Por Paula Frederick
Luego de salvarle la vida al aristócrata Arturo Orsini en su natal puerto de Nápoles, el joven marinero y autodidacta Martin Eden (Luca Marinelli) es invitado a la casa de la familia Orsini, en agradecimiento. Ahí, tiene dos revelaciones que le cambiarán la vida: su amor por Elena Orsini y su pasión por el conocimiento y la literatura. Sin embargo, su destino no parece dar cabida a estas dos pasiones. Amor y poesía se transforman en signos de un deseo doliente, la fusión del sentimiento más puro con la frustración más visceral. La búsqueda incansable de esta quimera es lo que mueve al protagonista de Martin Eden, película del director italiano Pietro Marcello y adaptación libre de la novela homónima de Jack London. Mientras se relaciona con las “altas esferas” y descubre el mundo a través de las lecturas de Herbert Spencer, el protagonista aumenta su ansiedad, sintiéndose cada vez más lejano de su objetivo y de sí mismo. Un encuentro con Russ Brissenden, escritor y mentor, lo ayudará a comenzar su camino como escritor, con todas las glorias y turbulencias que esto trae consigo.
Interpretado de manera magistral por el italiano Luca Marinelli, ganador de la Copa Volpi al Mejor Actor en el Festival de Cine de Venecia 2019, Martin vive su experiencia a través del filtro de un progresivo conocimiento filosófico, fluctuando entre la pulsión autodestructiva del individualismo con el auge del ideario socialista. Su mirada, que es también la de Jack London, presagia de manera muy lúcida las disputas ideológicas y la lucha de clases en el siglo XX, hasta llegar al capitalismo. A pesar de ser un reflejo de su tiempo, la película de Marcello es anacrónica, ya que no se sitúa en una época particular, sino que realiza un recorrido libre por el siglo XX, donde la trascendencia no está en el cuándo o dónde, sino en el cómo se ve enfrentan los fenómenos humanos que, a fin de cuentas, son parte de una historia cíclica. Así, Martin se transforma en un viajero en el tiempo que se mueve entre daguerrotipos, barcos a vapor que cruzan el atlántico y televisores a color. Aventurándose en la definición, y con respeto absoluto por el gran Jorge Luis Borges, Martin Eden podría ser una suerte de Aleph cinematográfico. La suma de los tiempos, los discursos políticos, las visiones individuales y colectivas, las vías recorridas y los destinos posibles. Una pieza llena de espejos donde todo puede ser el reflejo del otro.
El camino de Martin, desde un joven marinero iletrado hasta un admirado escritor, es como un círculo que vuelve siempre donde mismo. Como si la marea lo llevara a altamar, para luego volver a la orilla, sin perder jamás su esencia errática. Para él, la experimentación en la potencia de la dialéctica entre palabra e imagen esta íntimamente ligada a la dinámica del deseo. En la narrativa ecléctica y libre de su Martin Eden, Pietro Marcello mezcla de manera libre y sin brújula todas las dicotomías ligadas a la modernidad del novecientos, lo que crea una fértil dialéctica entre la retórica clásica de Hollywood, el cine moderno de los años sesenta, el frenesí de Godard, los relatos femeninos de Bergman, con saltos al retrato neorrealista de Vittorio De Sica y a los rostros duros y surcados de Pier Paolo Pasolini, entremezclándolo con imágenes de archivo sin contexto ni orden cronológico. Todo parte de un caos aparente que, sin embargo, se mueve en una instintiva e improbable coherencia.
Como si fuera un pestañeo o un latido, el montaje de Pietro Marcello cambia sin previo aviso y no responde a la cadencia a la que el cine nos tiene acostumbrados, sino que sigue el pulso del flujo vital que nace de Martin, y su avidez por captar el entorno. Para el director, el ritmo de la narración debe ser correlativo al sentir del espectador, de los personajes, de la humanidad ineludible detrás de cada historia. Esta intención encuentra su refugio y su máximo potencial en la actuación de Luca Marinelli, cuyo Martin es capaz de sostener una película que lo pone al centro de cada escena. Su estado interior se refleja en cada imagen, en las texturas, en los filtros que pasan de una nitidez absoluta a un fondo borroso y apenas perceptible, en lo errático del montaje, en la tormenta que siempre parece avecinarse. Martin Eden es sin duda una película ambiciosa, que encuentra su potencia en la fuerza del todo, como si fuera un cuadro impresionista que hay que mirar en su totalidad, para no distinguir las manchas que la conforman.
Al final, la película pone en tela de juicio el mito del hombre libre, planteando la libertad como una idea ilusoria, al máximo tergiversada, que quizá no sea más que una dimensión de movimiento con límites y frenos, pero también escapes. Así, la belleza de la película está en elegirla, experimentarla como su protagonista y dejarse llevar por la sensación casi extinta de estar viendo algo por primera vez. Además de ser una de esas joyas que te permite recordar por qué el cine, más allá de todo, es una pasión irrenunciable.
Título original: Martin Eden
Dirección: Pietro Marcello
Guion: Maurizio Braucci, Pietro Marcello
Novela: Jack London
Música: Marco Messina, Sacha Ricci
Fotografía: Alessandro Abate, Francesco Di Giacomo
Reparto: Luca Marinelli, Jessica Cressy, Carlo Cecchi, Denise Sardisco, Vincenzo Nemolato, Carmen Pommella, Autilia Ranieri
Productora: Coproducción Italia-Alemania-Francia; L’Avventura Film B.V, IBC Movie, The Match Factory, RAI Cinema, Shellac Sud
Año: 2019
Duración: 129 min
País: Italia
En cartelera: Cine El Biógrafo, Cine Arte Normandie y Cine Arte Viña.
Distribución: Arcadia Films