Por Ana Catalina Castillo
Entre 2005 y 2010, el escritor francés Samuel Benchetrit publicó su trilogía Crónicas del asfalto, la que recogía experiencias de su vida transcurridas como habitante de un conjunto de viviendas sociales en la periferia de París. En parte de ellas se basó para el guion de la película que dirigió años más tarde y que tituló simplemente Asphalte, y aunque hasta nosotros llegó como La comunidad de los corazones rotos, la idea del color oscuro del asfalto cobra sentido, sobre todo, cuando a partir de ciertos acontecimientos, pequeños rayos de luz alumbran a los personajes.
Se trata de un relato coral que transcurre en los suburbios de una ciudad de Francia que podría existir o no, pues nunca tenemos las coordenadas exactas ni vemos paisajes naturales que puedan revelar la ubicación. La trama se desarrolla en su mayoría en espacios cerrados; más exactamente en un viejo y sucio edificio de departamentos. Son tres historias y seis personajes; aunque estos no andan en busca de autor –como los de Pirandello– sino de compañía. Podríamos decir, también, que se trata de seis personajes ordinarios sorprendidos por hechos extraordinarios, en el sentido más llano. Pues la cotidianidad en que se mueven los sorprende un día cualquiera con la llegada de alguien, que les aportará novedad y algo parecido al amor.
La primera historia se centra en un introvertido hombre, que se niega a pagar la reparación del ascensor del edificio, argumentando que no lo usa. Lo paradójico es que pronto sufre un accidente que lo vuelve dependiente de este y debe arreglárselas para transitar a escondidas y, en esas andanzas, conoce a una enfermera que cubre turnos de noche. La segunda historia tiene como protagonista a un solitario chico adolescente, quien entabla amistad con una enigmática mujer recién llegada al edificio, con un pasado como actriz de cierto renombre. Completa el mosaico, la historia que reúne a una dulce inmigrante argelina con un astronauta norteamericano, que aterriza por error sobre la azotea del edificio y que deberá esperar en su departamento hasta que lo rescaten.
El tono de la narración conmueve más que nada por la naturaleza de sus personajes, todos entrañables, quienes han sido relegados a la soledad por distintos motivos y que se topan azarosamente con un otro que ha llegado para cambiarlos de alguna manera, aunque sea por poco tiempo. El montaje alternado se mantiene durante toda la película y se encarga de ir revelando en diálogos mínimos y en pequeñas acciones lo que esconden o reprimen los personajes. La fotografía y la música funcionan de manera orgánica, completando la creación de atmósferas.
Así, el conjunto de historias –por momentos parecen viñetas por los encuadres escogidos–, combina distintos matices que alcanzan incluso rasgos de humor absurdo por la incorporación de tragedias caseras, como lesionarse en una bicicleta estática. Pero hay también ironías muy bien logradas como el hecho que un astronauta de la Nasa quede al cuidado de una mujer simple a la que se le pide guardar un secreto de Estado, mediante una llamada telefónica realizada desde una central cuyo tono de espera es parte de la reconocible banda sonora de 2001:Odisea en el espacio.
Estos matices temáticos contribuyen a que el ritmo se mantenga y obliga al espectador a estar atento a cada pequeño fragmento, pues cada uno de ellos va creciendo en profundidad. Y si bien se trata de un guion en que todo encaja, este se ve potenciado por la calidad del trabajo actoral. Tratándose de una película coral es importante que el elenco esté equilibrado y aquí eso se cumple a cabalidad.
Las historias mínimas, esas que hablan de personajes comunes y corrientes, donde no hay grandes hazañas, son las que, si están bien construidas, conectan al espectador y dejan muchas veces la sensación de haber tenido la gran suerte de colarse en las vidas ajenas, para ser testigos de instantes tan íntimos como memorables. Es el caso de esta película, que nos sumerge en pequeños universos, que tal como el espacio que intenta definir el astronauta de una de las historias, muestra que “detrás de la oscuridad hay una magnífica luz”.
Título: La comunidad de los corazones rotos (Asphalte)
País: Francia
Año: 2015
Dirección: Samuel Benchetrit
Guion: Samuel Benchetrit, Gabor Rassov
Reparto: Isabelle Huppert, Michael Pitt, Gustave Kervern, Valeria Bruni-Tedeschi, Tassadit Mandi, Jules Benchetrit
Música: Raphaël
Fotografía: Pierre Aïm
Muestra de Cine Francés
Distribución: Arcadia Films
Plataforma: cinemark.cl