Por César Cancino
¿Cuál será el deadline que maneja la casa productora Fábula? Claramente esta época ha sido particularmente productiva para este destacado equipo de productores/realizadores chilenos. Una temporada especialmente prolífica: La serie El presidente, la película Nadie sabe que estoy aquí, la serie de cortos pandémicos Homemade, y ahora el estreno en la cadena Amazon de la serie La jauría.
La Jauría se basa fundamentalmente en los hechos ocurridos en España sobre un grupo de violadores autodenominados La manada, quienes abusaron sexualmente de una joven durante las festividades de San Fermín, el año 2016. Y trata esta serie, específicamente, sobre la desaparición de una chica perteneciente a un colegio religioso del sector acomodado de Santiago.
La serie transcurre entre la lucha por conocer la verdad, la denuncia de un grupo de compañeras de la joven desaparecida, las labores que hacen las policías, y un oscuro entramado que va desde profesores abusadores, pasando por curas y adopciones irregulares, llegando a un juego online de esos que exigen a los jóvenes realizar diversas tareas para poder seguir dentro del “juego”.
Sorprende la buena factura de la serie. Sus locaciones están bien realizadas, su fotografía es atractiva, sus desempeños actorales son lucidos, y su dirección es clara y univoca, a pesar de pertenecer a un equipo de cuatro directores, coordinados por la argentina Lucía Puenzo (Xxy).
Ahora, la visión que entrega es un poco débil. A pesar de que muchas mujeres se han sentido identificadas con las reivindicaciones feministas que, al parecer, propone la serie, nosotros consideramos que su punto de realidad está más cerca de la oportunidad de ocupar una contingencia que de hacerse cargo plenamente de un constructo de pensamiento que ha dominado las agendas a nivel internacional. Hay cierto ánimo de copar la agenda más que de establecer una tesis con respecto a los temas abordados. Sucede que cada época tiene sus propios relatos. La producción de Fábula ha intentado llenar esos vacíos que quedan huérfanos dentro de los imaginarios populares. Lo han hecho desde No, llegando a Neruda, donde guiones y direcciones han intentado completar visiones parciales sobre ciertos fenómenos históricos. Ahora, es verdad que la ficción tiene el derecho y el deber de ocupar y ocuparse desde imaginarios propios de las pulsiones que marquen determinadas épocas. Pero cuando más que ocuparse, ocupan los temas, la cosa se pone difícil, pues la exigencia es mayor. Mas transversal. No es solo likes, ni la cantidad de reproducciones de tal o cual obra en diferentes plataformas. La creación debe hacerse cargo de lo que propone. Si no, la visión pop de todo queda simple, básica, y, en este caso, irreflexiva.
Es reduccionista pensar que el “no” ganó por una artimaña de publicistas, que Neruda era un hedonista de mierda, que Jackie Kennedy era una calculadora, etc. Así como es reduccionista cómo se muestra en esta serie la lucha reivindicativa de un grupo de mujeres que gritan para exigir justicia y derechos. Es simple. Por lo tanto, carente de sustento. Por lo tanto, la puesta en escena queda con muchos frentes irresolutos o tratados da manera superficial.
La insistencia de la creación local, y ahora de la creación local/internacional, ha sido siempre mostrar la problemática de un sector social: los acaudalados, los de buen pasar. Se le tiene un poco de miedo a mostrar a los poderosos, los cuales quedan caricaturizados con un leve trazo. En El presidente, la corrupción era tratada en tono de comedia, habiendo cientos de ejemplos en este país como para abordarla de manera seria y profunda. Ojo que no tiene que ver con que la vida no tenga matices y uno no se pueda reír. Al contrario. Pero esta serie peca de lo mismo: reduce el tema a un problema de clase alta. Y no es que se trate de “un problema de la clase alta”, que podría ser un buen tópico. Se sitúa el tema del secuestro, del abuso, de la violación y de la búsqueda de la verdad como un problema sectorial. Como si la intención fuera mostrar el Santiago de cierto sector, donde la foto queda rica. Por lo tanto, todos los ánimos quedan parcializados, no haciéndose cargo de un tema global. No es que todas las series tengan que hacerse cargo de algo, no. Pero si te metes con un tema así de sensible, no basta con robarte imágenes de una marcha para decir que “estás con la marcha”. Al contrario. Nos pareció complicado y al límite extraer registros de una movilización de verdad, para utilizarla como metraje en la serie, y más encima marchando con fotos de una “desaparecida inexistente”. Eso es delicado.
En general, es todo muy raro en esta serie. Inacabado. Sin puntos concluyentes. Como con una fecha de entrega pronta, entonces se entrega “lo que se alcanzó a hacer”. Es raro que haya una chica desaparecida, con un video donde sufre una atroz violación grupal, y las policías a cargo compartan un vinito en la casa de una de ellas, cerrándose el ojo porque al parecer una “pincha” con otro policía. Es raro que mientras se llevan preso a un cura las manifestantes, a menos de un metro de él, no lo agredan mínimo con un escupo. Es raro que una mujer se meta a un grupo de juego virtual haciéndose pasar por hombre, y que cuando tiene un contacto nadie repare en que es mujer.
Es espurio citar cada fallo de guion para hablar de una serie, o de una obra. Es inútil decir que una actriz no sabe ocupar un celular porque lo toma al revés. Lo que no es superficial es darnos cuenta que se está entregando un producto de nivel internacional de bajo nivel. ¿Se entiende la diferencia? Llama la atención que Fábula esté desarrollando contenidos a nivel internacional, apelando a un público zonal, pero entregando variables muy chilenas, como el lenguaje. Y sabemos que Chile y sus intérpretes no cuentan con la gracia de sus colegas mexicanos, españoles o argentinos. Ellos se peinan con sus dicciones y modismos y todos los entendemos. A los chilenos, nada. Cabe la pregunta de cuáles serán los niveles de audiencia que tienen estas series a nivel latinoamericano. Conversando sobre esto, alguien nos entrega la clave: plataformas como Amazon necesitan posicionarse en el mercado local, por lo tanto, hacen ver como que Chile es el nuevo referente a nivel mundial de contenidos hablando sin “eses” y diciendo “pucha” o “no gueis poh”. Nos hacen creer en un gran lanzamiento que finalmente es por mucho muy local. Por lo tanto, menor, y a todas luces, incompetente.
Y, de alguna manera, no hay como hacerles ver que “su” manera de ver la realidad, ni las contingencias ni callejeras ni sociales, no complementa nada. La serie ya está arriba completa, la gente la vio o no la vio no sabemos, y las propias mujeres la están encontrando “fuerte”, “valiente” y “muerte a todos los machitos”. Y ese es otro punto: consideramos que la visión de la serie es absolutamente machista. Por lejos. Todas las decisiones, todos los puntos de convergencia, van hacia los hombres. Es una serie absolutamente mansplaining. Toda gira en torno a ellos. La acción de las mujeres es radicalmente subsidiaria. No provocan nada ni generan ningún giro. La serie es solo una derrota de ellos. No hay un cambio, no hay concientización, no hay educación, nada. No hay ningún hombre feminista. Pero si mujeres machistas. No basta con que una policía taclee dos veces a un malhechor para levantar a la serie como el baluarte del feminismo. Al contrario.
La Jauría es una serie muy ingenua. Todo lo que ocurre es muy sin riesgo. Su estructura de guion es básica y de manual. Como que Amazon dijo: “ya, así hay que escribir para Chile”. Son muchos los frentes que abre y no se centra en ninguno. Y el pase a la segunda temporada es muy débil. Al parecer, el mundo hacker se tomará los destinos de esta jauría. Ahora, habrá que esperar algo sobre la pandemia, quizá…
No lo sabremos hasta ver la próxima temporada.
Título: La Jauría
País: Chile
Año: 2020
Dirigida por: Lucía Puenzo, Sergio Castro, Nicolás Puenzo, Marialy Rivas
Guion: Leonel D’Agostino, Paula del Fierro, Enrique Videla, Lucía Puenzo
Elenco: Antonia Zegers, Daniela Vega, Mariana Di Girolamo, María Gracia Omegna, Paula Luchsinger, Antonia Giesen, Victoria De Gregorio, Clemente Rodríguez, María José Weigel, Elisa Zulueta, Alberto Guerra , Lucas Balmaceda, Jorge Arecheta, Alfredo Castro, Daniel Muñoz , Alejandro Goic, Raimundo Alcalde, Amparo Noguera, Geraldine Neary, Giordano Rossi, Aaron Burstein, Olivia Vargas, Francisco Reyes, Claudia Di Girólamo
Productora: Fábula
Producción ejecutiva: Angela Poblete, Matías Amocain, Juan Ignacio Correa
Producción: Juan de Dios Larraín, Pablo Larraín
Producción general: Eduardo Castro
Asistente de dirección: María Jo sé Droguett
Dirección de fotografía: Nicolás Puenzo
Montaje: Misael Bustos
Dirección de arte: Angela Torti
Plataforma: Amazon Prime Video