Por Vale Jauré
Estamos en algún lugar de Santiago de Chile, del año 1986. Carlos, interpretado por Leonardo Ortizgris, llega hasta la casa de “La loca de enfrente”, un convincente Alfredo Castro. Una amiga de la “Loca de enfrente” le tapa los ojos, entran hasta la sala de una casa que aún muestra los embates que le dejó el terremoto del 85, pero que aún sigue en pie. Le descubren los ojos y se da cuenta de que es un cumpleaños sorpresa en su honor, hay serpentinas y globos, y están los niños del cité, como alguna vez le contó a ella que eran los cumpleaños en Cuba. “Todos los niños juntos, para que ninguno tuviera una fiesta mejor que el otro”. Carlos se emociona, y en un momento en privado, mientras ambas lo miran, su amiga dice: “Este te va a romper el corazón… pero para eso estamos las amigas.” También le dice “Disfruta”. Y la mirada de “La loca” se ilumina, claro que está enamorada de ese hombre del que ignora todo, que muy probablemente ni siquiera se llame Carlos.
La escena recién descrita pertenece a la nueva película de Rodrigo Sepúlveda Tengo miedo torero, basada en la novela homónima de Pedro Lemebel, que fue preestrenada de manera virtual este finde de semana recién pasado, y que en este año 2020 nos muestra el otro lado de la pandemia. Y es que entre tanta dificultad para la industria cinematográfica no solamente para Chile, sino que, en todo el mundo, por los motivos que todos sabemos, la imposibilidad que las personas puedan ir hasta las salas de cine ha llevado a que se creen otras modalidades para su distribución. Y quizás esto ha permitido que más chilenos se acerquen a este cine hecho por estos lados.
Así, se crea este evento vía streaming que superó las expectativas, en que se conectaron más de 170 mil computadores, lo cual debe multiplicarse al momento de pensar en la cantidad de espectadores. Fenómeno que dejó en evidencia algunas dificultades en su transmisión, ya sea porque les costaba conectarse o porque se iba entrecortando la película, debido a que el internet de todos no es el mejor y en que las imágenes venían en alta calidad. Estas ansias de conocer cómo se llevó a la pantalla esta historia, que viene desde la admiración de la literatura de Lemebel, quien nos dejó hace cinco años, sumadas a la posibilidad de que cualquier persona en cualquier lugar de Chile pudiera acceder, hicieron de esto un acontecimiento cultural: nos dio algo sobre qué hablar, inundó las redes sociales y nos juntó un rato, aunque fuera virtualmente.
Esta historia se trata de un amor, correspondido o no se lo dejo al espectador, en plena dictadura de Augusto Pinochet, entre una travesti que dejó la vida nocturna, aunque a veces sale hacerse unos pesos afuera de un cine para adultos, que se dedica a bordar manteles para esposas de militares y un guerrillero del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Ambos se encuentran mientras escapan de la policía en un club nocturno, cuando entran disparando y deteniendo a quienes se encontraban allí.
Uno de los problemas de llevar una obra literaria a la pantalla, es que puede limitar a la obra cinematográfica a ser una mera exposición, casi teatral, de lo que en el libro se relata. Es por esto, que no me detendré en cuestiones como que, si el Carlos literario era más joven y chileno, o el retrato con ironía de los personajes del dictador y su esposa que, en este caso, se omiten. Al menos, la escena del picnic y del cumpleaños, que describo al comienzo, se parecen a esos imaginarios creados de la mano del excelente narrador de Lemebel, en que la naturaleza coqueta y despreocupada del personaje de Alfredo Castro brilla con gestos de ternura y de seducción. ¿Quién podría resistirse a esa belleza creada de sueños y alegría?
Para hacer una adaptación se deben tomar decisiones, y acá se puso al centro la historia de un corazón roto, como en una crónica de una muerte anunciada. La Loca empieza a hacerle favores a este hombre universitario, solo para tenerlo cerca, que terminarán asociándola al plan del atentado a Pinochet en el Cajón del Maipo. De tal manera, este hecho sucede, pero fuera de campo, porque nada que no sea esta pareja interesa en demasía al director. Como decía, es una decisión, por lo que es más una historia de amor y desamor con un telón de fondo de los últimos años de la dictadura, que la transformación de un personaje desde la apatía a la política a un compromiso en tal sentido. Y es que, malamente podría ser de tal forma, ya que tal como lo evidencia la protagonista “Dicen que no hay comunistas maricones”, es una revolución que olvidó la diversidad, que intentó combatir el fascismo sin verse en un espejo. “Si algún día hacen una revolución que incluya a las locas, avísame. Ahí voy a estar yo, en primera fila”.
Es, entonces, un reflejo de la crítica al movimiento de izquierda hecha por el autor de la novela, movimiento e ideales en los cuales creía, pero en los cuales no tenía espacio. Sin embargo, me faltó más Lemebel, más allá de los diálogos de los personajes y la excelente elección de la música. Y es que, con él, más es más. Podría decirse que extrañé un mundo más recargado, un Santiago más reconocible, con las distancias físicas más claras, porque en esta ciudad eso también nos habla de distancias sociales.
Podría llenar más páginas hablando sobre la ausencia de figuras del mundo travesti en la película, pero no lo hago porque la utilización de hombres heterosexuales abre una arista que, reconozco, se escapa de mis capacidades. No obstante, es innegable la fuerza de esta historia, de un corazón roto, interpretado maravillosamente, en que todos podemos llegar a reconocernos.
Tengo miedo torero es una película que se mueve ligera como la falda de “La loca de enfrente” mientras baila “La pollera colorá”. Es un brochazo de color, con una protagonista querible, una banda sonora que trae recuerdos musicales de una radio sonando en la cocina. Que es también como aquella amiga que nos viene a consolar después que todo ha terminado.
Título: Tengo miedo torero
Año: 2020
País: Chile
Dirección: Rodrigo Sepúlveda
Guion: Rodrigo Sepúlveda, Juan Elías Tovar (Novela: Pedro Lemebel)
Música: Pedro Aznar
Fotografía: Sergio Armstrong
Reparto: Alfredo Castro, Leonardo Ortizgris, Julieta Zylberberg, Amparo Noguera, Luis Gnecco, Sergio Hernández, Ezequiel Diaz, Daniel Antivilo, Marcelo Alonso, Pedro Fontaine.
Coproducción Chile-Argentina-México; Productora Forastero, Tornado, Caponeto, Zapik Films
Prod