Por Valeria Jauré
Cada final de año trae su recuento, siendo el listado de artistas fallecidos una oscura tradición. Oscuridad aparte, es una tradición al fin, y estas nos permiten comprender cierta identidad nacional, ya que nos hacen realizar el ejercicio de determinar a quienes consideramos artistas, dentro de esos a quienes aún recordamos, y finalmente, qué es lo que nos hace recordarlos. Es así que, el pasado 17 noviembre de este 2021 falleció en el Hospital Barros Luco de San Miguel, por una disfunción multiorgánica el cantante icónico de la Nueva Ola musical de los sesenta, Luis Dimas, quien nació en 1942 en Valparaíso.
Y él, que fue para la música chilena el “Rey del Twist”, para la cultura popular fue siempre algo más. Por lo que su vinculación con el cine es a la vez consecuencia y causa del personaje que se construyó década tras década. De tal manera que su participación en la llamada peor película chilena (por la crítica en su momento y hasta el día de hoy) lo vuelve un mito cinematográfico, una anécdota que se proyecta más allá del hecho de ser un filme trunco de bajo presupuesto.
Takilleitor, este mar sabe demasiado, es una película que tendría su debut y despedida en el año 1996 en la sala de cine de la Universidad Católica, y que tras sus contundentes críticas negativas fue sepultada hasta 1998, en que a medianoche la transmitiría TVN. De ahí se hicieron copias en VHS que eran difíciles de encontrar. Hasta la era de internet, en que la leyenda fue creciendo en las sombras sobre qué tan mala era. Imaginarse la mala fama del cine nacional en los noventa, y cómo sería ésta, la peor de todas.
Hoy en día es posible encontrarla directamente en Youtube de manera gratuita, para quien cuente con 60 minutos para intentar dilucidar su trama y mirar con los ojos bien abiertos cada escena dirigida por Daniel de la Vega y escrita por Felipe Vilches. De acuerdo con Wikipedia el argumento es el siguiente:
“La cinta muestra a un exitoso Dimas junto a su chofer conocido como Takilleitor recorriendo las calles del país. Además de ellos aparecen dos exagentes de la CNI, quienes persiguen un «papagayo de madera» que contiene un «mensaje político». Junto con una serie de extraños eventos, el cantante aparece constantemente interpretando algunos de los temas que lo hicieron conocido durante la época de la Nueva ola.”
Buena suerte tratando de llegar a una idea similar solamente viendo la película, es decir, sin acudir a referencias en internet. Puede que lo absurdo de su trama se deba a la construcción del guion sobre la marcha, a la vez que se grababan las escenas, con lo que se improvisaban también sus diálogos (“el esmog es inconstitucional” dice un personaje), o simplemente se deba a una intención positiva de acercarse al mundo de Raúl Ruiz. Un poco de ambas tal vez, o ninguna de las anteriores, pero en lo que sí estarán de acuerdo tanto neófitos como catedráticos del séptimo arte, es que Luis Dimas canta continuamente. Canta en cada una de sus escenas, y no, no es un musical.
Tenemos entonces la rareza de su argumento, que no termina de comprenderse, además de la constante interpretación musical en momentos inadecuados que dejan al espectador con una sensación incómoda, cringe dirían algunos. ¿Estos elementos logran configurar por sí solos el que estemos frente a una película de culto chilena? No, no por sí solos, obviamente. No obstante, al hablar de filmes de culto debemos ver qué se dice afuera respecto de aquellos que sí son considerados de esta forma. De tal manera, la originalidad de su trama es un elemento importante, además de su anómala estructura narrativa. Que, para el caso, sea algo buscado o no, es un doble check para Takilleitor.
Sin embargo, su estética o propuesta estética no es clara ni consistente. Las grabaciones se prolongaron por más de cuatro años por lo que existen variados errores de continuidad, e incluso cambios en el tipo de cámaras utilizadas, que varían de una escena a otra la calidad de la imagen e iluminación. Por lo que podría decirse que si a algo se parece es a cualquier telefilme noventero, aunque mal cuidado. Lo de telefilme no es una valuación ni favorecedora ni negativa, sino que su falta de estabilidad evita identificar una intención en la mirada. Takilleitor es una película en plena época de Transición, cuando la televisión era ama y señora, el abrazar este formato de manera más abierta le habría permitido cierta autoconciencia, de la cual carece.
Al hablar de autoconciencia pienso en películas como Showgirls, en que en una escena vemos como su protagonista Nomi Malone se encuentra de pie en medio del escenario. Una luz cenital se posa sobre ella, el teatro se encuentra vacío. Desde las sombras se le acerca esbozando algunos pasos de baile Crystal Connors, la antagonista, hasta detenerse frente a ella, pero aún con la oscuridad a su espalda. La amenaza es evidente en ese mundo lleno de neones y luces artificiales, y que tras veintiséis años después del estreno no es ni polémico ni transgresor el utilizar la película dirigida por Paul Verhoeven como referente. Esto, porque la propuesta excesiva y la composición de su iluminación (presupuestos aparte) tiene un punto de vista, que es continuo y seguro en sí mismo.
Y ahondando en lo referido al presupuesto, esto no ha evitado que otras piezas cinematográficas tengan una propuesta estética, así vemos como Pink Flamingos de 1972 contó con 12.000 dólares para su producción, o Juan de los muertos de 2011 que a su vez contó con 2.000.000 de euros. Por lo que los 60.000.000 de pesos que costó la película nacional en los años noventa, obtenidos entre Fondart y apoyo de amigos, no parece tan poca cosa en comparación.
Otro elemento a destacar es que este filme es una curiosidad en la producción chilena, incluso en su momento, ya que en los noventa de los 38 largometrajes que fueron realizados solamente 4 se alejaron del drama, y junto con Takilleitor, se atrevieron a la comedia: ¡Viva el Novio! de Gerardo Cáceres, Los Agentes de la KGB también se enamoran de Sebastián Alarcón; y, 36 veces de Jerónimo Rodríguez.
Entonces, no siendo consistente su presencia estética, además de no contar con una apreciación de la crítica, ni en su momento ni ahora, nos queda el factor del público, y este, es a la vez un elemento decisivo para la determinación de una película como de culto. Así vemos como ciertas obras tuvieron muy poca aceptación en el momento de su lanzamiento, pero que fueron ganando adeptos con el paso del tiempo, como en el caso de Blade Runner de 1982 (que marcó el cómo se vería el futuro en las pantallas), o Lost Highway de 1997. En el caso de Takilleitor la marca por la prensa especializada de “la peor” pieza cinematográfica chilena y su dificultad de encontrar una copia de ella durante años alimentaron el mito.
Junto a todo esto, la figura estelar de Luis Dimas provocó mayor curiosidad. Es que el cantante era un personaje singular, adepto a contar historias cuya veracidad era un tema aparte, siempre dispuesto a realizar sus particulares pasos de baile y que, aunque él no es Takilleitor (ese es su taxista), transforma la realidad cinematográfica en una versión de sus propios cuentos (aparición de ovni incluida). Por lo que es posible decir que, ahora tras su fallecimiento estamos ante la piedra de inicio hacia la formación del culto hacia este filme. Porque nada mejor que el respeto que otorga la distancia del tiempo junto a la capacidad para encontrar el humor entre cada una de sus inconexiones para rescatarla y convertirla en una obra imprescindible para todos aquellos interesados en un cine particular y oculto.
Quien sabe si un día se proyectará a medianoche en algún cine que todavía sobreviva, y el público asista con bebidas alcohólicas para tomar un shot cada vez que su protagonista cante, o usarán sombreros con forma de platillo volador, al más puro estilo Rocky Horror Picture Show. Pero a la chilena, con vendedores de sopaipillas afuera y algún borracho imitando un paso del ídolo mientras los asistentes hacen la fila para entrar.
Ficha Técnica Completa
Título: Takilleitor
Dirección: Daniel de la Vega
Guion: Daniel de la Vega, Felipe Vilches, Luis Dimas
Elenco: Luis Dimas, Patricia Rivadeneira, Shlomit Baytelman, Sergio Hernández, Elvira López, Alejandra Fosalba, Rodrigo Vidal. Andrea Lamarca, Luly Streeter, Carolina Gallegos, Pablo Striano, Valeria Chignoli, Melanie Jösch, Francisco Chat, Ingrid Isensee
Productora: Filmocentro Cine, Sonia Films, Televisión Nacional de Chile (TVN)
Producción ejecutiva: Daniel de la Vega, Daniel Ugarte
Producción general: Marcelo Ayala
Producción asociada, Alejandro Albertini, Álvaro Buzeta
Asistente de dirección: Hugo Espinoza
Dirección de fotografía: José Luis Arredondo
Montaje: Claudio Martinez
Dirección de arte: Cristián Carter, Malú Stewar, Susana Cox
Sonido: Ricardo Lorenz
Música: Carlos Cabezas
Año: 1998