Por Victoria Bustos Arancibia
En Me gustaría que vivieras mi juventud de nuevo, el director, Nicolás Guzmán, se propone un gesto íntimo y ambicioso: generar empatía entre dos personas desconocidas a través del intercambio de memorias. Se trata de un documental chileno que pretende ofrecer una experiencia distinta, jugando con las convenciones del género y el cine.
Victoria, secretaria de la Escuela de Cine de la Universidad de Chile marcada por cicatrices y pérdidas, y José (Nerea), joven estudiante de la misma institución con expectativas inciertas, se convierten en narradores del pasado del otro, ensayando y ejecutando finalmente una performance de biografías cruzadas. La relación entre ambos protagonistas surge a partir de un simple acto que su autor llama “si yo no me atrevo a decirlo, que alguien lo diga por mí”. Este ejercicio busca permitirles no solo compartir sus recuerdos, sino también resignificar sus vidas y traumas.
Guzmán nos presenta el relato mediante una estética sobria y casi casera, evitando la manipulación con música o estructuras narrativas rígidas. Ésta se construye principalmente a través de una grabación de cámara en mano, con movimientos que pueden ser descuidados o deliberados, resultando en un collage de imágenes que reflejan una sensibilidad post pandémica: entre reuniones de zoom, monólogos solitarios y registros de bajo presupuesto. La cámara, en su sencillez, se convierte en un testigo respetuoso, invitando al espectador a ser cómplice y a experimentar la fluidez de pensamiento y recuerdos que, en ocasiones, parecen un desorden, pero que en su conjunto dan algo de luz a la complejidad del ser humano.
Victoria y Nerea simplemente existen, con precariedad, desarraigo y desencanto. Y es a partir de allí que la cinta va develando sus miedos, heridas y las decisiones que definen a cada personaje, esbozando cómo es que una mera prueba de volver a contar lo propio podría convertirse en un acto de resistencia y autoafirmación frente a la memoria.
El filme no busca ofrecer soluciones ni moralejas, simplemente documenta en vivo, desde los ensayos hasta la puesta en escena final, el ejercicio mencionado que dio origen a la película. Así, el realizador nos invita a contemplar estas historias personales, entrelazando el pasado y presente de los protagonistas sin resolver del todo, más que nada convirtiendo en fílmico las sensaciones que él mismo obtuvo al encontrarse con la profundidad detrás de estos individuos. Sin embargo, en su ejecución, el documental se queda a medio camino entre lo experimental y lo emocional.
Esta suerte de ritual de empatía puede asimilarse como una lección sobre cómo nos acercamos a mirar al otro. El ejercicio de poner en diálogo dos vidas muy distintas, atravesadas por el tiempo y las circunstancias, resulta en una experiencia cinematográfica única, una que persigue las fronteras entre lo personal y lo colectivo. El problema es que la sensación de una intimidad compartida no atraviesa la pantalla, y se queda en un planteamiento interesante, nada más. Por otro lado, sin duda que el enfoque de Nicolás Guzmán dejará a algunos pensando larga y tendidamente de lo que acaban de visualizar, en especial, porque Victoria y Nerea, como tantos en Chile cuyas vidas no han sido extraordinarias ni mediáticas, pueden encontrar validación en la película, un espejo para mirarse también a sí mismos.
Ficha técnica
Título original: “Me gustaría que vivieras mi juventud de nuevo”
Director: Nicolás Guzmán
Fotografía: Patricio Alfaro, Ricardo Sánchez
Sonido: Camila Pruzzo, Carlos Pérez Muñoz
Montaje: Martín Santapau
Producción: Niña Niño Producciones
Duración: 66 min
Año: 2022
Género: Documental
País de Origen: Chile
Estreno en salas: 26 de junio de 2025