Por Valeria Jauré
Nyles (interpretado por Andy Samberg) y Sarah (Cristin Milioti) están sentados en medio de la carretera al lado de un puesto de tacos, mientras discuten sobre toda la farsa que envuelve a la celebración de una boda. Él cree en la posibilidad de que si se pueda tratar sobre el amor, ella es más que escéptica, ya que plantea que la angustia de no querer estar solos nos lleva a actos tan desesperados como ese. Vienen de una conversación mayor, junto a sus consecuencias, en donde Nyles le explicó las reglas que rigen el estar atrapados en un loop temporal para siempre, en el cual ambos se encuentran sin escapatoria alguna. Pero Sarah que, aunque ya está convencida de la realidad de la repetición eterna, justamente en el día en que su hermana se casa, no puede resignarse a que no exista una salida.
Max Barbakow, de quien no han llegado por estas tierras sus obras anteriores, nos muestra al personaje de Milioti, Sarah, que en cierto momento parece tener una suerte de epifanía en que se pregunta si quizás la solución podría venir de realizar un gran acto de bondad, carente totalmente de egoísmo. Nyles resopla, y murmura irónico que la idea del multiverso no se le había pasado por la mente. Él lleva atrapado mucho tiempo, ha probado cada una de las posibilidades que ese día le puede ofrecer; sexuales, de drogas, de hacer el bien, de hacer el mal, aprender cosas nuevas, estar sobre un flotador en forma de pizza en una piscina todo el día, y suicidios varios.
Sin embargo, él no le repite esto, solamente le pregunta cuál sería el mayor acto de generosidad que se le pueda ocurrir. La presentación de la idea del multiverso a los treinta minutos de la película nos avisa que ya sabe que nosotros hemos visto El día de la marmota de 1993, y que ellos también. Además de muchas otras películas en que tocan el tema de realidades paralelas, pero el despertar el mismo día de manera infinita siempre nos remitirá a esa radio reloj a las seis de la mañana que se encendía con I got you baby. Aunque lo que para el personaje de Bill Murray se transformaba en su salvación, en el mundo de Nyles y Sarah no sirve de mucho.
Palm Springs basa su humor posmoderno en que, a diferencia del Día de la marmota, aquí la moraleja no nos interesa. Y funciona.
En este, su universo, los actos no traen consecuencias, no hay valor alguno en las cosas, ni tampoco es posible pensar en el valor de la existencia de ambos personajes. Y es de lectura fácil pensarlo así, en tiempos en que el encierro por motivos de salud pública vuelve uniforme a los días, les quita el sabor a los fines de semana, y la incertidumbre es la normalidad. Porque hay un Nyles y una Sarah en cada uno de nosotros, entre que nos sentimos derrotados a la vez que abrigamos la esperanza de que existirá algún cambio. Y quizás también un cazador, que quiere acabar con nosotros, si la figura retórica alcanza. Obviamente, que al escribirse el guion la poca diferencia entre repetir cada día lo mismo y que se repita el mismo día era menos evidente que ahora, en que accedemos a su exhibición desde el living de nuestras casas, mediante la plataforma Amazon Prime Video, debido a que los cines tienen sus puertas cerradas.
Y así, sin ser un gran spoiler, vemos como Sarah entra en la habitación de Nyles diciendo que no funcionó y que la vida no tiene sentido. Corte.
Montaje musical.
Por suerte, en este caso, estamos ante una comedia.
Dirección: Max Barbakow
Productores: Chris Parker, Andy Samberg, Akiva Schaffer
Reparto: Andy Samberg, Cristin Milioti, Peter Gallagher K. Simmons
Duración: ’90 minutos
País: Estados Unidos
Plataforma: Amazon Prime