Crítica de Danza “DÚO”: La dualidad sensible

Por Romina Burbano Pabst

Con DÚO, el Centro Cultural CEINA inaugura un nuevo capítulo en su historia al producir por primera vez una obra de danza, consolidando así su compromiso con el arte del cuerpo y la escena. Bajo la dirección del reconocido coreógrafo José Vidal, esta creación se adentra en la dualidad como fuerza vital, como un latido constante que atraviesa la existencia. En este sentido, la obra nos invita a un montaje dinámico en donde todo está en constante transformación.

A esta propuesta interesante se suman Alexandra Mabes, artista de la danza contemporánea, y Nicolás Cancino, referente de la danza urbana. Juntos traen a escena la tensión y la armonía, en un mundo de aparentes opuestos, se trazan con los cuerpos nuevos caminos; una coreografía que oscila entre el encuentro y la separación, el pulso y la pausa, lo visto y lo oculto. En escena los intérpretes trazan una danza que se siente y se observa bella, estilizada, precisa, pensada desde la búsqueda del equilibrio estético en un entorno de contrastes. Sus cuerpos dialogan desde lenguajes distintos: la fluidez introspectiva de la danza contemporánea y la energía contenida de la danza urbana, capaces de crear y destruir, de conectar y aislarse. Este equilibro de opuestos genera momentos en que uno parecía disolverse en el movimiento del otro, generando una tercera energía, un nuevo cuerpo híbrido que habitaba el espacio con fuerza y sensibilidad, el encuentro.

El encuentro entre estilos, cuerpos y movimientos se da con naturalidad, sin tensiones forzadas, como si sus contrastes ya supieran cómo relacionarse en una coreografía que apuesta por la armonía más que por el conflicto, y en esa decisión artística se abre un espacio por momentos totalmente cautivador. Las imágenes coreográficas quedan suspendidas como postales: recuerdo con nitidez los giros y giros de Alexandra Mabes, cuyo vestido rojo se desplegaba por el escenario delicado y hermoso, o la precisión contenida de Nicolás Cancino, cuyo cuerpo parecía articularse constantemente. Cada uno condensa en sí un polo de la dualidad: lo expansivo y lo comprimido. Ese contraste sostenido da lugar a una danza que no solo equilibra, sino que sugiere la posibilidad de un tercer cuerpo común. Así, la obra oscila entre lo estructurado y lo improvisado, permitiendo que ese juego de energías se despliegue con libertad dentro de un marco cuidadosamente trazado.

Aunque la coreografía se sostiene en un equilibrio estético admirable, hubo ciertos aspectos de la dualidad que no se notaban a simple vista. Las fuerzas de repulsión, la resistencia o la incomodidad, se desplazaron hacia otras capas escénicas. En lugar de expresarse literalmente desde el cuerpo, dejando de lado lo obvio de la dualidad, estas fuerzas emergieron con fuerza desde el diseño lumínico y sonoro. La música original de Andrés Abarzúa, con sus pasajes que iban desde la delicadeza casi imperceptible hasta la densidad sonora más envolvente, sostenía ese vaivén emocional, evocando las zonas difusas de la dualidad. Así la obra se abre al contraste: en los estallidos de luz intensa que interrumpen la penumbra, en los ritmos súbitos que quiebran la continuidad, en los colores que se interponen en capas: azul, morado, naranja.

Sin duda alguna, el diseño lumínico a cargo de Ignacio Trujillo y José Vidal es uno de los grandes aciertos de DÚO. No se trata solo de luces que acompañan el movimiento: es una presencia viva, pulsante, contradictoria, fluida, que respira al ritmo de los cuerpos. El mundo lumínico parece comprender en su totalidad la esencia de la dualidad como fuerza dinámica: muta, se contrae, se expande, se repliega, atrae y se resiste como si también danzara. En un inicio de la oscuridad aparecen focos de luz tenue, de un ámbar casi líquido que baña intermitentemente a los intérpretes, creando una atmósfera contemplativa donde los cuerpos se funden y la mirada despistada del espectador intenta seguirlos. Por contraste, otras escenas son atravesadas por destellos fríos, estridentes, casi violentos que cortan el espacio como cuchillas. Allí, la tensión se materializa, las luces rasgan la oscuridad generando paisajes visuales que parecen sonar.

Es así que los cambios de color, intensidad y ritmo lumínico no solo acompañan la narrativa coreográfica, sino que sostienen su relato principal: la dualidad. La luz revela y oculta, aproxima y aleja, atrae y repele. Marca los desplazamientos entre lo que se muestra y lo que se retiene, entre lo que fluye y se resiste. En este sentido, el diseño lumínico no es decoración sino guion. Es un lenguaje en sí mismo que construye el sentido de los sensorial, y permite que la dualidad (esa tensión constante entre opuestos) no solo se piense, sino que también se vea y se sienta.

DÚO es una propuesta sensible y cuidada, apta para todo aquel que le guste disfrutar de la danza, que inaugura con éxito una nueva etapa para CEINA. Aún así, queda la inquietud sobre lo que habría emergido si la obra se hubiera permitido habitar con mayor profundidad los territorios ásperos de la dualidad y condición humana, esos donde la belleza cede lugar a lo inestable, a lo monstruoso, a lo irreconciliable.

Ficha Técnica

Título: Dúo

País: Chile

Dirección y Coreografía: José Vidal

Intérpretes: Alexandra Mabes y Nicolás Cancino

Creación Musical: Andrés Abarzúa

Diseño y Confección de Vestuario: Matías Hernán

Diseño de Iluminación: Ignacio Trujillo y José Vidal

Producción: Centro Cultural CEINA

Voces: Paula Luchsinger e Imanol Ibarra

Archivo Fílmico: Francisca Lizana y Beatriz Arias 

Coordenadas

Aula Magna – CEINA – Santiago Centor

Del 10 de Abril hasta el 12 de Abril 2025

A las 20:00hrs

 

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