Por Coté Álvarez Franco
Gran parte de La Hipnosis transcurre en un hotel, lugar donde, como en los aeropuertos, se tiende a perder un poco la noción de la realidad. La iluminación, el piso alfombrado, la incansable amabilidad del personal, la cafetería a mano, la blancura de las habitaciones. Todo diseñado para garantizar una estancia grata, pero solo temporalmente porque, cuando se pasa ahí mucho tiempo, este ideal artificial se torna contraproducente. Empieza a marear y agotar. A molestar.
El realizador Ernst De Geer y su equipo se estaban hospedando en el hotel donde se despliega la película durante la filmación, hecho que le hizo empatizar con la sensación de los personajes y favorecer la autenticidad de su dirección. Esto da frutos: aquí, todo se siente incómodamente genuino. De ahí que, conforme seguimos el viaje de la pareja de André (Herbert Nordrum) y Vera (Asta Kamma August), no estamos tan a gusto en el asiento. Irónicamente, por eso la cinta funciona.
Además de novios, André y Vera son socios que están ad portas de hacer la gran presentación de su proyecto en una convención de startups. El evento es prestigioso y significa la oportunidad única de obtener financiamiento. En este clima estresante, Vera, antes de que arranque la actividad, determina que es momento de hacerse cargo de su hábito de fumar asistiendo a una sesión de hipnosis. Ahora, si bien al comienzo ambos desestiman los posibles efectos de la terapia, el comportamiento progresivamente desinhibido de la chica parece indicar que sí surtió efecto.
El estado constante que nos genera la obra es una mezcla de irritación, vergüenza ajena y risa. Más bien risa nerviosa, pero risa, al fin y al cabo. Es que casi todo lo que sucede en este hotel es sátira; desde la obvia ridiculez de socializar con (y como, según la circunstancia) un perro imaginario a modo de herramienta creativa, a lo más implícito como la calculada arrogancia y favoritismo del gurú del pitching. Desde el lobby camuflado de las convenciones de startups, al milenial André cuya insistencia en que su aplicación ayudará a culturas desfavorecidas guarda un subtexto de salvador blanco. Su origen escandinavo no es de extrañar; los nombres de Lars Von Trier, Kristoffer Borgli y Ruben Östlund saltan en la cabeza como referencias naturales en lo que respecta al simbolismo y/o burla de los rincones escabrosos de la sociedad occidental contemporánea.
En medio de este circo tan nórdicamente compuesto —la ambientación es limpia, los diálogos bien pensados, las interacciones tan corteses como impersonales, los cortes alimentan el sarcasmo de forma moderada, pero precisa— la payasita Vera se mueve entre los pasillos en su estado de aparente lavado de cerebro que la tiene actuando con una despreocupación hasta entonces cohibida por su rígida madre, su aplicado novio-socio y las expectativas de su generación. Lo que Vera buscó tratar era el consumo de cigarro, pero, en el fondo, era su ansiedad de adulta joven. ¿Quién está realmente hipnotizado, ella o los políticamente correctos otros?
La Hipnosis emerge de un mérito compartido por De Geer, quien debuta en los largometrajes, su trabajo colaborativo en el guion con Mads Stegger, las interpretaciones impecables del par protagonista y todo el engranaje calificado que rema detrás de una propuesta fresquísima y aguda, incluidas las melodías minimalistas de Peder Kjellsby que parecen provenir desde retazos del subconsciente y sobresaltar el oído. Una experiencia audiovisual que logra el justo equilibrio entre molestar y arrancar risillas pudorosas.
Ficha Técnica
Título original: Hypnosen
Año: 2023
País de origen: Suecia, Noruega
Director: Ernst De Geer
Reparto: Asta Kamma August, Herbert Nordrum
Duración: 100 min.
Plataforma: Mubi