastante para mantenerse a flote, mas no llegar a puerto. Pero filmes de este carácter prescinden de un puerto para alcanzar el máximo logro al que pueden aspirar: cumplir.
Ficha Técnica
Título original: All fun and games
Director: Eren Celeboglu, Ari Costa
Reparto: Asa Butterfield, Natalia Dyer, Benjamin Evan Ainsworth
País: EE.UU.
Casa productora: Gozie AGBO, Anton
Estreno en Chile: 9 de noviembre
Distribuidora: Diamond Films