Crítica de cine “La cosecha”: Un reflexión sobre las crisis sociales

Por Victoria Bustos Arancibia

La cosecha, dirigida por Athina Rachel Tsangari, trata de alejarse de las convenciones tradicionales de los dramas históricos, para explorar un territorio más filosófico y atemporal del fenómeno que se propone ilustrar. Adaptada de la novela homónima de Jim Crace, la cinta presenta una fábula, poética y alarmante, cuyo escenario es un pueblo sin nombre en un ambiente preindustrial, en un tiempo indeterminado que parece fusionar pasado y presente.

Acá, Tsangari abandona el minimalismo absurdo de Attenberg (2010) y las arquitecturas modernas del cine griego contemporáneo para adentrarse en un territorio más terroso y arcaico: una aldea que se autodestruye en el transcurso de una semana, ante el colapso de su equilibrio simbólico. Todo esto observado de cerca y, principalmente, a través de los ojos de Walter Thirsk (Caleb Landry Jones), un campesino que no termina de pertenecer a la comunidad ni al linaje señorial del que fue criado cerca, quien mantiene un vínculo ambiguo con el ingenuo Master Kent (Harry Melling). Walter ya vive en los márgenes de la comunidad agraria en la que habita y trabaja, pero esta diferenciación con el resto de sus vecinos se hace más evidente con la llegada de forasteros, los que incluyen en primer lugar al cartógrafo, luego más adelante a dos hombres extranjeros y errantes, acompañados de una misteriosa mujer, y finalmente, el primo del señor feudal, Master Jordan y su inquisición armada.

Desde su posición incierta, Thirsk es testigo privilegiado del desmoronamiento de su mundo. La llegada de dichos forasteros ha desatado una paranoia colectiva, fomentando acciones bruscas y desconfianza entre los aldeanos, como forma de defensa a lo desconocido. Aunque el incendio del inicio del largometraje revela a los espectadores que lo que veremos los siguientes cuatro quintos de la película, es en parte responsabilidad de la misma comunidad. Y, a pesar de la rapidez de calendario para los actos del relato, la dirección logra con maestría presentarnos la sucesión de eventos con calma, y que la audiencia absorba la simbología de esta historia con la lentitud con la que podrían los campesinos dar cuenta de lo que está pasando.

Desde sus primeras secuencias, se opta por una puesta en escena con textura y realismo, con rostros sin afeitar, rituales alucinógenos, vestimentas y viviendas de tacto orgánico, planos de insectos o espigas agitadas por el viento, captados por un lente de 16mm por Sean Price Williams. Así, logra su equipo creativo envolver a la audiencia en este sombrío cuento sobre la desposesión del ciudadano común, ante la conversión de los recursos comunales en propiedad privada de la clase dirigente.

Sin pelos en la lengua, La cosecha pretende denunciar la promesa del capitalismo como un engaño en el que la sociedad viene cayendo lentamente, pero también de forma vertiginosa. En este sentido, el filme se alinea con otras distopías pastorales que revisitan el pasado o, en este caso, la ilusión de pasado, para hablar del presente, desde The Wicker Man (1973) hasta The Witch (2015). Pero Tsangari evita los códigos del horror o el thriller, incluso trabajando a ratos con una visual de paz y armonía con la naturaleza que rodea la tragedia. Su película es más bien un poema cantado, lleno de tiempos muertos, silencios incómodos y escenas que parecen detenerse a contemplar cómo la historia se evapora.

Sin embargo, el ritmo de esta tonada puede tornarse denso y agotador después de un rato. Además de que la formulación de un protagonista indeciso, pasivo e inepto es igualmente un arma de doble filo: creativo e interesante, pero que corre el riesgo de perder la novedad y cansar a una audiencia impaciente.

Sucede que aunque La cosecha sea un deleite para la vista, su guion sufre del síndrome de Walter Thirsk, es medio disperso y poco seguro. Así que nos quedamos con una película que no es particularmente fácil de digerir y con un desenlace tan árido como inevitable. De todas maneras, la tarea de Joslyn Barnes, su guionista, nunca fue sencilla, y en la conversión de la literatura al cine siempre se hallan obstáculos y exigencias duras. Pero la oferta de Tsangari no deja de ser atractiva y valiosa, demostrando un manejo de ciertos elementos del lenguaje cinematográfico que no cualquiera puede aportar en estas hazañas, y presentando una temática profundamente resonante actualmente. En tiempos de desplazamientos masivos, crisis ecológica y retorno de viejas formas de exclusión, la cinta actúa como una advertencia lírica necesaria a la cual darle una vuelta.

Ficha técnica

Título original: “Harvest”

Dirección: Athina Rachel Tsangari

Guion: Athina Rachel Tsangari, Joslyn Barnes. Libro: Jim Crace

Fotografía: Sean Price Williams

Edición: Matthew Johnson, Nico Leunen

Música: Nicolas Becker, Ian Hassett, Lexx Fusco, Caleb Landry Jones

Reparto: Caleb Landry Jones, Harry Melling, Rosy McEwen, Arinzé Kene

País: Reino Unido

Año: 2024

Duración: 133 minutos.

Género: Drama de periodo

Disponible en la plataforma de MUBI Latinoamérica desde el 8 de agosto

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