Por Javier Salah M.
No es sorpresa que Sophia Loren lleve su personaje de forma impecable en La vida ante sí, el reciente estreno de Netflix. Y es que la diva italiana da en la clave con varios pasajes de la película porque, claro, tiene oficio, pero resalta en este papel su humildad, coraje y empatía. Las sorpresas, en cambio, son otras.
La vida ante sí cuenta la historia de madame Rosa (Sophia Loren) que tiene una casa donde cuida a los hijos de mujeres prostitutas. Lleva en su brazo las marcas de Auschwitz en su cuerpo, el peso de este traumático pasaje de la historia; en su cara, el cansancio; y en su mirada, las ganas de perderse en el tiempo para olvidar. Pero su marca en el brazo trae al presente constantemente y a las heridas del holocausto. Y pareciera que estos hijos adoptivos ―y temporales― es la forma que encontró para canalizar este dolor. Madame Rosa, también exprostituta, encuentra en estos niños la motivación para vivir, ya que se encarga de salvarlos de un destino desafortunado y los prepara para el futuro, al menos con las herramientas básicas. Aquí es donde la protagonista muestra su mayor virtud: la empatía.
Madame Rosa se mueve por la ciudad con propiedad y fluidez, se las arregla para vender antigüedades y así pagar el arriendo, convive con sus vecinos y le pone límites a los niños cuando corresponde, siempre con un toque de amor. Establece las reglas, pero se preocupa de que coman las porciones que necesitan durante el día.
De repente llega Momo, un niño musulmán que perdió a sus padres cuando él acababa de nacer, y quedó al cuidado del Dr. Cohen. Este médico conoce las malas costumbres que está adquiriendo Momo, porque, aunque tiene la fortuna de ser cuidado por un reconocido médico, lleva por dentro la rabia del abandono y el espíritu de sobrevivencia a través del robo y un naciente camino a las drogas. Aunque ojo, tiene viajes oníricos muy reveladores, algo que se pierde a lo largo de la película, pero que es de tanta inocencia, que es un recurso metafórico que se pudo haber aprovechado aún más.
Aquí es cuando el doctor decide que a Momo le hace falta una figura materna, porque al parecer la figura masculina ya cumplió su rol y hay cosas, como el hogar y los valores, que solo dependen de una mujer. Así empieza la relación de Momo y madame Rosa.
La relación entre ambos es inestable y conflictiva, pero sobre todo conmovedora. Con pequeños gestos y un desenlace predecible y emotivo, permite reflexionar sobre las relaciones humanas y aquellas familiares, que no son genéticas, pero que el destino ha decidido poner en su lugar.
Esta película es dirigida por Edoardo Ponti, hijo de Sophia Loren. La vida ante sí es su primer largometraje y debe haber sido un desafío para ambos: ser dirigido por el hijo y dirigir a su madre. Aunque Loren se dirige a sí misma en este filme, pues pone a disposición todos sus recursos y larga trayectoria.
Para ambos debe haber sido un acto de fe confiar en el otro. Y lo es también para el espectador: no es la gran película del año, pero es una historia tan emotiva como real. Basada en la novela de Romain Gary, publicada en 1975, ya había sido llevada al cine en 1977, ganando el Oscar a Mejor Película Extranjera. Aquí mantiene el argumento y los personajes.
Uno de ellos es Lola (Abril Zamora), transexual que logra poner en evidencia el conflicto con su padre y de paso, el de Momo con el mundo. Pero también le permite manifestar al pequeño toda la sabiduría que le ha entregado el dolor y su corta vida. Lola, a su vez, da humor y pone en escena uno de los paisajes más lindos de la película junto a madame Rosa.
La película comienza con el final, por lo tanto, cuenta la historia de cómo llegaron hasta la resolución del conflicto. Permítanme dudar de este recurso que queda más bien decorativo e innecesario; pareciera ser un gusto de libertad en la narración más que una invitación a intriga.
Otra de las luces cuestionables es la narración de Momo, quien tiene grandes frases en el relato, pero su intermitencia lo convierte en un recurso innecesario para la película. Su voz aparece en lo evidente y no se entiende su objetivo. Aunque una de las frases que dirá, “Quiero cambiar el comienzo, cuando nada estaba escrito”, podría dar una explicación al párrafo anterior.
A propósito de frases, hay una que llega profundamente: “Cuando pierdes la esperanza, suceden cosas buenas”. Perder la esperanza, al parecer, también es bueno: entrega confianza a lo desconocido y a la disposición ante la vida. Quizás es bueno perder la esperanza, aunque sea lo último en la lista de cosas por perder.
Título: La vita davanti a sé (La vida ante sí)
Año: 2020
Duración: 94 minutos
País: Italia
Dirección:
Elenco: Sophia Loren, Ibrahima Gueye, Renato Carpentieri, Abril Zamora, Babak Karimi, Massimiliano Rossi, Francesco Cassano
Género: Drama
Disponible en Netflix