Crítica de cine “Parthenope”: La peligrosa belleza

Por Ana Catalina Castillo I.

Los caminos del director italiano Paolo Sorrentino no son fáciles de transitar, como tampoco lo son las estrechas y abigarradas calles de Nápoles, su ciudad natal. Los adoquines que dificultan el tránsito por las subidas y bajadas; los turistas y el ir y venir de los propios napolitanos, resultan en un laberinto tan complejo como atrayente.

Todo ese caos de movimiento, color, volúmenes y sonido forma parte del universo creativo de Sorrentino. Y su fascinación por ese lugar y su gente está más patente que nunca en Parthenope, la reciente película del responsable de È stata la mano di Dio (Fue la mano de Dios, 2021), autoficción que nos situaba en los años juveniles de Sorrentino y donde ya se podía apreciar con fuerza su apego a la ciudad, al cine y al fútbol. Aun tratándose de su obra más personal, hay temas de aquella que reaparecen en su reciente película: la fragilidad de la condición humana y la pérdida.

Ahora bien, si al centro de aquel coming of age que es È stata la mano di Dio, estaba Fabietto, alter ego del director, en el centro de Parthenope está el personaje que da nombre a la película: la mujer-sirena, epítome de la belleza inalcanzable, encarnada (nunca mejor dicho) por Celeste Dalla Porta en su debut. Parthenope es también el nombre original de Nápoles, pues según la mitología, fue a esas costas donde llegó la sirena enamorada de Odiseo.

Para el director, esta película –que dividió a la crítica en su paso por el Festival de Cannes– es una mezcla tanto de lo que ha vivido como de lo que habría deseado vivir; sin embargo, ya no hay nostalgia, asegura, porque no es tiempo de mirar hacia atrás, sino de continuar caminando. Y, sobre todo, de ver.

Con esa premisa nos sumerge en la vida de la mujer-sirena, desde su nacimiento en el agua, claro, hasta su madurez. De hecho, en pocos minutos asistimos a su llegada al mundo y de allí un salto temporal nos instala en sus 18 años. En su etapa de esplendorosa juventud, conocemos sus dinámicas familiares y el ambiente socialmente privilegiado al que pertenece. Muy pronto sabremos también del doloroso hecho que fractura a su familia y que moldea a la mujer que llegará a ser.

Ahora bien, quien espere una historia lineal y “ordenada” no es Parthenope la película que debería ver. Porque ella es Nápoles y, por lo tanto, la armoniosa fisonomía del personaje, que compite con la fotografía estremecedora de Daria D´Antonio, vehiculará una serie de   juegos de opuestos: alegría de vivir versus dolor de la pérdida; ilusión versus desencanto.

Por lo mismo, la película de Sorrentino resulta, sin duda, barroca, si con ello queremos decir abigarrada y excesiva. Esto, porque a la vez que sigue la historia de su primera protagonista femenina, también se despliegan escenas que se adentran en la esencia misma de la ciudad: sus códigos mafiosos, las tradiciones de las «famiglias» y el fervor del culto a San Genaro. Aun así, las contradicciones del propio director, en que conviven con la misma fuerza su amor y su rechazo por el lugar natal, logran transgredir los tópicos relacionados con la cultura napolitana. Al más puro estilo felliniano.

Lo extraordinario es que Sorrentino logra transformar cada uno de estos aspectos en momentos de pura cinematografía, con planos perfectos en su composición. Del mismo modo, el oficio del que hace gala convierte, por ejemplo, la costumbre muy napolitana de subir o bajar objetos en canastos en los edificios, en un espectáculo luminoso y sublime.

Como si todo eso no bastara, el director napolitano se las arregla para darle cabida en su galería de personajes a dos figuras tomadas de la historia de la ciudad italiana. Así, la protagonista es la ahijada de un armador naviero, Achille Lauro (Alfonso Santagata), quien fuera, además, controvertido político y hasta dirigente deportivo. Presentada como asidua lectora del escritor estadounidense John Cheever (Gary Oldman), en la ficción lo conoce en un viaje a la cercana Capri. ¿La razón de su inclusión? A decir del propio Sorrentino, dado que Cheever residió un tiempo en Nápoles, su visión sombría de la vida era el contrapunto perfecto para la arrolladora juventud y belleza de Parthenope.

Cuando en 2013 Paolo Sorrentino se alzaba con el Óscar a la mejor película extranjera, buena parte de los elogios se los ganó por su acierto de acceder al misterio de La grande belleza como aquello inalcanzable que, sin embargo, el protagonista había rozado en unos instantes fugaces del amor juvenil, el de una joven difuminada por el tiempo y la distancia.

En Parthenope, esa gran belleza deviene una peligrosa belleza: una que convoca y aísla a la vez. Esta paradoja le sirve de pretexto a Paolo Sorrentino para explorar una vez más sus obsesiones: Nápoles, el cine, el amor como refugio, el fútbol y la música, que en esta película completa la narrativa en momentos decisivos, cuando la voz inconfundible de Riccardo Cocciante nos recuerda que pareciera que “ya está todo planeado”.

Después de dos horas y 16 minutos de altas dosis de un Sorrentino tan volcado en sí mismo como pródigo en imágenes que sobrecogen, aunque no se sepa muy bien por qué, no salir abrumado de la sala de cine es un ejercicio que tal vez solo resisten quienes lo siguen admirando y amando incondicionalmente. 

Ficha técnica

Titulo original: “Parthenope”

Duración:  136 minutos

Año: 2024

Género: drama, fantasía

País de origen: Italia, Francia

Director: Paolo Sorrentino

Guion: Umberto Contarello, Paolo Sorrentino

Reparto: Celeste Dalla Porta, Gary Oldman, Silvio Orlando, Stefania Sandrelli

Música: Lele Marchitelli

Fotografía: Daria D´Antonio

Productoras: A24, Saint Laurent Productions, The Apartment, Piper Film, Renn Productions, Numero 10, Freemantle

Distribución: BF Distribution

Estreno en Chile: 27 de marzo

 

 

 

 

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