Crítica de Ópera: Magnífica doña Leonora en el regreso de La Fuerza del destino

 

Por Cecilia Carvallo

Es la segunda versión del libretista Antonio Guislanzoni y está basada en la obra teatral Don Álvaro o la fuerza del sino de Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, literato romántico español. Ópera en cuatro actos, ambientada en la Italia y España del siglo XVIII. El amor entre don Álvaro y Leonora provocará la destrucción de toda una familia. Una trama marcada por la venganza y los desencuentros y que, aún con tres protagonistas, evidencia las grandes pulsiones de la humanidad: amor, violencia y muerte. En ocasiones la tensión dramática cede dando paso a expresiones más populares con escenas más coloridas y alegres. Finalmente, todo termina inexorablemente en la tragedia llevada a cabo por la fuerza del destino.

Verdi siempre tuvo una atracción por los temas españoles, especialmente por el drama romántico español. La fuerza del destino hace un perfecto retrato de la España de la época: país campesino, festín, militar y religioso. Verdi también compuso otras famosas óperas con temas españoles: Ernani, El trovador y Don Carlos, entre otras. Ya en 1860, se había convertido en el más célebre compositor de ópera italiana, y sus obras eran aclamadas en toda Europa.

Esta gran ópera inaugura la presente temporada lírica en el Teatro Municipal de Santiago, la que no se presentaba desde hace 60 años. Su regreso ha tenido gran éxito y fervor del público. En la obertura el maestro Giuseppe Grazioli imprime adecuadamente el carácter verdiano con la Orquesta Filarmónica, desarrollando todos los temas musicales como síntesis de toda la ópera: desde el dramático tema del destino al sensible tema de don Álvaro. Grazioli condujo muy bien, y se destacan también los concertados del coro y solistas, en las maldiciones de los monjes. Hacia el final de la ópera máximo dramatismo al pianísimo (a la muerte), bellísimo momento bien logrado.

En el primer acto el escenario se presenta como un gran teatro, que es el castillo de los Calatrava, de estatus aristocrático. Esta construcción sólida se presenta con una gran grieta en su estructura (escenografía de Nicolás Boni). Interesante propuesta simbólica. La grieta es el quiebre hacia el destino fatal al que se verán enfrentados los personajes de la obra. En esta producción, tanto la escenografía como la regie (Stefano Vizioli), la iluminación (Ricardo Castro) y vestuario (Monse Catalá) toman acertadamente la inspiración de Goya al expresar su romanticismo, especialmente su colorido entre luz y sombra, reflejando así el drama y la angustia de los personajes.

Leonora, con la muerte de su padre, queda dividida entre él y su gran amor, don Álvaro. Muy atada a su padre (formación en la tradición española del siglo XVIII) queda terriblemente culposa, ya que fue su novio quien lo mató sin querer, y el padre la maldice antes de morir. Es por eso por lo que se separan en la historia. La mala suerte de don Álvaro viene determinada desde la cuna y se debe a la intransigencia de una sociedad cerrada, clasista y racista, y no es motivo el tan cacareado destino implacable. No es casualidad que Verdi se haya interesado en el tema de don Álvaro, él fue un liberal y adelantado para su época que analizó los temas sensibles de la sociedad.

Destacando en la régie (Stefano Vizioli) hay una escena simbólica: al final del primer acto, cuando muere el marqués de Calatrava aparece don Carlos, (como si de una escena cinematográfica se tratara) haciéndose testigo de la muerte de su padre (es una intervención libre, ya que ello no se explicita en el guion). Esta escena sugiere que el personajede don Carlos se convertirá en el instrumento utilizado por el destino para desembocar la tragedia como vengador de su padre. En el segundo acto se mantiene básicamente el mismo escenario, que se despoja de opulencia y riqueza, y se convierte en el monasterio. Cuando desde lo alto baja un inmenso Cristo en la cruz, se logra un momento de gran espiritualidad donde Leonora se entrega al refugio divino. Más adelante vuelve a aparecer este Cristo, pero roto por los estragos de las guerras.

También en el segundo acto, escena segunda, en el monasterio donde Leonora implora refugio y consuelo. Al terminar el aria La Vergine, luego de que es acogida, ella abraza esta nueva vida como ermitaña. Leonora camina siguiendo el gran resplandor, que se abre desde el cielo. Esta luminosidad celestial la conduce a este nuevo camino de consuelo junto a Dios. Este efecto de luz que emerge desde la grieta está muy bien logrado por el iluminar Ricardo Castro. Otro gran efecto luminoso es en el cuarto acto y final cuando aparece Leonora saliendo desu ermita (metafóricamente de su tumba) envuelta en polvo de tierra el efecto es impactante, ella sale al mundo y se enfrenta a la luz que dejó de ver por el encierro.

Doña Leonora es la soprano Oksana Sekerina, gran intérprete en su rol, con muy buen registro y técnica en sus centro, graves y agudos, buena afinación. Muy buena línea en los pianos (messa di voce). El dúo con el bajo en el segundo acto fue excepcional, y también en la última aria Pace, ¡pace mio Dio! manejó gran despliegue musical y dramatismo. Magnífica. El tenor chileno Giancarlo Monsalve, como don Álvaro, presentó dificultades en la emisión de la voz, cantó tenso, empujando, no le fluía natural. A pesar de esta dificultad se vio expresivo dándole carácter al personaje. Así y todo, pudimos apreciar que posee un timbre de tenor hacia lo dramático, interesante, y suexpresión corporal con intensión. Como don Carlos está el barítono Vitaliy Bilyy, quien ha cantado anteriormente varios roles operáticos en Chile. Como siempre luceun buen registro y timbre de barítono, afinado. Sin duda posee buen material vocal, pero en este rol no logra entrar lo suficiente en lo dramático, le falta intención en el decir y matizar más en los distintos momentos del personaje. Don Carlos es uno de los personajes verdianos más dramáticos, imposible encontrar dúos más hermosos e intensos escritos por el compositor. Decir también que el registro predilecto para Verdi fue el de barítono.

Padre Guardián, con el bajo Maxim Kuzmin-Karavaev, con muy buen registro y timbre de bajo, bastante musical, expresivo en lo vocal y en su postura corporal de acuerdo con el personaje, en dos palabras: muy bueno. En el segundo acto, con la soprano, el bajo y el magnífico coro (director del coro maestro Jorge Klastornik) se logró una de las mejores escenas, por su nivel expresivoy musical en esta función. Fray Melitone, con el barítono chileno Ricardo Seguel, buena vozproyectada, destacó en el desempeño del personaje bufo tanto en lo dramático como en las inflexiones del texto. En las arias de Melitone y su interacción con el pueblo, se logró un manejo contundente de Grazioli junto al coro excelentemente afiatado.En el personaje de Preziocilla, mezzosoprano con Anna Lapkovskaja, buen manejo vocal en su tesitura ingrata y difícil hizo una bastante buena escena.

El coro es un elemento importantísimo en la trama. Aúna los hitos de los personajes dándoles continuidad, es la expresión del pueblo. Los coros de esta ópera están magistralmente compuestos por el autor. Hemos presenciado una interpretación magnífica, dirigidos por su maestro Jorge Klastornik. El resto del elenco tambien tuvo un muy buen desempeño: El marqués de Calatrava, Jaime Mondaca; Curra, Paola Rodríguez; Maestro Trabuco, Gonzalo Araya Cirujano; y alcalde, Matías Mondaca.

Ópera en cuatro actos con libreto de Francesco Maria Piave, basado en la obra Don Álvaro o la fuerza del sino, de Ángel de Saavedra. Versión revisada y estrenada en Scala de Milán el 27 de febrero de 1869. 

Título: La fuerza del destino (La forza del destino), de Giuseppe Verdi

Duración: 3h. 40min

Dirección Musical: Giuseppe Grazioli / Pedro-Pablo Prudencio

Régie: Stefano Vizioli 

Escenografía: Nicolás Boni 

Vestuario: Monse Catalá 

Iluminación: Ricardo Castro 

 

 

 

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