Crítica de Series: “Juego de tronos”: Una noche en vela

Por Noelia Barrientos desde España

Domingo a las 22 horas, horario estadounidense, en HBO. Esa es la cita, el dato clave que reunió a millones de espectadores en todo el mundo el (muy pasado) domingo 14 de abril, frente a los televisores de medio mundo para descubrir el primer capítulo de la octava y última temporada de Juego de Tronos. Game of Trones. GOT.

Casi una década rozando esa delgada línea entre la realidad y la ficción, recorriendo mundos fantásticos e historias truculentas, sangrientas, complejas y a veces incomprensibles por esa búsqueda del poder a todo riesgo. Del Trono de Hierro. Saltando por encima de tus enemigos, de tus propios aliados, afianzándote a tu estirpe, si la tienes, u olvidando tus raíces cuando no son el paso hacia el poder que todos buscamos.

En España, esta experiencia se vivió en directo a las 3 de la mañana, y acompañando el estreno de los norteamericanos, en los cines Capitol ubicados en la mítica Gran Vía de Madrid. El evento lo organizaba la propia HBO, que hace apenas tres años presentaba su nueva plataforma en España haciendo coincidir el estreno de sexta temporada de Juego de Tronos, el buque insignia de esta cadena.

Helado gratis, un tentempié para templar el ánimo, animadores con dudosa capacidad para mantener despierta a su audiencia, un par de charlas de expertos sobre el escenario para adormecer aún más (si cabe) a los atrevidos o fanáticos ¿quién sabe cómo llamarnos? que llegamos a las 21 horas y nos sentamos pacientemente en las butacas hasta (exactamente) las 3 de la mañana para ver aparecer en la pantalla el primer segundo de una despedida, podríamos decir, épica.

La guinda del pastel la puso ese video resumen de las temporadas para refrescar las cabezas y ponernos en posición de salida. Todo estaba listo. Y con puntualidad británica las luces se apagaron y la noche comenzó con esa introducción tan alucinante que hacía retumbar toda la sala y generó un aplauso unánime. El sueño había desaparecido sin dejar rastro. Ahí radica también la magia de Juego de Tronos, en esa delgada línea que marca lo comprensible de lo que escapa a cualquier atisbo de entendimiento.

Es así como aparece la leyenda, ésa que va más allá de la propia historia, y ayuda a mantener al fanático despierto, sintiendo que en ese gran sacrificio de dejar tu pellejo pegado en esa madrugada que transita a un día laboral, estás formando parte de algo mundialmente único de lo que todo el mundo va a hablar al día siguiente. Sientes de verdad que eres un privilegiado por estar ahí. En vez de ser, lo que eres realmente, un pardillo impaciente y con mucho sueño.

Los que no tuvieron invitación para tan exclusivo evento o prefirieron quedarse durmiendo leen algún artículo de consolación al día siguiente al despertarse, a lo resaca post gala de los Óscar, y se tragan sin querer algún spoiler de un periodista descuidado. “No pasa nada”, piensan, “al salir de la oficina iré corriendo a casa y pondré palabras a las elucubraciones y protagonistas a los comentarios que han estado rondando de boca en boca por medio mundo”.

Es así como el fenómeno de sagas históricas como Juego de Tronos trasciende su propia historia. Y a sus apoteósicas cifras: 40 estudios de efectos especiales en 13 países, 4.000 galones de sangre artificial, 20.907 velas, 25 mil millas de soga, 745 millas de maderas reutilizadas, 60.000 planchas de madera, 20.000.000 de tornillos y clavos y, hablando de éxito, 132 nominaciones a los Emmy de las que se ha llevado 47.

Dicen que el ser humano no puede vivir sin oxígeno, agua, y una buena dosis de sueño. Así que puede ser que el termómetro de éxito de una serie sea si una persona está dispuesta a renunciar a alguna de estas tres cosas con tal no perderse la premiere de la serie preferida.

Por tanto, y bajo esta misma teoría, puede que mi primera noche en vela por un estreno sea la prueba definitiva del éxito irrefutable de Juego de Tronos. Un cuento fantástico que llega a su fin.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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