Por Magdalena Hermosilla
Llegó a los cines nacionales la película Vidas pasadas (Past Lives), un filme coreo-americano de drama romántico, brillantemente escrito y dirigido por Celine Song, producida y distribuida por el estudio A24 y con las emotivas interpretaciones de Greta Lee y Teo Yoo en los roles protagónicos.
Esta película trata sobre Nora y Hae Sung, dos amigos de la infancia con un vínculo especial, que se separan después de que la familia de Nora emigra desde Corea del Sur a Canadá. Una década más tarde se reencuentran por redes sociales y retoman su amistad, sin embargo, por decisión de Nora, se distancian nuevamente. Otra década más tarde, cuando ambos ya han construido sus vidas por separado, se reencuentran en una semana donde vuelven a conocerse, mientras recorren la ciudad de Nueva York entablando largas conversaciones. En éstas, se verán enfrentados a comprender más a fondo conceptos como el destino, el amor y a las decisiones que van moldeando nuestras vidas.
Algo que siempre he admirado del estudio A24, aparte de traer a industria y distribución masiva propuestas narrativas originales, distintas e independientes, es su capacidad de dar oportunidades a nuevos directores y guionistas que se están embarcando en sus primeros proyectos cinematográficos como Marcel the Shell with Shoes On de Dean Fischer Camp, La bruja de Robert Eggers y Aftersun de Charlotte Wells, entre otras, son ejemplos de filmes del estudio que fueron el debut cinematográfico de sus directores. En la industria del cine, en especial en la norteamericana hollywoodense, es muy difícil que una casa productora reconocida y bien establecida acepte propuestas de cineastas inexpertos con actores poco conocidos. No se suele invertir en películas solo por creer que la propuesta narrativa es buena, sin embargo, este estudio se da la oportunidad de creer en las historias y en las personas detrás de ellas, incluso si es su primera vez realizando un largometraje.
Este es el caso de la directora Celine Song y su opera prima Vidas pasadas, pero ojo, que el hecho de que esta sea la primera película de Song, no significa en ninguna circunstancia que no tenga la experiencia necesaria para realizarla. Song nació en Corea del Sur. Sus padres, ambos artistas, trasladaron a la familia a Ontario, Canadá, cuando ella tenía 12 años. Su padre, Song Neung-han, es cineasta y su esposo, Justin Kuritzkes, con quien reside en Nueva York, es escritor y guionista de teatro y cine. Además, Song recibió su MFA en escritura teatral de la Universidad de Columbia en 2014 y desde entonces ha sido reconocida como escritora y directora teatral por sus trabajos en Endlings (2020) y The Seagull on The Sims 4 del mismo año. Esto nos dice que, si bien esta es la primera película de Song, tiene más de 10 años de experiencia en escritura y dirección dramática, además de haber estado rodeada de cineastas tanto en su infancia como en su vida adulta. Por lo mismo, no es ninguna sorpresa que su primer filme haya alcanzado este nivel de reconocimiento, sino un testamento del nivel de talento y trabajo de una gran artista.
No hay que ir demasiado lejos para darnos cuenta de lo cercana que es la propuesta argumentativa, y la construcción de los personajes de la película de Song, con sus propias experiencias e historia. Es más, la idea de este guion parte de un momento de su vida real —que, además, es la escena del inicio de la película— donde se encuentra sentada con su esposo americano y el amor de su infancia en un bar pobremente iluminado de Nueva York, mientras ella mira a su alrededor observando como las otras personas intentan descifrar este trío y qué significaría el uno para el otro.
Song tardó más de cuatro años en completar el guion. Este suele ser el caso con este tipo de historias fuertemente inspirados en material autobiográfico. Charlotte Wells tardó 10 años en total en llevar a cabo Aftersun, fuertemente autobiográfico; y Greta Gerwig tardó 12 en escribir LadyBird, que fue inspirado en su propia adolescencia y relación con su madre. Suelen ser éstos, los primeros proyectos de directoras y directores, los que demoran muchos años en llevarse a cabo no solo por las dificultades de financiamiento y producción, sino también porque es difícil escribir con base en nuestra vida, vulnerabilizarse de esa forma frente a un público masivo, intentar digerir la propia experiencia hasta el punto de comprenderla y lograr expresarla a otro.
Ahora, si bien esta no es tarea fácil, parece ser una corriente cada vez más popular en el cine independiente contemporáneo. La masificación de los medios del cine y la democratización de lo audiovisual ha permitido que surjan muchos más tipos de relatos en las últimas décadas en comparación con décadas anteriores en la historia del séptimo arte. Los dramas simples, de la vida cotidiana, con tramas poco definidas, permiten que aparezca un género narrativo que se sustenta simplemente en el acto de observar la experiencia humana de otra persona, intentando descifrarse en este mundo, en todo su caos y belleza. Es un género que nos permite identificarnos con los sentimientos que compartimos como humanidad: el amor, la pérdida, la falta de sentido, la ilusión, etc. Es un tipo de relato cinematográfico que nos llama a enfocamos en los dramas minúsculos que componen lo cotidiano.
La parte narrativa y los aspectos técnicos, en general, son elementos que se pueden analizar por separado, pero creo que, en películas de este género, son indivisibles, porque cada decisión de cómo mostrar permite entender mejor la historia y los personajes. Los tipos de plano en Vidas pasadas cuentan con varios elementos interesantes de analizar. Fotográficamente, la película tiene una belleza singular, sencilla, sutil y real (aprovecho de elogiar el trabajo de Shabier Kirchner). La composición de simetría asimétrica, como en la escena en la que Hae Sung y Na-Young se despiden y cada quien camina hacia su casa, ella hacia arriba y él hacia abajo, nos muestra cómo, desde ese momento, sus vidas tomarán caminos separados, en direcciones opuestas. Son escenas cargadas de significado simbólico, donde el sobreencuadre y la división del plano en dos espacios, son recursos que expanden y profundizan en el sentido y emotividad de las acciones.
Esto ocurre nuevamente cuando Hae Sung y Nora llegan al departamento de ella en Nueva York y su esposo Arthur los escucha llegar, mientras está sentado en la mesa. El plano se divide, por un lado, mostrando a quienes están llegando. Se ven desde lejos, borrosos, en segundo plano. Mientras que más cerca vemos a Arthur nervioso, ansioso de conocer a esta persona que pareciera ser el amor de la vida de su pareja. Este plano marca esta división, esta sensación que tiene Arthur, interpretado brillantemente por John Magaro, quien no es ni será capaz de acceder al tipo de vínculo que Nora y Hae Sung tienen, es una realidad de la que queda fuera. La interpretación de Magaro, quien también es protagonista de esta historia, es fenomenal. Su personaje, que podría perfectamente ser visto como el antagonista, como él mismo dice, en vez de inspirar sentimientos negativos genera empatía y compasión. Su línea: “Suenas en un idioma que no logro comprender” es tremendamente poética y resume en ocho palabras la importancia de su personaje en la trama. Esta distancia que tiene Arthur con Nora, a quien, por más que ame, nunca logrará comprender del todo. No logrará llenar ese espacio de la forma en la que Hae Sung lo hace, no solo por las diferencias culturales y de idioma, sino algo más profundo: no la llegará a conocer y amar de la forma en la que lo hace Hae Sung.
Además, cabe destacar la utilización del recurso de estas largas tomas de planos fijos que son parte esencial de la emotividad que evoca la película y son también muy propias de este tipo de cine de tramas sencillas que se centra en las interacciones humanas. Pensemos en las películas de Richard Linklater o de Noah Baumbach, representativas del enfoque íntimo y cotidiano. Sus filmes ponen el énfasis en los diálogos, en las personas, en los recorridos, en las complicaciones y divagaciones comunes de las vidas humanas, más que en crear una trama definida y llena de cambios. En sus filmes es posible observar que suprimen la necesidad de llenar el espacio y el tiempo con acciones y palabras y valoran el silencio y la quietud, puesto que permiten que la emoción cobre importancia y hable por sí sola. Ambos entienden que no es necesario que los protagonistas se griten bajo la lluvia que se aman y se abracen intensamente mientras se funden en un tierno beso, para comunicar que ahí hay una conexión especial. De hecho, se puede tener el mismo efecto en una toma de dos personajes que se miran y sonríen mientras esperan que llegue su uber. Las bases de esta rama del cine independiente se remontan desde finales de los 90 y principios de los 2000, abriendo así el camino para que surgieran películas como la de Song.
Este tipo de relato se basa en las interpretaciones sutiles, en las tomas largas que nos fuerzan a quedarnos en la emoción, calarnos de la emoción. Nos permiten observar cómo los personajes demuestran y lidian con lo que van sintiendo, cómo reaccionan frente al diálogo del otro, frente a la mirada del otro. La importancia de la mirada, que dice más que mil palabras, es fundamental en Vidas pasadas. Toda la historia de amor que se desata entre Nora y Hae Sung es por medio de miradas, de expresiones, de diálogos. Incluso, me atrevería a decir, que la parte de los diálogos no pareciera ser la primordial, pues no es hasta el final del filme en el que entablan una conversación real acerca de lo que significan el uno para el otro, de lo que sienten por el otro, aunque ninguno de los dos lo tenga tan claro.
Es un diálogo muy humano, a ratos descarnado y crudo, pero genuino. Un diálogo que parece estar demostrándonos, a su vez, que ambos personajes comprenden que, en esta vida, no lograrán estar juntos. Arthur es el presente de Nora, desprovisto de su pasado, mientras que Hae Sung es su vida pasada, desprovisto de su presente. El diálogo icónico de Greta Lee, sobre cómo la niña que Hae Sung conoció existió, pero ya no es ella, cobra mucho más sentido luego de haber presenciado el viaje de su vida. Nora es mostrada muchas veces en travellings fijos y circulares, en vehículos en movimiento; esto es importante pues ella es quien “se va” como le dice Hae Sung. Su vida ha sido estar en permanente cambio, buscando una estabilidad que no encontrará en ninguno de sus amores, pues ambos han sido solo parte de su historia. Este movimiento de cámara que la acompaña es una metáfora del recorrido que ha vivido, de cómo su pasado y su presente la han forjado en la persona que es ahora.
Nora y Hae Sung entran hacia el final de la película en el diálogo de porqué son tan importantes para el otro, en el In-Yun, concepto primordial de la trama. Esto los lleva a cuestionarse quiénes habrían sido en sus vidas anteriores para vincularse tan intensamente en su presente, a pesar de los años y la distancia que han guardado entre ambos. Parecen estar conectados en un vínculo que trasciende su propia existencia, pero en realidad la vida pasada a la que refieren podría ser el mismo amor que se tuvieron en la infancia, donde ambos eran personas muy distintas a quienes son ahora, casi como si hubieran sido otras personas. Si bien pareciera haber sido en otra vida en la que se amaron no es más que su propio pasado en esta vida. Es por eso que la línea final de Teo Yoo es tan significativa: “Te veré entonces” asumiendo que en esta vida no les corresponderá estar juntos, pero que da por sentado, que se verán en la siguiente.
Por último, es en esta última escena donde, nuevamente, entra en juego la importancia de las tomas largas donde pareciera que no está ocurriendo nada más que ver a Nora caminar desde el lugar donde subió Hae Sung al Uber hasta la puerta de su edifico donde está Arthur. Parece una toma simple, pero está cargada de significado. Nora, nuevamente, recorre la calle dejando a Hae Sung en su pasado, para retomar su presente con Arthur y este recorrido le permite digerir y sentir la pérdida de este amor tan trascendente que no es solo la pérdida de Hae Sung, sino de su propio pasado, de su vida en Corea, de su infancia, de la ilusión de lo que podría haber sido si nunca hubiera emigrado. La importancia de la caminata que ella hace luego del último diálogo con Hae Sung, acompañado de la brillante musicalización por parte de Christopher Bear y Daniel Rossen, permite también al espectador digerirlo lentamente, dejando unos gruesos lagrimones fluir tanto de los ojos de Nora como de los nuestros, o al menos, fluyeron desde los míos.
Ficha técnica
Título: Vidas pasadas (Past Lives)
Duración: 105 minutos
Año de estreno: 2023
País de origen: Estados Unidos, Corea del Sur
Directora: Celine Song
Reparto: Greta Lee, Teo Yoo, John Magreb
Productora: A24
Distribuidora: Cinecolor
Fecha de estreno: 1 feb. 2024