Crítica de cine “Tupungato: Empatía en la muerte”: Cuando un derecho fundamental es el privilegio de unos pocos

Por Magdalena Hermosilla

Tupungato: empatía en la muerte es una película documental chilena de etnografía naturalista y activismo medioambiental dirigida por Rafael Pease y producida por Connections Movement. Este filme sigue el trabajo de seis años de Pease por visibilizar el área amenazada del volcán Tupungato, ubicado en la cordillera de los Andes en la frontera de Argentina y Chile, a la altura de la Región Metropolitana. El equipo de Pease, conformado por el montañista Jeremy Anderson, el fotógrafo y alpinista Erich Roepke, el director de foto Joonas Mattila y el director de cinematografía aérea Sergio Infante, se embarcan en una expedición invernal al pico más alto del Volcán Tupungato (21,555 pies) con la esperanza de crear un parque nacional que contenga 340.000 acres de uno de los puntos más biodiversos del mundo.

La película sigue esta expedición mientras se va explicando, por medio de entrevistas con expertos, científicos y activistas, la importancia de proteger el volcán que funciona como fuente de agua para el 40% de la población en Chile. Esto desemboca en una reflexión acerca de la explotación de los recursos naturales del país y el gran papel que tiene la privatización indiscriminada de estos lugares para la dinámica de desigualdad e injusticia socio-medioambiental. Las entrevistas ponen una luz en la red de corrupción entre el gobierno y las corporaciones multinacionales, que son resultado de la historia y tradiciones políticas, culturales y económicas del país hasta el momento, y que derivan en una relación anti-natural, dominadora y oportunista con nuestro ecosistema. Esta explosiva película tiene como telón de fondo protestas históricas en las que los chilenos se levantan por los derechos sociales y ambientales.

Rafael Pease es un cineasta de 28 años que utiliza su experiencia en ciencias ambientales, activismo por los derechos sociales y su carrera como alpinista profesional para crear documentales con visión de futuro. Estos filmes tienen por objetivo educar a las personas, hacer visibles problemas que no ocupan el ojo público y dar voz a las comunidades marginadas, mientras describe con precisión la ciencia e importancia de las áreas amenazadas para lograr generar cambios sociales y políticos que las protejan. Hasta el momento ha realizado 4 documentales que siguen esta línea: Yügen (2018), Korovadu (2020), Somos (2022) y Tupungato (2023), su último filme hasta la fecha. La pasión de Pease por ocupar el documental como un instrumento para hacer visible lo que se intenta esconder y poner una luz directa en estas problemáticas para hacerlas llegar al público es, definitivamente, admirable.

En cuanto a la propuesta argumentativa creo que este documental hace un gran trabajo en exponer claramente los puntos importantes sobre la conservación y protección de este lugar, además de las políticas neo-liberales que han generado estos problemas, en un leguaje accesible para el público general. Es una película informativa y pedagógica, que no pretende brindar información ambiguamente explicada, sino de forma directa y concreta. El trabajo de edición de las entrevistas grabadas, por parte de Daniel Tomasello y Pease, convierte la gran cantidad de información obtenida en mensajes específicos que se acomodan al comentario del resto y crean una imagen comprehensiva del conflicto medioambiental en Chile.

Algo que me encanta del género documental es cuan versátil puede llegar a ser, la forma en la que se ha liberado y expandido sus límites en las últimas décadas. Podemos tener algunos filmes primordialmente informativos y estadísticos, otros fuertemente sociales y políticos, y otros más personales y emotivos. Podemos bordear lo subjetivo y lo objetivo, jugar a desdibujar los límites entre la realidad y la ficción, entre registrar o construir un relato, y utilizar todo tipo de recursos audiovisuales para expresar este extracto de la realidad. En esta época contemporánea, la verdad se entiende como algo más subjetivo que universal, por lo que el documental, entendido como películas que reflejan la realidad, pueden ser muy distintos dependiendo de su cineasta y de los aspectos que cada uno considere necesarios e importantes de mostrar. Es por esto que, en los documentales recientes, hay una tendencia a poner en la mesa lo estadístico e informativo, es decir, la parte objetiva y complementarlo con lo emocional y personal, la dimensión subjetiva.

En el caso de Tupungato, considero que esta característica de complementar ambos lenguajes está muy bien abordada. Por un lado, tenemos la información de los expertos, las estadísticas, datos y números; éstos, por sí solos, pueden traer temas muy importantes y urgentes a la atención del público, pero también pueden confundirlos y desconcentrarlos. Es por esto que es positivo que esta parte de datos duros se vea complementada con la expedición del equipo de Pease hacia la cima del volcán. Aquí es cuando, como audiencia, se consolida el involucramiento emocional con la problemática que se está abordando. Vemos el esfuerzo que realiza el equipo para llegar arriba, las victorias y dificultades. Al pasar los días de la expedición cada vez los sentimos más como un grupo de amigos al que vemos emprender una aventura, vemos sus pieles quemadas por el sol, el cansancio de sus piernas y esto genera en nosotros un sentimiento de empatía y ganas de verlos alcanzar su objetivo.

Además, y quizás el elemento más importante, vemos el volcán. La nieve virgen, nunca alcanzada por el hombre, las tormentas, los cielos claros, escuchamos el retumbar del río, como fluye el agua, como caen las gotas, una a una, de los deshielos del glaciar, vemos la flora y fauna nativa, la montaña imponente… En ese momento, para el espectador, Tupungato deja de ser solo números, datos y estadísticas, es un lugar lleno de belleza que, al igual que el equipo de documentalistas, sentimos la necesidad de proteger. El registro de la expedición logra que nosotros también concluyamos, como dice Rafael, que no somos más que gente pequeña en medio de grandes montañas y que este vínculo que hemos creado con la naturaleza a nuestro alrededor, que tenemos tan normalizado en el sistema capitalista, es realmente desgarrador y absurdo. La montaña no es un bien externo sobre el que tenemos algún tipo de derecho a explotar y destruir, es tan parte de nosotros como nosotros de ella.

En los documentales etnográficos con un enfoque naturalista en general se ocupan tres grandes recursos en la dirección de fotografía, que también podemos ver en Tupungato. Estos son: Grandes angulares (planos panorámicos), tomas aéreas (dron) y la manipulación del tiempo capturado mediante la relentización (cámara lenta) y los time lapse (cámara rápida).

Si bien la mayoría del tiempo se recurre a primeros planos y planos medios, como es el standard en cualquier filme, la utilización de estos recursos estéticos de la imagen permite acentuar la intención de cada escena volviéndola más elocuente y efectiva. Por ejemplo, cuando vemos la secuencia de planos detalles relentizados de los animales (el cóndor sobrevolando el volcán, la chinchilla en la ladera des rocas, el zorro culpeo descansando en la nieve, entre otros) el recurso de la cámara lenta, acompañada de la composición musical de Felipe Cuadra, permite al espectador darse el tiempo de observar a estas especies, nativas del territorio que compartimos y sentir un deseo de poder vivir en armonía con ellas y no es esta relación de discordancia jerárquica que hemos inventado como civilización occidental.

Paradójicamente, lo mismo ocurre de manera inversa con escenas como los time lapse de las estrellas sobre el volcán, las imágenes panorámicas de la montaña o los planos aéreos de los documentalistas caminando en la nieve. En vez de acercarnos al objetivo, nos alejamos, en vez de alentar el tiempo, lo aceleramos, pero se genera el mismo efecto: sentimos una admiración de la belleza del paisaje y una conexión con él.

Los aspectos narrativos y técnicos del filme, que tienen gran mérito y son reflejo del trabajo duro de un talentoso equipo, son el recipiente en el cual recae la real importancia de Tupungato que está en el mensaje y la relevancia socio-cultural de éste.

Los seres humanos hemos creado un vínculo anti-natural con la naturaleza. La vemos como la alteridad, como un otro distinto a mí, nos rehusamos a sentirnos parte de ella. Tenemos la errónea concepción de que somos superiores a todos los otros seres en la tierra, que tenemos el derecho a subyugarlos, domesticarlos y explotarlos por nuestro beneficio. Este tipo de pensamiento nos condena a nuestra propia extinción. No logramos entender que nosotros somos, también, naturaleza; que la dominación de nuestro entorno hasta su destrucción es, también, nuestra destrucción. El ser humano ha desarrollado una obsesión con lograr entender y clasificar todo lo que vemos con el objetivo de manipularlo a nuestro favor. Quizás este tipo de pensamiento tenía sentido en los principios de la humanidad, cuando no contábamos con otra ventaja evolutiva más que lograr entender racionalmente el entorno, ver los patrones, separar las especies, aprender a sembrar, aprender cómo cazar efectivamente, etc. pero hoy en día hemos llevado este rasgo evolutivo a un nivel enfermizo. Nos ha llevado a perder la única noción real (no inventada por el hombre) que la única forma de relacionarnos de manera beneficiosa con nuestro entorno es vivir en armonía con él y dejar de lado el estado de superioridad que nos hemos autoimpuesto.

Quizás lo más absurdo y triste de este vínculo de superioridad que hemos generado con otras especies de la tierra es que la generamos también entre nosotros. De esta forma, hemos ocupado nuestro control sobre la naturaleza para ensanchar la brecha que nos divide y perpetuar las dinámicas de clase que hemos construido. En Chile, se pueden comprar montañas, se pueden comprar glaciares, se pueden comprar ríos. Si bien nuestros mandatarios se jactan de la gran cantidad de áreas protegidas que existen en el país, la verdad de las cosas es que la mayor parte de éstas se encuentra en los extremos del territorio. Entre Coquimbo y Biobío, donde habita la mayor cantidad de la población chilena, la protección de áreas verdes es casi inexistente. Este es un terreno de privados.

En el documental, se aborda la contradicción entre áreas protegidas y áreas públicas. Ambas ideas apuntan a un involucramiento más presente del Estado, pero, por un lado, si los recursos nacionales se hacen públicos, volviéndose accesibles para el beneficio de todos los chilenos, gracias la falta de educación medioambiental, esto supondría una mala conservación de estas áreas. Por el otro, si se vuelven áreas protegidas, podrían ser mejor gestionadas, pero las personas comunes no tendrían acceso libremente a ellas, lo que, de cierta forma, es igualmente problemático e injusto. Si bien se genera una dicotomía entre estas nociones, ambas serían soluciones a la real causa de la demarcada injusticia y desigualdad socio-ambiental: La sobre-privatización del territorio y los bienes nacionales.

En Chile no hay leyes de protección a glaciares. Es legal construir una mina o comenzar un proceso de extracción en un lugar que supone el sustento de agua a miles de chilenos, destruyendo sus ecosistemas y dañando de forma permanente el suelo. El agua, como muchos otros derechos fundamentales en el país, se convierte en un factor más de desigualdad e injusticia, ensanchando la brecha social que nos divide. El derecho al agua es imposible en un lugar donde todas las fuentes de agua están en manos de privados. Tenemos, todavía, una constitución que avala y protege el derecho de las empresas a la explotación de nuestro territorio, incluso de empresarios que ni siquiera habitan en él. La estructura de nuestra economía nos convierte en uno de los estados más capitalistas y liberales en el mundo. Somos el oasis de los privados.

El documental termina con imágenes de protestas y manifestaciones en el contexto del estallido social y el triunfo del apruebo. De cierta forma, dejándonos con una nota esperanzadora sobre cómo, si bien las estructuras políticas han puesto durante décadas el crecimiento económico del país por sobre el bienestar de sus habitantes, las personas se sienten cada vez más llamadas a informarse sobre estas políticas y levantarse en contra de ellas. Las nuevas generaciones nos sentimos progresivamente más involucradas en la problemática medioambiental y hay una esperanza que habita en nosotros de poder ser el cambio que queremos ver en el mundo. Rafael Pease y su equipo son parte de este cambio, ocupando sus conocimientos, talentos y habilidades para generar consciencia y resistencia. No hay mejores palabras para expresar la intención y relevancia de lo que aborda Tupungato, que aquellas de su propio director:

“Esta película es un documental en el que he puesto el alma. Una gran parte de lo que soy como persona está en esta película y esta película es, a la vez, una gran parte de mí. Mis objetivos para el documental no son ganar premios ni dinero, sino, visibilizar las realidades que enfrentamos como humanos en las regiones explotadas del mundo. No solo en mi hogar, Chile, sino en todos los lugares, pues, finalmente, estamos todos conectados.”

Ficha técnica

Título: Tupungato: empatía en la muerte

Duración: 75 minutos

Año de estreno: 2023

País de origen: Chile

Director: Rafael Pease

Reparto: Rafael Pease, Erich Roepke, Jeremy Anderson, Sergio Infante, Mauricio Purto, Fernanda Miranda, Jorge Pérez, Andrés Charrier, Pilar Valenzuela, Chris Moscoso, Fabián Jaksic, Marcos Contreras, Marcela Mella, Benito González, Mary Karin, Jurgen Rottmann, Gastón Rizos

Productora: Connections Movement

Distribuidora: Market Chile

Fecha de estreno: 7 marzo 2024

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