Por Carolina Jiménez Pizarro
El viaje a Reims constituyó un estreno en Chile y en el Teatro Municipal de Santiago. Dirigida por Paolo Bortolameolli, nos presenta una obra escasamente divulgada. Esto es, en parte, pues estuvo archivada por mucho tiempo. Una vez redescubierto el manuscrito, es escenificada de acuerdo a los lineamientos de Claudio Abbado, en Italia, en la década de los 80. Pese a que incorporarla en el repertorio pudo ser un ejercicio de arqueología, o pretender una puesta en escena purista, lo que hemos presenciado en el país es, al contrario, muy innovador y refrescante. Con dirección escénica del español Emilio Sagi, esta versión llama la atención por su adecuación al contexto actual, y las claves referenciales a partir de las cuales comprendemos hoy nuestra realidad. Ya no es una posada el espacio en el que inicialmente transcurre la obra: ahora es un spa. Y la escenografía refleja un diseño del mobiliario contemporáneo también.
Il viaggio a Reims ossia L’albergo del Giglio d’oro (El viaje a Reims) es la última obra que Gioacchino Rossini compuso en italiano, con libreto de Luigi Balocchi. Fue compuesta en el contexto de coronación de rey Carlos X de Francia, en la ciudad de Reims. La azucena de oro o flor de Lis es un señalamiento a la dinastía borbónica, ya que es un símbolo presente, por ese motivo, en varias cortes europeas. Los personajes son invitados a esta ceremonia pues tienen procedencia aristocrática o son sujetos eminentes en sus países de origen.
Se estrena el 19 de junio de 1825 en Teatro Italiano de París. Se recupera el manuscrito en 1977, en Biblioteca de Conservatorio de Santa Cecilia, Roma, y tiempo después, el 18 de agosto de 1984 se presentó en Festival de Pésaro, con dirección de Claudio Abbado. En Chile se ha presentado la versión de Emilio Sagi.
El director de escena cuenta con una educación rigurosa, por lo cual sus obras se caracterizan por el hecho de que decide los aspectos que desea resaltar. No quedan cosas al arbitrio de las circunstancias. Su formación de doctorado en filología inglesa, así como su especialización en musicología le permiten versatilidad en la comprensión de las obras, pero especialmente le otorgan recursos para construir dramaturgias singulares y, sobre todo, elegidas.
Un grupo de personas están en un balneario disfrutando esperando las condiciones para asistir a la coronación de un rey. Suceden cosas inesperadas y no pueden y se entristecen. No obstante, emergen posibilidades nuevas y además, se preparan felices para disfrutar la casa de una mujer francesa, que les invita. Hay variados enredos amorosos, malentendidos y también, personajes que hacen de conectores entre enamorados.
Pese a su carácter de drama jocoso, y que parecería simple, en realidad implica desafíos interpretativos y alta complejidad en cuanto a exigencia técnica. Lo esencial de esta sátira es proporcionar un espacio para la apreciación de los intérpretes, y lo argumentativo pasa a segundo plano. Sin embargo, no pondremos la atención en aquello. Nos interesa evidenciar qué cuerpo se construye en escena, y cuáles pueden ser los límites en cuanto a caracterización de este.
Coincide nuestro estreno chileno con el intervalo de tiempo entre el desarrollo de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos. La realización más alta de la destreza corporal. En El viaje a Reims vemos virtuosismo en su máxima expresión (los solos de Corinna sin duda son ejemplo de ello). Entonces, cabe preguntarnos qué sentidos adquiere en la obra lo corporal.
Presenciamos cuerpos de sujetos legítimos. Cuerpos que reciben asistencia en el spa y son restituidos. Las intervenciones de Kevin Mansilla como Don Prudenzio ponen de manifiesto que el modelo biomédico se reafirma y reifica. Pese a la superficialidad con que diversas situaciones se abordan en la obra, esto no admite dudas. Es como si la distinción implicase salud. El parlamento acerca de la salida desde el spa de los residentes muestra aquello.
En virtud de lo anterior, conviene además pensar en qué consideraciones se ponen en juego al construir los personajes. La frivolidad en torno a la pérdida del sombrero no oculta un vacío en cuanto a sus proyectos de vida. Cumplen una función anecdótica. Y sobre todo al final queda claro que son interlocutores en tanto que portadores de los valores culturales europeos, y de un modo divertido nos seducen con canciones que aluden a esto.
Con diseño de vestuario de Pepa Ojanguren, es refrescante ver a personas en bata sobre el escenario. Esto comunica relajo y un uso del cuerpo más real, como genuinamente nos comportamos en un balneario o spa. De algún modo los nobles, y los que no lo son quedan homologados. No se distinguen las procedencias o estatus social de los personajes, y esto contrasta con lo que posteriormente ocurre. Con el vestuario de fiesta no sólo se alude a lo festivo. El conde, por ejemplo, usa sus marcas de origen y condecoraciones, y con esto se evidencia su posición social.
Otra dimensión importante de esta obra, es qué se puede interpretar respecto a la escena de cambio de ropa. La forma en que los europeos habitan sus cuerpos es muy diferente a la chilena. Pese a que los europeos suelen ser caracterizados como muy abiertos, tanto en Francia como en el resto de Europa la obra contemporánea Tous à poil!, de Claire Franek y Marc Daniau ha recibido fuertes críticas, y al parecer la exhibición del cuerpo sigue siendo cuestionada. Por esto, aunque esta obra se ha presentado en el viejo continente en varias ocasiones, acá puede tener una lectura distinta, de acuerdo a nuestras sensibilidades.
Spencer Tunick estuvo en Chile en 2002 y fue una intervención extraordinariamente masiva. Muchas personas se desnudaron en las inmediaciones de Museo de Arte Contemporáneo. La prensa mundial señalaba que éramos un país católico y conservador y esto era inesperado. En ese contexto, que 21 años después un teatro de Santiago permita un cambio de vestuario en escena es disruptivo, al menos. Hemos avanzado y ha habido apertura en varios aspectos, pero en el Teatro Municipal habitualmente se presentan obras más tradicionales. Hubo una apuesta en cuanto a renovar títulos, y es meritorio que se exhiba algo nuevo, que se movilice el canon y podamos presenciar otros enfoques. Por cierto, el hecho de que acontezca con un sentido divertido y coloquial, así como el hecho de que cuidan que no se muestre el cuerpo en forma evidente, eso aminora las eventuales respuestas negativas. Pero merece ser honrado el coraje y la creatividad con que el director de escena resuelve esto.
El uso de los espacios es muy clave. Es extraño ver que no hubo frecuentes y sucesivos cambios de escenografía, como suele ocurrir. Es inusual que hubiese sillas de playa, o reposeras dispuestas en el Teatro Municipal. Pero su presencia concuerda con trama y en ese sentido, existe coherencia con la propuesta global. El uso puntual del balcón lateral, en solo de Corinna le otorga más fuerza, al estar suspendido en altura respecto al escenario principal. Sus agudos casi se perciben más altos, por estar ella dispuesta más arriba y por el hecho de que, como espectadores, debemos focalizar en ella.
Se debe recalcar el sentido del humor presente durante la obra, pero más que únicamente esto, conviene enfatizar el sentido de las bromas. Mientras desde Chile hacemos bromas acerca del pueblo argentino especialmente, en Europa también tienen tópicos reiterados. En la última parte de la obra adquieren presencia los típicos comentarios acerca de las identidades nacionales que presenciamos. Asimismo, se reiteran también las imágenes caricaturizadas de algunas de aquellas nacionalidades. No hacen referencia realmente a la esencia identitaria de estos colectivos, pero si a muchas ideas presentes en el imaginario colectivo y el sentido común al respecto. Como esto es conocido y compartido, causa risa pues todos lo saben, además. Don Profondo ejerce maestría en cuanto a conexión con el público, y a dar a conocer estos guiños divertidos.
Por último, cabe preguntarnos qué sentido tuvo montar esta pieza en Chile. Hubo personas que decían percibir en ella solo liviandad. No obstante, resulta renovadora de la escena, es un deleite para melómanos, ha sido impecablemente interpretada por la orquesta y, sobre todo, qué bueno (y sano) es movilizar el canon. De acuerdo a lo anterior, resulta promisorio que esto ocurra también en danza en el mismo escenario.
Ficha artística
Título: El viaje a Reims
Título original: Il viaggio a Reims ossia L’albergo del Giglio d’oro
Dirección musical: Paolo Bortolameolli
Dirección y concepto escénico: Emilio Sagi
Vestuario: Pepa Ojanguren
Iluminación: Eduardo Bravo
Orquesta Filarmónica de Santiago
Director titular: Roberto Rizzi Brignoli
Elenco: Annya Pinto, Gabriela Gómez, Vanessa Rojas, Tabita Martínez, Edgar Villalva, Juan de Dios Mateos, Matías Moncada, Pietro Spagnoli, Ricardo Seguel, Ramiro Maturana, Kevin Mansilla, Felipe Gutiérrez, Camila Guggiana, Javiera Saavedra, Camila Aguilera, Gonzalo Araya, Homero Pérez-Miranda y Orquesta Filarmónica de Santiago.
Duración: 2 horas y 25 minutos, con intermedio de 20 minutos.
Coordenadas
Teatro Municipal de Santiago
Jueves 16 y sábado 18 de noviembre