Por Coté Álvarez Franco
Sayen llegó el primer semestre bajo el pomposo anuncio de pertenecer a la primera gran trilogía de acción hecha en Chile. Esto es efectivo; producida por Fábula para Amazon Prime Video, la película era la entrega inicial de una saga seguida por Sayen: La ruta seca, y presentaba la historia de Sayen (Rallen Montenegro), una joven mapuche que cruza caminos con un grupo de empresarios interesados en profitar con la milenaria naturaleza del terreno de su abuela al sur del país. Este tenso encuentro deriva en el asesinato de la mencionada, crimen que instiga la sed de venganza en la chica y la urgencia por desenmascarar este mega proyecto que, bajo la falsa proclama de ecológico, solo busca explotar los patrimonios naturales.
Esta segunda parte, también dirigida por Alexander Witt, sigue la valiente, pero peligrosa cruzada de Sayen por el norte de Chile, en la región de Atacama, donde la empresa Acteon pretende expandir su lucrativo negocio. Su enemigo directo esta vez es Máximo Torres (Enrique Arce), gerente de la empresa y padre del asesino de su abuela que requiere deshacerse de ella para que deje de obstaculizar sus planes. En sus andanzas la protagonista estará acompañada de una chiquilla activista y un pandillero de buen corazón.
Ahora, si bien lo de primera trilogía es correcto, lo de novedad en la acción no lo es tanto; producciones de ese género ya existen en títulos como Johnny cien pesos (1993), Kiltro (2006), Mirageman (2007) y Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta (2012). No obstante, lo que sí marca una diferencia es la dimensión de la producción, en especial esta secuela donde se reconoce una ambición de mayor envergadura que viene a justificar un poco más las promesas publicitarias que el trabajo anterior cumplía a medias.
Mejor desarrollado, con más intriga, una musicalización más atinada, decentes esbozos de secundarios, un antagonista en manos de un actor que vale la pena y una actriz principal consistente, este nuevo trabajo supera a su predecesora. Esto no quiere decir que el arranque de la saga carezca de virtudes -es entretenida, Rallen Montenegro es un descubrimiento, hay una intención de respeto en la representación del pueblo mapuche y la fotografía le hace justicia a la belleza abrumadora del entorno- pero peca en incongruencias que sacan del relato, abusa del asesinato de personajes, a la infranqueable rudeza de Sayen le falta vulnerabilidad, la performance de Arón Piper no está a la altura de un villano serio y el uno a uno final está lejos de la épica que debiese transmitir.
Sayen: La ruta seca, por otro lado, se hace cargo de estas deficiencias exhibiendo a una heroína a quien se le concede un momento para bajar la guardia, a un par de nuevos secundarios con suficiente sustancia y bien interpretados, escenas de acción más atractivas, una edición musical menos incoherente y un actor con el oficio necesario para convencer como la contraparte de la protagonista.
Entrar en esta saga con la expectativa de la novedad está de sobra; su modelo es abiertamente hollywoodense y, desde esa lógica, su aspiración gira en torno a los números y vistas de la plataforma que la distribuye, además de servir como ventana al mundo de los cinematográficos parajes de Chile. Vista dentro de este molde, la película funciona en su generalidad, suponiendo un paso adelante respecto a la primera y generando anticipación sobre su tercera y última parte.
Ficha Técnica
Título: Sayen: La ruta seca
Director: Alexander Witt
Reparto: Rallen Montenegro, Enrique Arce, Katalina Sánchez, Jorge López
País: Chile
Casa productora: Fábula
Estreno: 20 de octubre
Distribuidora: Amazon Prime Video