Por César Cancino
Es muy difícil encontrar en la oferta de series algo que se aleje del molde, o que no sea una mierda latera, formal, pretensiosa o demasiado congraciada con el gusto y el ya encasillado formato Netflix. O encontrarse con una mierda ultra taquilla, ondera, cumplidora de todo lo que uno espera. Pero mierda, finalmente. Y digo mierda pensando en aquella pisada inesperada cuando caminas (caminabas) por un parque, fumando o esperando que algo no te pasara. De esa mierda pegajosa e inesperada, que te jode, que te hecha a perder la basura de día que ya tenías hasta esa altura.
Nos encontramos aquí con una de esas series que quedaron rezagadas del año pasado, y que gozaron de la sincronía de tener más gente viendo contenidos online, buscando sensaciones más humanas quizá, más que mierdilla de la descrita anteriormente. I Know This Much Is True era una de esas series que venían en algún momento, pero que en algún punto quedaron a la espera, y salvada de alguna manera por la pandemia, o que fueron terminadas justo antes y que no habían sido tan anunciadas como tanto estreno que literalmente se jodió.
O sea, es lanzada “justo”.
La gente está mas sensible. Y ya había pasado el fenómeno actoral de Joaquín Phoenix. Entonces es buen momento para estrenar una serie humana, sencilla, sobre la vida y su desesperanza e insignificancia. Era momento para el lucimiento de un actor como Mark Ruffalo, y para que, además, invirtiera la platita ganada haciendo de Hulk en una apuesta mas personal, mas jugada.
Mucho más jugada.
Acá Ruffalo hace despliegue de su talento actoral, encarnando no a uno sino a dos personajes. Y no cambiando el tono de voz, o poniéndose un postizo dental o lentes de contacto de color. Nada. Hay un trabajo de largo aliento, que incluye manejo de peso corporal y todo un entramado psicológico potentísimo.
Ruffalo hace de un cuarentón que mira la vida pasar con un cigarro en la mano. La vida se ha encargado de darle duro por diversos motivos. El principal es el de tener un hermano gemelo, interpretado también por Ruffalo, con diferencia de minutos de nacimiento, y con un trastorno mental bastante serio y severo. Bueno, y el haber tenido una infancia de mierda, con un padre en el misterio, con un padrastro violento, con una madre sufrida, y con el hermano cacho. Una especie de Rainman, dirá usted.
Sí y no. Sí, pues se trata de dos hermanos querendones y simbióticos, donde el hermano “normal” protege y cuida a su hermano difícil. Transitan juntos las miserias de la vida que les tocó vivir.
Y no, pues acá el tema mental pasa al delirio mesiánico y a la paranoia extrema e ilusoria, poniendo en jaque permanente al hermano ms responsable. Además, que no sólo lleva esa cruz: carga a cuestas una separación, problemas en la misma, una actual relación insuficiente, problemas de salud de la madre, y el peso de la figura paterna ausente que se funde con la tradición familiar de un abuelo migrante no aclarada aún, ni por la historia ni por el silencio de la madre, que no quiere hablar del pasado, hundiendo al Ruffalo “normal” en una especie de orfandad emocional pesadísima e intensa.
En todo esto aparece una Juliette Lewis impresionante. Si la serie y Ruffalo están de premios, la Lewis ya se los ganó. Despliega, hasta lo que lleva de emitida la serie, unos momentos que de verdad sobresalen de la media de interpretaciones con las que uno se encuentra. En una escena, muestra sin mostrar todo el espesor de una académica en sus cuarentas, que se pone a trabajar en una traducción para el personaje de Ruffalo, llena de honduras que empiezan en la simple mujer quemando sus últimos cartuchos de progesterona, para luego explotar en eso mismo, y derivar a una descarnada pre era del #MeToo, donde todo se confunde para todos, en especial para nosotros que como espectadores no vimos nada por lo que la Lewis se vuelve insana. Una especie de momento Oleanna, de Mamet.
Notable.
¿Qué otras cosas remarcan la serie? El trabajo de rodaje y montaje. Se dieron el lujo de hacer las escenas de un hermano primero, y luego las del otro. Y no solo con días de diferencia, no. ¡¡¡¡¡Con kilos de diferencia!!!!! El trabajo actoral es notable. Ruffalo modifica su físico para la interpretación de estos hermanos. Y como hace a los dos, rodar escenas de una misma locación, y reproducirla meses después, para hacer el contraplano, debe ser de un trabajo de raccord o continuidad dificilísima de llevar a cabo. Además, hay un trabajo de época sencillo pero cuidadísimo, en una Norteamérica profunda, lluviosa, gris y de un nivel whitetrashiento muy al límite. La foto es fría y bella. La música va por el carril de la tranquilidad, cuando lo que vemos suceder va a una velocidad mas acelerada y al límite.
Está de premios. Esta serie no debe pasar como si nada. Logra un nivel desde lo simple y lo atmosférico buenísimo. Como que después del molde netflixtico alguien debía decir algo. Además, qué mejor época para estrenar una serie así. Algo había adelantado After life, de Gervais, y Yo, Daniel Blake, dos trabajos donde la simplicidad es lo que destaca, más que el despliegue exacerbado u obsecuente.
I Know This Much Is True está empezando recién. La están emitiendo los domingos a través de HBO.
Véala con un cigarro en la mano, y espere la patada en las bolas que le va a dar la vida.
O en sus ovarios, amigas.
Título: I Know This Much Is True
Género: Drama
Basado en: I Know This Much Is True de Wally Lamb
Protagonistas:Mark Ruffalo, Melissa Leo, John Procaccino, Rob Huebel, Juliette Lewis
Kathryn Hahn, Rosie O’Donnell
Música Harold Budd
País de origen: Estados Unidos
Plataforma: HBO
Capítulos: 4