Por Álvaro Guerrero Gabella
Esta película no trata sobre los inicios de Bob Dylan como artista en sí mismo. El mismo ha confesado que cuando llegó a Nueva York no era un novato, y eso se aprecia casi de inmediato al iniciarse Un perfecto desconocido, cuando el joven Robert Zimmerman (Timothee Chalamet), un nombre real que oculta con la misma sagacidad y actitud lúdica que el resto de sus orígenes, se apersona con su guitarra en el hospital donde el legendario cantante folk, Woody Guthrie (Scoot McNairy), yace enfermo sin poder ni siquiera hablar. El veinteañero Dylan no conoce a nadie “famoso” aún, y de ese encuentro donde también está presente el cantante y organizador del Festival de música folk más importante de Estados Unidos, “Norfolk”, Pete Seeger (Edward Norton), surgirá entre los primeros balbuceos de timidez circunstancial, la carrera de otra leyenda que viene a tomar la posta de la canción libre y comprometida norteamericana: Guthrie va muriendo, Dylan aparece como un inesperado y brillante meteorito llegado desde el interior profundo y nevado del país. Seeger será el padrino, Guthrie el “fantasma de la libertad”. Y de la libertad no solo a nivel de protesta social sino de honestidad al final de todo, cuando ya el único gesto que puede articularse radica en aquello que expresan los ojos.
La película de James Mangold (Ford vs Ferrari, Copland), se sabe de antemano, culminará en uno de los reconocidos hitos en la historia del rock: la pifiadera que Dylan recibió en 1965 en pleno Festival de Norkfolk, cuando rompió con el espíritu fundador de la cita al salir con su grupo y tocar con instrumentos eléctricos. El mismo año que Pet Sounds, de los Beach Boys, abriría las sendas sonoras del pop a territorios desconocidos y los Beatles, influenciados por el mismo Dylan y su marihuana personal, correrían el cerco sonoro y cultural hasta culminar al año siguiente en el álbum Revolver. La crónica va entonces desde 1961 hasta 1965, y si bien coincide con una eclosión de movimientos sociales: los derechos civiles de los afroamericanos, el feminismo, la incipiente guerra de Vietnam, etc. El foco está puesto en los personajes y sus interacciones, teniendo como telón de fondo todo ese convulsionado contexto social. Esto tiene relación y coherencia con la misma personalidad y carrera de un Bob Dylan que siempre se resistió a las etiquetas de trovador de protesta, que no asistió a Woodstock a pesar de vivir en la zona, pero si, 16 años después del épico encuentro hippie, a la grabación de We are the world, junto a toda la troupe pop de los 80’, quizá porque en ese instante le pareció necesaria la campaña pro niños en África. La libertad ganada, que hacia el final de la película otro personaje famoso le agradece, va más allá de las consignas y los sueños, y se relaciona con dejar ir, evolucionar, mirar hacia atrás con la misma intensidad con la que se aventura hacia el futuro.
Un perfecto desconocido es la crónica cinematográfica de un quiebre que se avecina y que no es exactamente el que los cantantes folk y country de Norfolk, y en particular el dulce Peter Seeger, soñaban. Es una despedida que se avecina con todo el bombo y glamour de una estrella inmediata de la música. Mangold es ante todo un director cálido, un artesano cuyos personajes son algo ajenos pero queribles, u odiables, como una galería que en esta oportunidad asemeja más una coreografía de seres pululantes entre la música, la sociedad del fondo y la figura delgada, juvenil aún, de una leyenda automática. Y si Joan Báez, Seeger, y otros, soñaban a principios de los 60’ con cambiar el mundo, Bob Dylan, ya famoso, parece querer fundamentalmente cambiar el suyo, y con él la música, y el futuro. Por ego, sabemos, ni Dylan ni su representación en el biopic se quedan en timideces.
En ese tránsito de cambios de señales y cruces de caminos, donde incluso aparece un ángel de la guarda borracho y desenfadado como Johnny Cash y poco espacio para las presiones y caprichos de la industria discográfica del momento, hay lugar para una historia de amor. Y un triángulo. Sin ella, Un completo desconocido se quedaría más fría en su objetividad. Gracias a ella, cobra mayor lirismo la naturaleza de la película como gran rito de pasaje musical, y cultural. Timothee Chalamet, que está perfecto en el tránsito de misterioso joven de provincia sabedor de su talento a rock star que lo es incluso antes de dedicarse al rock en sí, juega sentimientos contenidos en alguna parte de esa interioridad subjetiva que nunca alcanzamos a rozar, y lo hace como una mezcla de patan, tal como lo define Joan Baez, con quien desarrolla una tensión sexual desde los egos de ambos, y romántico perdido en su propio personaje, una armadura que se saca en una sola escena, frente a su novia Sylvie (Elle Fanning), cuando le espeta: todos quieren saber cómo se me ocurren esas canciones, pero en realidad quieren saber porque no se les ocurren a ellos. Ella, otra joven idealista de Nueva York con pretensiones artísticas, y un secreto carácter decidido, será de todos el símbolo más potente de esa subjetividad que se nos escapa a la hora de comprender el inicio del mito y el adiós a un mundo que a ratos parece sutil y a ratos anquilosado: el sueño del padrino Seeger, eclosionar de amor al mundo a través de la sola voz de un hombre junto a su guitarra de palo.
Creo que es difícil disfrutar de esta crónica sino se ama a concho aquel periodo de la historia de la música popular estadounidense, y el que vendría, el auge de las estrellas del rock como semi dioses inalcanzables, todo lo que un hombre como Seeger hubiera temido y que Guhtrie, desde su mutismo obligado atestigua. El ángel que un día llegó a esa deprimente sala de hospital público, balbuceando algunas tímidas palabras acompañado de una guitarra, cuatro años después se confunde con el ángel de la muerte, del adiós y la resurrección.
Ficha técnica
Título: A complete unknow
Dirección: James Mangold
Reparto: Timothee Chalamet, Elle Fanning, Edward Norton, Monica Barbaro, Scoot McNairy, Dan Fogler.
Duración: 141 minutos
Género: biografía musical
País: Estados Unidos
Año: 2024
Distribución: Cinecolor
Estreno: 20 de enero