Crítica de Danza “Giselle: Amor y Tragedia”: La fragilidad del gesto perfecto

Por Romina Burbano Pabst

El ballet romántico florece en el siglo XIX como una expresión artística profundamente ligada a los anhelos, las emociones intensas y lo sobrenatural. Surgido en una época marcada por el auge del Romanticismo en la literatura y las artes, este estilo de ballet se caracteriza por su atmósfera onírica, el protagonismo de lo femenino y la exaltación del amor idealizado, muchas veces imposible. Obras como La Sylphide (Filippo Taglioni, 1832), Coppelia (Arthur Saint-Léon) y Giselle (Jules Perrot, 1841) representan la sensibilidad poética que busca conmover e impresionar, dando paso a un lenguaje del cuerpo que se vuelve casi místico, cargado de fragilidad, liviandad, melancolía y belleza.

Giselle: Amor y Traición es la propuesta escénica de la compañía Gala Producciones, bajo la dirección de Daniela Murias. Con Amanda Correa en el rol de Giselle, Sergio Chandia como Albrecht y Victoria Vargas interpretando a Myrtha, el elenco se sumerge en uno de los ballets románticos más emblemáticos del siglo XIX explorando la delicadeza, el drama y la poética que han hecho de Giselle una obra inmortal del repertorio clásico.

La historia gira en torno a una joven campesina, dulce y delicada, que se enamora de un noble disfrazado llamado Albrecht. Cuando descubre su engaño y su compromiso con otra mujer, sufre una profunda desilusión que la lleva a la muerte. En el segundo acto, Giselle se une a las Willis, espíritus de mujeres traicionadas que condenan a los hombres a bailar hasta morir. Sin embargo, su amor perdura más allá de la vida: desde el mundo de los muertos, Giselle protege a Albrecht, guiándolo hacia el perdón y la compasión, una mezcla de lirismo, delicadeza y dramatismo que ha cautivado al público durante generaciones.

Para hablar de la obra presentada por Gala Producciones es esencial comprender que Giselle (1841) ha sido montada por múltiples compañías a lo largo del tiempo. Sin embargo, no por eso deja de ser un verdadero desafío tanto técnico como interpretativo. El reconocido crítico de danza Arnold Haskell sostuvo que esta pieza perduraría a lo largo de la historia por ser una expresión genuina de su época y, además, dada su profundidad emocional y complejidad técnica, se convierte en una de las pruebas más exigentes para una bailarina. Y es que Giselle (1841) no solo representa un hito dentro del ballet, sino que encarna ese punto de encuentro entre la precisión técnica y la teatralidad poética, donde el cuerpo no solo baila, sino que también cuenta, sugiere, conmueve.

La versión presentada por Gala Producciones se sumerge en estos códigos clásicos de la técnica académica, respetando tanto la estructura como los elementos visuales que definen el romanticismo: atmósfera casi onírica, vaporosa, faldas largas de tul, iluminación tenue y los movimientos suaves que acentúan la ligereza del cuerpo. La compañía logra recrear la estética tradicional con sobriedad y cuidado, y aunque el montaje conserva la línea coreográfica y narrativa del original, el punto donde podría haberse explorado con mayor profundidad es en la interpretación emocional de los personajes, en ese delicado tránsito entre técnica e intensidad expresiva que nace con naturalidad y hace de Giselle (1841) una obra verdaderamente conmovedora. Aun así, resulta valioso destacar el compromiso del elenco por sostener la belleza formal del ballet romántico, y su entrega en escena permite que, a pesar de las sutilezas aún por desarrollar, Giselle: Amor y Traición conserve su poder evocador en el imaginario del público.

Los solos, pas de deux (dúos) y pas de trois (tríos) presentados a lo largo de la obra son, sin duda, algunos de los momentos más destacados del montaje. La ejecución es delicada, y revela un dominio técnico admirable por parte del elenco. Cada desplazamiento, giro y elevación es llevado con cuidado. Podemos apreciar ese intento por tocar la perfección que el ballet propone: la rigurosidad de los pasos, la geometría de los cuerpos en escena, el equilibrio entre forma y ritmo.

No obstante, podría decir que la liviandad, ese rasgo tan característico del ballet, se ve algo interrumpida en algunas transiciones. En algunos pasajes, parece como si la técnica eclipsara por momentos la espontaneidad expresiva, restando profundidad al carácter emocional de la obra. En una historia donde el dolor, la locura, la redención y el amor más allá de la muerte deben encarnarse desde lo más profundo, es precisamente la naturalidad de esas emociones la que otorga continuidad y verosimilitud al relato. Aun así, el conjunto logra una ejecución que merece ser reconocida, sosteniendo con compromiso la belleza formal de esta pieza emblemática.

En relación a la escenografía, aunque se mantiene dentro de una propuesta simple y funcional, formando una atmósfera que evoca un mundo entre lo real y lo espectral, falta pulcritud de los elementos escénicos, algo comentado también por parte del público. Con esto no me refiero a un diseño muy extravagante, pero sí más depurado para contribuir con mayor fuerza la dimensión visual del montaje, en especial considerando el peso simbólico y estético que lo escenográfico tiene dentro del ballet.

A pesar de estos matices, Giselle: Amor y Traición logra sostenerse como una propuesta respetuosa y sensible, que honra con dedicación los códigos del ballet clásico. El compromiso del elenco y el cuidado por mantener la esencia poética de la obra permiten que esta versión convoque al público, no solo desde la nostalgia de una tradición, sino también desde la potencia evocadora que aún habita en los cuerpos que la interpretan. Es en ese cruce entre fidelidad al repertorio y búsqueda de emoción viva donde reside el desafío y la belleza de montar Giselle hoy en día.

Hay un tipo de belleza que exige silencio y precisión. El ballet, es ese arte donde el cuerpo aprende a ser liviano, donde el pie no pisa sino roza, donde el dolor y la gracia se funden en un mismo gesto. Ver esta obra y hacer esta crítica me hace pensar si es la perfección lo que se busca en el ballet o, más bien, ese instante fugaz en que el cuerpo, aún en su fragilidad, logra conmover.

Ficha Técnica

Título: Giselle: Amor y Tragedia

País: Chile

Compañía: Gala Producciones

Dirección: Daniela Murias

Elenco Principal: Amanda Correa, Sergio Chandia, Victoria Vargas

Cuerpo de Baile: Compañía Gala Producciones

Arreglos Coreográficos y Escénicos: Daniela Murias, Francisca Guajardo, Florencia Matamala, Victoria Vargas, Agustin Cañulef, Sergio Chandia

Coordenadas

Centro Cultural Carabineros de Chile (Vasconia 1605)

Función única y gratuita 10 de abril 2025

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