Crítica de cine “La práctica”: El dolor y la risa de todos los días

Por Juan José Jordán

La Práctica es el primer largometraje de Martín Rejtman en diez años. Rejtman se ha hecho un espacio en el acontecer fílmico con un estilo que lo aleja de la estructura de tres actos, siendo una figura de gran relevancia en la renovación del cine trasandino.

Gustavo (Esteban Bigliardi), argentino afianzado en Chile, es un profesor de yoga que se está separando. Vanesa (Manuela Oyarzún), su esposa, chilena, se dedica a lo mismo. Ella abandona el estudio que compartían para las clases y él se va del departamento. Llegamos a la historia cuando están viéndose con la terapeuta de pareja (Catalina Saavedra), a quien no le interesa ocultar sus juicios sobre la culpabilidad en esa ruptura, para preparar el corte definitivo. Tienen una relación civilizada, pero rápidamente se termina la cordialidad y se empiezan a tratar como desconocidos: cuando la madre (María Busnelli) de Gustavo vuelve de Argentina por segunda vez no le permite quedarse en la pieza de alojados, así como la decisión de Vanesa de poner todos los muebles de la casa en venta, sin avisarle antes a Gustavo.

Hay un lugar al que tanto Gustavo como Vanesa recurren cada cierto tiempo para reencontrarse con la práctica más personal del yoga; ubicado en el Cajón del Maipo, se deben entregar los celulares al ingresar para poder realizar un retiro de silencio. Pero es probable que de no haber sido requisito entregarlos ellos mismos los hubieran apagado, en toda la película no se ve a nadie pegado a la pantalla de sus aparatos. Cuando están sentados a una mesa, hablan y le prestan atención al otro, sin que haya distractores.

Gustavo está en un momento de extravío. Esto se ve reflejado en su dificultad para tomar decisiones y en el fondo, vivir con el piloto automático de acuerdo a las sugerencias que hacen otras personas sobre su vida, yéndose a vivir a la casa del hermano (Elvis Fuentes) de Vanesa con su mujer (María José Siebald). Ella es una persona difícilmente soportable, cuestionando todo lo relativo al yoga y a su estilo de vida. El único lugar donde pareciera tener completamente las riendas de lo que le pasa es en el terreno del silencio. En esos retiros en donde nada se puede verbalizar y tampoco se puede llegar a él. Pero el silencio también es la nada, nada que hacer: para comunicarse se está condenado a equivocarse y meter la pata.

Si bien el es tono es ligero, con una facilidad para captar el ridículo de lo cotidiano, como cuando Gustavo sigue las indicaciones de un Youtuber ruso para tratar de superar las molestias a su pierna, de todas formas hay espacio para lidiar con ciertos aspectos no tan simpáticos que ninguna pose de yoga va a solucionar, como el alumno que asiste a una clase y coincide misteriosamente con la desaparición de un montón de objetos. Al tiempo vuelve a ir, Gustavo le pregunta si tuvo algo que ver, responde que no y se acaba el tema. Pero algo tiene que hace que sea difícil confiar en él. Lo tratan bien; cuando se accidenta Gustavo le pagan una hora médica, no le hacen problemas por quedarse todo el tiempo que le da la gana en el departamento de Laura, (Camila Hirane). Así y todo, le da lo mismo y se muestra abusivo y desconsiderado. Es una forma de decir que la realidad no es solo lo que uno quiere y la gente con la que se tiene afinidad.

Hay una atmósfera de algo antiguo. No pasado de moda, o “demodé” como dice las personas finas. Por ejemplo, la forma en que los personajes se conocen. Siempre es a través del saludo presencial de alguien que reconoce a otro de algún lado. Ahí no hay algoritmos y la predictibilidad de internet. También el hecho que paguen con efectivo habla de algo un poco de otra época, ahora que casi todas las transacciones son electrónicas. Ver el dinero pasando de una mano a otra hace más fácil recordar que de eso se trata todo. Plata en una mano, luego en la otra.

La película tiene similitudes con Silvia Prieto (1999), segunda película de Rejtman que contribuiría a conformar lo que se dio en llamar “Nuevo cine argentino”. Un cambio muy claro de estética, más conversacional, en donde la falta de recursos no significaba una desgracia para no llevar a cabo el proyecto fílmico. El uso de la voz en off, la forma en que la historia se va por pasajes inesperados y cómo los personajes se van conociendo y creando relaciones entre ellos, son elementos que el espectador conectará fácilmente con su trabajo anterior. Pero acá hay un acercamiento más a la oscuridad, a los aspectos de la vida que son tristes y nada que hacer. Como cuando Gustavo habla con Laura sobre su separación y le dice que es doloroso cuando un vínculo se rompe. Ahí no hay risa que alga. Quizá en los alrededores, quizá en las circunstancias, pero no en el hecho del vínculo roto, que de alguna manera hace presente la idea de la muerte. En ese sentido hace un buen contrapunto que Gustavo sea una persona exenta de dramatismo y sin afán revanchista.

Si bien la dirección tiene un estilo cercano al documental, cámara fija y tratando de colarse en la cotidianidad, como si se estuvieran captando momentos que no valieran mucho la pena ser filmados, a ratos las actuaciones son un tanto esquemáticas en la forma en que llevan el diálogo. No es fácil conectar emocionalmente con personajes que siempre dicen las palabras precisas y nunca se exceden ni tienen reacciones inadecuadas, como sucede con el personaje interpretado por Camila Hirane.

Hay una exploración a utilizar creativamente el espacio. Como cuando Vanesa va al retiro del Cajón del Maipo con el personaje interpretado por Gabriel Cañas y en una escena él se pone a mandarle mensajes a través del walkie talkie integrado que traen los cascos de la moto. El efecto que se produce es visualmente interesante, caminando hasta el fondo del plano aprovechando la profundidad de campo.  Vanesa permanece quieta, deja de responder a sus enfermantes, “aló, me copia” y sale.

Las actuaciones permiten el desarrollo de personajes variados, claramente diferentes. Distintos, pero todos pueden hablar, hasta que llega un momento en que se corta la comunicación. En general nunca se actúa por prejuicios y no se le cierra al otro la posibilidad de expresarse.

En tiempos de un cine cada vez más estandarizado, el cine de Rejtman demuestra que la narración admite otros mecanismos para contar una historia, en donde el azar de lo inesperado también puede ser parte. Una risa que oculta la lágrima y que a veces es un revoltijo de emociones, como cuando Gustavo se va del retiro y pasa una noche a la intemperie. Hacer un duelo no es cualquier cosa y muchas veces el lenguaje se queda cojo para expresar todo.

FICHA TECNICA

Título: La práctica

Guion y dirección: Martín Rejtman

Año: 2023

País: Argentina

Producción: Argentina-Chile-Portugal-Alemania. Compañías: Un puma, Rosa Filmes, Pandora Film, Don Quijote Filmes,

Elenco: Esteban Bigliardi, Maria Busnelli, Manuela Oyarzún, Camila Hirane, Gabriel Cañas, Amparo Noguera, Catalina Saavedra, Víctor Montero, María Siebald, Elvis Fuentes.

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